domingo, 30 de diciembre de 2012

Follas menos que Solitario George

La fecha fatídica fue el domingo 24 de junio de 2012.
Esa mañana, Fausto Llenera, cuidador del Centro de Reproducción y Crianza de Tortugas, en la Isla Santa Cruz, en el Parque Nacional Galápagos, llegó al recinto del animal más famoso de todo el archipiélago para descubrir, horrorizado, que la tortuga gigante de la que había estado encargado desde 1983 no acudía a recibirle como siempre. Llenera, con lágrimas en los ojos, vio confirmados sus peores temores cuando, junto al bebedero, se encontró con el cuerpo sin vida de Solitario George.
En las islas Galápagos habitan entre 15.000 y 20.000 tortugas de diez especies diferentes. En el Centro de Reproducción hay 70 tortugas adultas y más de mil pequeñas, nacidas en cautiverio y con los mejores cuidados, pero sólo había un Solitario George. En todo el mundo. Su muerte fue, pues, planetaria.
Solitario George, de 88 kilos y un caparazón de un metro de largo, fue hallado en 1972 en la isla Pinta cuando se creía que su especie estaba totalmente extinguida. Como último superviviente macho de su especie, la Chelonoidis Abingdoni, durante cuatro décadas fue objeto de múltiples programas que trataban por todos los medios de procurar su reproducción con alguna de las especies genéticamente más próximas, pero nunca funcionó. Convivió con dos tortugas hembras de la especie del volcán Wolf, con quienes consiguió aparearse después de 15 años de convivencia, pero los huevos resultaron infértiles. Posteriormente se colocaron en su corral hembras genéticamente más cercanas a la tortuga, con las que se encontraba hasta el día de su muerte, sin que tampoco se obtuvieran resultados positivos. Se ofreció incluso una recompensa de 10.000 dólares para los zoólogos de todo el planeta que encontrasen una hembra con la cual George lograra reproducirse. Se esperaba que hubiera una hembra de su especie entre los ejemplares sacados de Galápagos que están en zoológicos y colecciones privadas en el exterior. Tampoco hubo suerte.
Las primeras informaciones apuntaron a que George, que rondaría los cien años de edad, habría fallecido debido a una insuficiencia cardíaca. No obstante, durante tres horas dos biólogos y una veterinaria examinaron su cuerpo y tomaron muestras de sus órganos y tejidos para analizarlos en laboratorio, con la presencia de un fiscal del medio ambiente. La única anomalía que encontraron fue que su hígado mostraba “una coloración fuera de lo normal”, pero que también sería algo propio de la edad. Después, se anunció que aquel que en vida fue visitado por miles de turistas, sería embalsamado y permanecería en el Parque Nacional Galápagos.
Sin embargo, la muerte no ha frenado los esfuerzos por evitar la extinción definitiva de la especie de George. Ya en 2003, se le planteó al investigador inglés Ian Wilmut, conocido como el padre de la oveja Dolly, la posibilidad de que Solitario George fuera clonado. Y de hecho, durante su autopsia, a George le extirparon y congelaron las gónadas, para intentar obtener descendencia mediante técnicas de inseminación artificial. Aunque no hay ninguna garantía, todo el mundo espera que la reproducción in vitro consiga salvar esta especie.
En las Islas Galápagos, que sirvieron de base para la teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin, habita una gran variedad de tipos de tortugas junto a flamingos, piqueros, albatros y cormoranes. Cuatro de las 14 especies de tortugas gigantes que conoció Darwin se han extinguido en las últimas décadas por culpa de la caza y la competencia por los alimentos que sufrieron por cientos de cabras introducidas allí en la década de los 50, los ataques de perros, y la acción de los balleneros, que también las cazaban masivamente en el siglo XIX.
Los pésames y muestras de duelo que hubo ese mes en el archipiélago ecuatoriano, no solo de la comunidad científica, sino que llegaron de todo el mundo, dan buena muestra de lo que este tortugo representaba. Sin embargo, quizás quién más lamentó la pérdida del bicho fue Llerena, que se vistió de luto durante semanas, y que no dejaba de repetirle a la gente que, muchas veces, la tortuga alzaba el cuello y abría la boca, como si quisiera decirle algo.



La gallina 4/ El Pueblo de Albacete, 31 de diciembre de 2012

domingo, 23 de diciembre de 2012

Muerte al falso friki

Diez años. Es la fracción de tiempo que un buen amigo les daba de vida a los frikis. Después de ver el trailer de la nueva película de Star Trek, suspiró y lo vio claro: en una década los frikis se habrán extinguido. Supongo que se refería a los verdaderos frikis, los de toda la vida, los auténticos. No es tan descabellado que estos acaben perdidos, disueltos en el marasmo populachero del falso frikismo, si entendemos lo que diferencia a uno de otros.
Para entender lo que es un verdadero friki, primero hay que tener en cuenta, como punto de partida, que la voz “friki” surgió como un insulto. A nadie se le escapa que es una españolización de “freak”, siendo lo freak raro, anormal, monstruoso. Preguntadle a Tod Browning. En realidad, en EEUU, lo que nosotros entendemos por frikis (freaks) allí son nerds, una figura que el cine y la televisión norteamericana siempre se ha empeñado en ridiculizar. En algún momento a principio de los dosmiles el neologismo cuajó en nuestro país, y a todos los raritos, fans de cosas extrañas o bizarras (otra voz que ha cambiado de significado en los últimos años), comienza a llamárseles frikis como un insulto, pero venido a menos. Como la gripe zombi, el término se expande con sorprendente velocidad gracias a que los aludidos adoptan el concepto y se muestran orgullosos de él. Jugador de rol o de videojuegos, fans del anime, lectores de cómics, expertos en cine italiano de los setenta, coleccionistas de bandas sonoras de Goblin... Todos ellos dejan de ser los cabizbajos “raritos” para alzarse como orgullosos frikis.
El problema radica en que, en unos años, el término se universaliza tanto y se aplica a tantas cosas que pierde su significado, su esencia. Ahora resulta que todos somos frikis. Esta homogeneización ha absorbido a los frikis primigenios, muchos de los cuales comienzan a rebelarse ahora categorizando a las masas en dos bandos, los genuinos y los ful, y casi proclamando, a lo Manowar, muerte al falso friki.
En origen, el friki siempre ha sido un colectivo minoritario, a pesar de que hubiera millones de personas participando de un modo u otro en él. Los gustos, los intereses y conocimientos de los primeros frikis se desvían de lo común, de lo popular, de lo que gusta y sabe todo el mundo, para ser muy concretos, muy específicos, muy anómalos. Especial, que en el fondo es como le gusta sentirse. Mientras las modas y los caprichos de las multinacionales rigen los gustos de masa, el friki extrae quirúrgicamente lo que le interesa y lo atesora, para compartirlo solo con sus afines. Para ello, para ocuparse de lo atemporal, el friki debía situarse más allá del underground, marginado, apartado de la sociedad mainstream.
Pero digamos que este discurrir en paralelo no resistiría los embates del capitalismo. Unos tipos capaces de gastarse todos sus ahorros en los chismes más absurdos, como el primer número de Superman, de comprarse una y otra vez cualquier mierda con el sello Star Wars, de recorrer cientos de kilómetros para acudir disfrazados a una convención, etc, parecían un blanco fácil. Los frikis dejan de ser esos seres ridículos, interesados en cosas infantiles, para convertirse en objeto de deseo. El problema para obtener brutales beneficios radica en su reducido número y en su “mala imagen” –amén de las reticencias de los propios implicados-, pero hete aquí que la industria saca de la cueva a los frikis y sus cosas y los muestra al mundo diciendo, no os riáis de ellos, porque ellos son los que molan ahora.
Y así comienza la conspiración de frikizar a la humanidad, cuyo punto álgido es la producción multimillonaria de las grandes obras del frikismo, siendo el gran punto de inflexión El señor de los anillos. Cuando la saga de Tolkien, idolatrada por frikis durante generaciones, es adaptada con éxito al cine, y evidencia que lo friki vende, es el principio del fin. La señal de hasta qué punto llega la comercialización del frikismo la encontramos en la serie de televisión The Big Bang Theory, donde los arquetipos frikis, en lugar de ocupar su habitual papel secundario de desahogo cómico, son los verdaderos protagonistas, presentados además como personajes de éxito profesional y sentimental: todo un giro copernicano del hasta entonces paradigma del friki.
Si a ello le sumamos el efecto internet, donde a través de blogs y foros los frikis han ido volcando todo su conocimiento, solo para exhibirse como pavos reales ante la plebe, tenemos que cualquiera con una mediana conexión a la red y media hora libre puede hablar como un verdadero experto, un verdadero friki, de casi cualquier tema, difuminando la frontera entre el friki originario, por convicción, y el que lo es por moda. Entre el verdadero y el falso. De aquí surge el conflicto, y la reivindicación del genuino friki, convertido a su pesar en un borrego más del rebaño. Porque para acabar así, siendo uno más del montón, no hacía falta aprender a hablar élfico, conocer cuántas naves Enterprise ha destruido Kirk, en qué se diferencia la armadura Mark III de la Mark IV de Iron Man, o saber que Morricone compuso la banda sonora de Hundra (o qué es Hundra); bastaba con leer el Marca y ver Telecinco.


El Pueblo de Albacete, 24 de diciembre de 2012

jueves, 20 de diciembre de 2012

La profecía de los Mayos

Aquellos que pedíais un adelanto del Reto Fanzine habéis sido escuchados. Y para ello, y aprovechando que mañana es la findelmundo, os dejo con este texto de nuestro corresponsal Sir Walter Heiss, que ha tenido a bien enviarme este sabroso documento: 

Los MAYAS o ¿Los Mayos?
¿La profecía maya? Creo que nos estamos liando…¿los Mayas? Centrémonos. Si los es un artículo masculino plural, no es común que el sustantivo al que precede sea femenino, y es por lo que digo yo que si no serán las mayas o los mayos.
Eso me cuadra más, los mayos, esos cantes y coplas que se dedican a la madre naturaleza, a las mozas del lugar para poder emparejarse (aunque luego los siglos de cristianismo los hayan camuflado con alabanzas y piropos a la virgen) o a la autoridad competente si se encuentra presente, y que tienen lugar la noche del 30 de abril. Por si alguien quiere tomarse esto de la profecía maya de otra manera, se hace saber que en la localidad de Navas de Jorquera se cantan unos peculiares mayos de invierno que algo o mucho tienen que ver con esa profecía que se empandemia por las redes. En Navas de Jorquera tienen su sede, a nivel nacional, los seguidores del culto a Odín, o los odinistas como los llaman en el pueblo. Ahí va su tradicional mayo que cantan en el paraje de los Humeros:


MAYO ODINISTA DE NAVAS DE JORQUERA (ALBACETE)

Mayo con jota
Ya estamos a veinte
De diciembre cumplido,
Mañana entra Loki
Con mallas vestido.

Bienvenido Loki,
Bienvenido seas,
Quemando Manhattan,
Tokio y Madrigueras.

Prepara el Valhalla
Y una buena cena
Que estamos llegando
Con hambre de hiena.

Thor en el chapista
Tiene su martillo,
Se le sale el mango
Igual que a un cepillo.

Odín a la puerta
Saca la mistela,
Nosotros venimos
A pedir licencia.

Danos la licencia
Pa cantar el mayo,
Aunque sea diciembre
No nos lances rayos.

Con cuerno de vino
Está colorado
Y es señal, valquirias,
Que licencia ha dado.

Ya nos despedimos
Hasta otro año
Que otro Ragnarok
No nos hará daño.

(Jota)

Si el mayo no ha sido a gusto
Castíganos con Gungnir
Y si la lanza no tienes
Envía a la Guardia Civil. 


lunes, 17 de diciembre de 2012

Antes del Fin del Mundo

Anda todo el mundo medio idiota con esto del fin del mundo. Aunque casi nadie se lo toma en serio –hay quien sí-, se ha convertido en un tema recurrente de conversación. ¿Qué vas a hacer el día de antes del fin del mundo?, te dicen, y uno se muerde la lengua hasta averiguar si estás ante un cachondo o un imbécil para poder responder en consecuencia. Y es que a quien te lo inquiere de broma, aunque no tenga gracia, siempre puedes devolverle la intención espetándole cualquier réplica disparatada.
Pero, ojo, con ese que parece buscar sentido a la vida en tu contestación. ¿Qué harías un día antes de que todo se fuera al pijo? Sinceramente, nada bueno, pero eso no lo puedes decir, claro, no puedes dejar entrever la negrura del alma humana que llevas dentro y sueltas algo del tipo “reunirte con mis seres queridos” o algo así, que no tiene por qué ser del todo mentira pero, sí acaso, tampoco iba a ser lo primero en el orden del día.
“¿Cómo sabes que el fin del mundo no ha sucedido ya?”, me decía alguien el otro día, y me citaba a Aldous Huxley para reforzar su idea: “¿Cómo sabes si la Tierra no es más que el infierno de otro planeta?”. Hombre -le dije-, primero, porque no se está tan mal, y segundo, porque sigues aquí de una pieza. Ay, ese lado malo que tenemos todos, alimentado de traumas, rencores, frustraciones… Esos deseos insatisfechos, envidias y venganzas serían lo primero que aflorarían en nuestras últimas horas sobre la Tierra. El caos, la devastación y los ríos de sangre correrían por las calles desde el último amanecer hasta nuestra última hora de vida, en la que, entonces sí, correríamos a abrazarnos a nuestra madre, pareja o el perro. Pero hasta la llegada de ese momento de súplica y rendición a lo inevitable, bien seguro que a todos nos gustaría ajustar algunas cuentas, no vaya a ser que en el Juicio Final también haya abogados.
La milonga de las escenas de pánico del año 1000, que nunca existieron, iban a hacerse ahora realidad, solo que en lugar de dejarnos llevar por el terror ante el advenimiento del Anticristo,nos liaríamos la manta a la cabeza para ir tachando nombres de nuestra lista negra a golpe de faca y recortada. Porque así somos los humanos, rencorosos cual ángeles vengadores, cabrones como perros del hortelano del infierno. Aquí no sobrevive ni Dios.
Pero tranquilos, que como pasó con el Efecto 2000, ese que iba a dejar caer a los aviones sobre nuestras casas, no pasará nada. El sol saldrá, el paro aumentará y la vida seguirá su discurrir habitual. Y los agoreros apocalípticos de turno se sacarán de la manga dentro de unos meses un almanaque azteca, un párrafo bíblico o cualquier otra sandez con sabor a antiguo, que ya se sabe que cualquier mierda, cuanto más vieja y oriental sea, más axiomática tiene que ser, y volveremos a estar como los galos de Asterix,temiendo que el cielo se desplome sobre nuestras cabezas.


El Pueblo de Albacete,  17 de diciembre de 2012

domingo, 2 de diciembre de 2012

Románticos, pasando por París

En mi barrio somos tan románticos que todavía vamos al videoclub. Incluso hay quien usa el móvil solo para hablar por teléfono, que lo he visto yo. No está nada mal eso de que, de vez en cuando, echemos el freno de mano para tener tiempo para paladear un momento de nuestro pasado más cercano. Quizás en los pueblos baste con darse una vuelta por las eras, o ir a la matanza de la tía Agustina, para sentir en las entrañas que, a pesar del 3G, hay cosas que no cambian, pero en la ciudad, aunque esa ciudad sea nuestra paleta Albacete, hay que escarbar un poco más. Y es que, de tanto en cuando, necesitamos ese reconfortante vistazo atrás, satisfacer el ansia de nostalgia, y sentir la seguridad que da la familiaridad, lo reconocible, para poder tirar para adelante.
Porque ser romántico está bien. Es bueno dejarse llevar por el sentimentalismo, y más en otoño. Y sí, se puede ser romántico, sentimental y soñador cerca de casa. No hace falta ir a París. Qué demonios tiene París que todas las mujeres quieren ir para allá. Ojo, y no de visita normal, en plan vacaciones, sino de visita “romántica”, entendida desde el punto de vista del “amor”. Porque, de alguna manera, lo de “París, ciudad del amor” se ha insertado en el cromosoma X desde hace generaciones, y por ello, cada año cientos de miles de hombres son arrastrados contra su voluntad a hacerse la foto de enamorados con la Torre Eiffel de fondo. Si te fijas bien en estas fotos, por cierto, verás en los ojos de ella un brillo demente de satisfacción; en los de él no se aprecia más que cansancio.
¿Y aparte de la visita a la torre de acero más famosa del mundo, que tiene su aquel a pesar de las largas colas, y de la obligada cena en el Sena con velas y una reforzada tarjeta de crédito, qué se hace en París que sea romántico y amoroso? La respuesta es pasear. Pasear cogidos de la mano.
Pasear desde la plaza Abesses, en Montmartre, a Saint-Germain, pasando por el Marais, callejeando de plaza en plaza, viendo escaparates de cosas que no puedes pagar, menos después de la cena romántica, y cafés con historia, donde artistas de los que apenas has oído hablar se cogían sus cebollazos hace cien años. Pasear por las orillas del Sena, sin dejar de cruzar ni un solo puente: el Saint-Luis, el Des Arts, el Del Alma… Pasear por delante del Louvre, de Notre-Dame, de la ópera, del café de Amelie. Pasear por los Campos Elíseos, que no son pequeños… Pasear por todos y cada de los rincones de la ciudad con capacidad para parecer nostálgicos, evocadores y sentimentales.
Y así, venga a andar, venga a pasear, con el brazo dormido hasta el hombro, a lo largo de interminables kilómetros y kilómetros de París, como intentando recolectar las partículas de amor que deben desprender estos sitios, hasta que, de puro agotamiento, comiences a sufrir un colapso por fatiga extrema, que es un mal muy de atletas, con mareos y alucinaciones, empieces a contagiarte del entusiasmo romántico de ella hasta perder el control, y -¡es una trampa!- acabes pidiéndole que se case contigo en cualquier rincón parisino que parezca sonarte de alguna película que has visto en su sofá. Un consejo: para no tener que comprar un anillo lo mejor es entrenar en maratones y llevar un buen puñado de frutos secos para evitar el bajonazo de la hipoglucemia.
Y mientras te atiborras de almendras a escondidas, y te encuentras como si hubieras participado en el Iron Man de Hawai, piensas si de veras era necesario patear una ciudad que no es la tuya hasta el delirio para sentirte febrilmente enamorado. Las vejigas de tus pies dicen que no. Qué tiene de romántico París, que en Albacete no tengas, casi lo mismo, pero más corto. Hay parques, hay edificios con historia, músicos callejeros, café del caro, el Depósito del Agua para hacerte fotos… Si quieres río y velas, a cenar a las Mariquillas. Y si te sientes bohemio, pues vas al videoclub y alquilas Moulin Rouge. O Amelie.

Según A.L.A., "el romanticismo es lo de antes de follar".

El Pueblo de Albacete, 3 de diciembre de 2012

domingo, 25 de noviembre de 2012

A belén, televisores

Hoy traigo dos apuntes para que ustedes lo lean bien.
En primer lugar, en un mundo dominado por la tecnología, donde tener internet se ha vuelto imprescindible, a pesar de lo caro que es y lo penoso de su servicio en España, sobrevive, no ya fuera de órbita sino como de otra dimensión, el teletexto. El teletexto es feo, tosco, lento, primitivo, pero aún así cuesta renunciar a él. Sigue ahí, detrás del 3D, el plasma, las guías interactivas y el bluetooth. Desde que entramos en la era TDT, nuestros supertelevisores tienen diez mil funciones inútiles, y sus mandos a distancia, más botones que una calculadora científica. Frente a las opciones chorras absurdas que no sólo no sirven para nada, sino que encima molestan, cosa muy característica de este siglo XXI, tenemos los numericos y los cuatro colores del teletexto. Quieras lo que quieras, ahí lo tienes. Sólo hay que pulsar tres números y esperar a que corran los dígitos para ver una sinopsis, las últimas noticias, el tiempo o las loterías.
Y sí, todo eso podríamos tenerlo más rápido a golpe de móvil. Pero el teletexto es gratis.Y además es familiar. Qué otra cosa hay que una más a unos hermanos frente a los padres, cuando el cabeza de familia pone de improviso el teletexto encima de Los Simpson, para ver en qué acabó la primitiva. O esa media naranja que aprovecha el intermedio de una película “de amor/ardor” para ver el resultado del Real Madrid-Alavés. Despreciar el teletexto es olvidar nuestro pasado, creer que el mundo en el que vivimos es una fantasía tecnológica digital, que -pese a muchos- esto no es Blade Runner, sino Mad Max, que internet no es el oráculo de Delfos. Al pijo con la inmediatez de Google, la vida no funciona así. Mirar el teletexto es comprender cómo funciona el cerebro y el alma humana, es vernos a nosotros mismos.
Otro apunte. En estas fechas siempre me siento como un pobre desgraciado al que se le ha calado el coche en un paso a nivel, y no hay manera de ponerlo en marcha, mientras se le viene encima un tren de mercancías a trescientos y pico por hora. Ese tren es la Navidad.
Y en tanto llega la temida embestida, por delante de mis ojos, en lugar de ver la historia de mi vida proyectada como una película, solo veo anuncios de turrón, colonias, juguetes, papa noeles, arboluzos decorados para la cabalgata del orgullo gay, reyes magos, rebajas y demás parafernalia estresante que convierte las últimas semanas de diciembre en un infierno. Perdón, la Navidad ES el infierno. Y dentro de toda esta vorágine de caos, no puede haber cosa que me dé más lo mismo que los belenes. Los belenes emergen por todas partes, y es cierto que los hay muy trabajados, muy curiosos, cas obras de arte, pero son los menos. Lo alucinante son los caseros, los que montan algunos en sus casas. No me parecen mal ni bien, pero no deja de resultarme extraño que esos mismos adultos que te miran raro cuando juegas a un wargame, o montas una escenografía, se afanen en reproducir un pueblo judío de hace dos mil años, por el que pasa un río de papel de plata.
Y lo peor no es que no respetan ningún criterio histórico, no hay más que ver el batiburrillo de figuras anacrónicas que pueblan la inmensa mayoría de ellos, sino que muchas veces los muñecos ni siquiera obedecen las más elementales reglas de la escala, y ahí puedes ver gallinas grandes como perros, perros como caballos, un camello tan alto como San José, y un niño Jesús de cinco años tumbado en un pesebre made in China. Si a todo ello le añades una vomitona arco iris de luces parpadeantes que emergen de los huecos más insospechados, o brotan del suelo de serrín al pie de un pino canadiense de plástico típico de la comarca de Nazaret, ¿no es para volverse loco? Pues ahí los tienen, y sus creadores tan orgullosos, tan empeñados en que los veamos que lo único que puedes decirles es ¿Así?, ¿a palo seco?
Por eso me encanta cuando hay críos en la casa y terminan por dotarle al paisaje belenístico su particular toque infantil: un playmobil subido en la mula, varios indios de plástico asaltando la caravana de los reyes magos, y un Porsche 911 Carrera aparcado junto al portal que, a buen seguro, traería a algún muñeco banquero con una orden de desahucio.


El Pueblo de Albacete, 26 de noviembre de 2012

domingo, 18 de noviembre de 2012

La apoteosis de los macarrones

Atendiendo a los lectores habituales que achacan que en las últimas columnas me estaba poniendo demasiado intenso y existencialista, paso a contar hoy un hecho verídico relacionado con la cocina.
Ubiquémonos en un piso de estudiantes hace ya dos décadas adonde habíamos arribado no menos de seis personas en una noche de esas largas que no acaban ni aún saliendo el sol. Nuestros cuerpos, castigados duramente por las inclemencias de la prolongada jarana, reclamaban a la par descanso y alimento, sin que acabáramos de decidirnos qué saciar primero, si el hambre o el sueño. Una rápida votación a bote de cerveza alzada decantó el orden del día por la cocina, y ya con el estómago lleno, yaceríamos donde se pudiera.
Con esa determinación que da el haber caído en la marmita de la poción mágica repetidas veces, y a falta de un Clemenza que nos hiciera de chef, nos plantamos los seis en la pequeña cocina listos para encender los fuegos y saciar el apetito con lo que allí encontrásemos. Tras un rápido inventariado, la opción más lógica, por comodidad y rapidez, fue hacer macarrones.
En una olla descomunal previamente llena de litros y litros de agua, y recios puñados de sal, arrojamos kilo y medio de pasta. Este punto de la receta no había lugar a discusiones.
No ocurrió lo mismo con el sofrito. Resultó imposible delegar la tarea en una sola persona, puesto que todos tenían su propia receta, su punto clave, su sistema a la hora de freír las cosas, así que se optó por admitirlo todo.
En una paellera, calentamos aceite. Luego se le echó cebolla. Picada y sin picar, pues había a quien le gustaban los trozos grandes. Alguien picó un ajo y lo arrojó también. No había menos de tres útiles de madera dándole vueltas a aquello a la vez. Otro encontró una lata de champiñones laminados, y al fuego que fueron, con caldo y todo. Del fondo de la nevera se recuperó algo de embutido: unas chullas de jamón serrano, algo de salchichón y chorizo y medio. Todo fue convenientemente troceado y añadido a la paellera.
Bullía la pasta ajena al maremagnum que se freía en el fuego vecino. Corrían aún las latas de cerveza barata y todavía quedaba mucho por añadir. Un valiente espizcó una corneta por encima del sofrito, por aquello de darle cuerpo y picor, ignorando que el chorizo que habíamos puesto antes venía cargado con pimentón del mismísimo infierno. Aquello del “darle cuerpo” convenció al resto, que tomaron por asalto los frascos de especias y fueron lanzado puñados de orégano, tomillo, romero, pimienta negra y blanca, albahaca y juraría que hasta canela. Todo ello entre empujones, risas y enfados a la par, pero sin miedo ninguno. Supiera lo que supiera, aquello nos lo íbamos a comer.
Mi aportación que resultó insólita, y por suerte, única, fue verter medio vaso de coñac Soberano, para ver si el alcohol lograba depurar algún sabor de aquel mejunje. En cuanto se evaporó lo espirituoso, cayó como lava el contenido de dos o tres tetrabricks pequeños de tomate frito, que los removedores repartieron por igual por toda la paellera. En aquel punto los macarrones estaban más que cocidos, pero se puso el fuego al mínimo porque allí todavía quedaba mucho por decir.
Y así, se volcaron unas salchichas frankfurt partidas en tres trozos cada una y, en un giro cinéfilo, unas albóndigas -de lata- en honor a El Padrino. Cuando la argamasa parecía lista, emergió una voz quejumbrosa reclamando que él hubiera preferido los macarrones con nata, a la carbonara, y para no defraudarle, otro tetrabrick de nata fue extendido sobre la ya consistente salsa, a todas luces apocalíptica.
Escurridos los macarrones con ayuda de dos o tres coladores y un trapo de cocina, acabamos por vaciarlo todo sobre la paellera que, llevada en volandas hasta el salón, fue colocada con honores en la mesa, ante la mirada, entre ansiosa y estremecida de todos los presentes.
Fue entonces cuando hizo acto de presencia ¡una mujer! que no daba crédito a lo que veían sus ojos. Su actitud descreída y reprobadora fue el acicate que necesitábamos todos para lanzarnos como perros hambrientos sobre los macarrones definitivos, de los cuales dimos buena cuenta, aunque fue imposible acabárselos todos.
Solo entonces, atiborrados hasta las orejas, nos concedimos un merecido descanso. No hubo ni un ardor, ni un retortijón, ni un mal gas. Solo la extraña sensación compartida de haber vivido un momento irrepetible.


El Pueblo de Albacete, 19 de noviembre de 2012

domingo, 11 de noviembre de 2012

Reto Fanzine 2012 (II)

Ya tenemos fecha definitiva para el Reto Fanzine 2012. Será el 22 de diciembre de 2012, o día 1 después del fin del mundo, en la cafetería Aqua, a las 19.30 horas. Se ha complicado la cosa por cuestiones de trabajo, y ya conocemos algunas bajas de miembros honorables que no podrán asistir. A todos ellos les mandamos un fuerte abrazo y esperamos que al menos dejen que les presenten sus fanzines.
También correremos el riesgo de encontrarnos en el bar con las aficiones futboleras que quieran ver a sus equipos por la tele. Por fortuna, los de los fanzines voceamos más que cualquier graderío, y más con tres cervezas.
Así que ya podeis poner en marcha los teclados, las grapadoras, las parejas que ayudan a fotocopiar y doblar folios, ese amigo que sabe dibujar, el otro que escribe poemas en servilletas...
Nos vemos en cincuenta días,a más tardar. Si Willy Fog dio la vuelta a más de medio mundo en este tiempo, cómo vosotros no vais a poder haceros algo..

El precio de la nostalgia

Es una lástima ser un proletario de medio pelo porque he encontrado un filón en el que invertir dinero: la nostalgia. Aquello de comprar cuadros u obras de arte no tiene ya ningún sentido a estas alturas; el mercado está tan saturado que lo único que se ha conseguido es elevar a los cielos a autores ciertamente patateros y equiparar una mierda seca al David de Miguel Angel. Por la misma senda de la extenuación discurre el sector del coleccionismo de cosas de celebrities, donde ya no quedan maletas de los Beatles por descubrir, y lo mismo se subastan por cantidades absurdas un pelo del bigote de John Lennon que las bragas con las que fue enterrada Marilyn.
Lo anterior demuestra que vender emociones vinculadas a buenos recuerdos da dinero. Se nos aplica el paradigma de la moda cíclica, que dice que lo que se lleva hoy se volverá a llevar pasado mañana, teniendo en cuenta que este enunciado no es más que una decisión dictatorial de la mercadotecnia para salvar los muebles en horas bajas de creatividad, y funciona, debido al concepto de apego generacional, que dice que una generación añora siempre los elementos comunes de su infancia. Generar nostalgia es, pues, un trabajo duro que desemboca en un negocio redondo.
Mirad a vuestro alrededor. La publicidad se ha encargado de meternos en la cabeza a lo largo de la década de los dosmiles y con más fuerza en esta, cómo molaban los ochenta. Antes de la crisis, cuando ser mileurista era un estigma y no un sueño al que aspirar, comenzó a gestarse este mercado de la nostalgia ochentena. Entonces, volviendo a los tiempos precrisis, quienes tenían dinero en abundancia eran los treintañeros, cuya infancia transcurrió en los ochenta, ergo había que venderles cosas relacionadas con aquellos años. Negocio redondo. Y más en España, donde las circunstancias políticas de nuestro país lograron forjar una generación bastante homogeneizada, con un pasado común de Espinete, Quimicefa, Marco y su mono, Zubizarreta y Butragueño, Alaska y los Electroduendes, el bigote de Resines, el VHS, la EGB, Chuck Norris, Los goonies, Trivial Pursuit, Mario Bros y Sonic, parkas coreanas, chicle Cheiw, la BH California, Naranjito, Coco-guagua, El imperio Cobra… En fin, un largo etcétera del que quien mejor ha sabido aprovecharse son los monologuistas del Club de la comedia.
Y al igual que estos tipos tan graciosos tratan de establecer un rápido vínculo de empatía con el público con referencias nostálgicas comunes, lo que, por otra parte, no deja de ser un truco, un parche en el monólogo, del mismo modo la industria ha intentado seguir vendiéndonos lo mismo, pero ahora entroncándolos con esa parte de nuestra mente que echa de menos los tiempos preadolescentes, cuando éramos básicamente felices. Cómprate esta camiseta con la abeja Maya, y siéntete feliz como cuando eras un crío, parecen decirte. Adquiere un icono de tu pasado por veinte euros y revive aquel momento en el que lo tenías todo gratis. Hasta amor.
O mejor aún, cómprate tú ahora lo que tus padres no quisieron, o pudieron, pagar entonces. Cúrate esa herida, el trauma de aquellas navidades en las que habías pedido a los –únicos e inigualables- Reyes Magos la Casa Grande de Pin y Pon, un Scalextric, o el barco pirata de -ojo- Famobil, y te trajeron tres pares de calcetines y un Airgamboy, o una caja de piezas de Tente. Cómpratelo ahora por internet.
Porque toda esa morralla de nuestra infancia perdura en la red de redes. Está ahí, para quien pueda pagarlo. Y este es gran el negocio especulador del que hablaba al principio. No hay más que ver los espectaculares precios de algunos juguetes originales de la época. Cifras de escándalo para un país inmerso en el abismo económico y el drama social, y ahí tenéis, el barco pirata de Famobil original por 150 euros, un En busca del Imperio Cobra en perfectas condiciones por 50 lereles, o cualquier álbum editado por Grijalbo de Spirou, que rondan entre los 20 y los 100 mauricios (la colección completa la he visto por más de dos mil pavos).
Dinero que puede hallarse en vuestros trasteros, en los altillos de casa de tu madre, o de los abuelos. Recuerdos que quizá no necesitas tanto como pagar el recibo de la luz y que otra persona está deseando comprar. Lo dicho, es la situación es ideal para especular e invertir en nostalgia. Mejor que el oro, oiga.

 
No es una leyenda urbana, realmente el Gran Juan Pardo compuso esta canción.


El Pueblo de Albacete, 12 de noviembre de 2012 (12-11-12)

domingo, 4 de noviembre de 2012

Más tiempo

Apenas sabemos valorar el tiempo que tenemos. Porque si hay algo que malgastemos constantemente es nuestro tiempo. Tiempo de vida, de existencia, ojo. Lo dejamos correr, como el agua que se escapa de entre nuestros dedos para perderse para siempre por el desagüe, sin sacar ningún provecho de ello. Y es que nos hemos acostumbrado o, más bien, nos han vendido la moto de que el tiempo es infinito, y que tenemos de sobra, para casi todo. Pero no es así, es como una botella de agua que vamos apurando a sorbos y que nunca volverá a llenarse. Un despilfarro inútil.
Son estos defectillos de la vida occidental los que me tocan las narices.
La muerte es el final. La cuenta atrás llega a cero y, zas, al pijo, se acabó lo que se daba. La parca está ahí, ahí mismo, sentada a tu lado afilando la guadaña con aire distraído mientras mira el marcador de tu tiempo. Y tú, mientras, no estás haciendo nada con tu vida. Sólo la dejas correr a ver a dónde te lleva. Y yo no sé si hemos perdido el miedo a la muerte, nos da lo mismo, y al fin han ganado las fuerzas oscuras que querían dominarnos y convertirnos en borregos, simple ganado pasivo alimentado a fuerza de tecnología barata, comida basura y muebles baratos de Ikea. O por el contrario, en lugar de perderlo lo hemos olvidado, nos hemos desacostumbrado a la presencia natural de la muerte, y lo que para nuestros abuelos era algo natural, jodido, pero normal, demasiado próximo quizás, para nosotros ni existe, o acaso lo percibimos como una tormenta, un huracán, un fenómeno natural que hace acto de presencia de vez en cuando, mata a alguien lejano -nunca a nosotros-, y se esfuma dejando un mal recuerdo.
Hasta que un día el rayo le cae a alguien próximo, muy cercano, y entonces ¿qué? ¿No somos nadie? ¿Adiós Matrix? ¿Oh Dios mío, qué estoy haciendo con mi vida?
Porque ahí estamos nosotros, negacionistas perdidos, pretendiendo congelar nuestro tiempo vital. Asustados ante la idea de marchitarnos con los años, de envejecer, de convertirnos en abuelos gagás, sin darnos cuenta de que, con la basura que comemos, bebemos y respiramos, aquel que llegue a octogenario será un privilegiado y el resto nos quedaremos en la cuneta a mitad de camino, comidos por los cánceres y/o los virus. Y lo que es peor, nos iremos con la sensación de que no hemos hecho nada.
Lo más importante para una persona es su tiempo.
El tiempo debería ser el nuevo dinero, pero me contentaría con que fuera un incentivo laboral. Tener euros en la cartilla está bien, pero es mejor tener tiempo libre, para gastarlo en lo que se quiera. Lo probamos un poco cuando nos dan vacaciones y días de libranza, y chico, cómo nos gusta. O mejor aún, con ese magnífico invento que es la jornada continua, de la que disfrutan solo los privilegiados –sí, lo sois-, que les dejan prácticamente 16 horas seguidas al día para malgastarlas como les dé la gana. Para descansar, para leer, para pensar. Para crear. Este debería ser un ideal laboral por el que todos deberíamos luchar.
Mientras tanto, habría que sacudirse la capa de apatía que nos han echado encima y empezar a aprovechar el tiempo que tenemos, vivir el presente. No hacerlo no solo es triste, sino estúpido. Tan estúpido como vivirlo tan intensamente como si no hubiera un mañana. Que el carpe diem está muy bien para los poetas, pero es mejor, y está mejor empleado, procurar vivir un día tras otro que tirarse por un puente por hacer el gilipollas extremo. No puede ser tan difícil.


El Pueblo de Albacete, 5 de noviembre de 2012

domingo, 28 de octubre de 2012

Cuerdas y ladrillos

En la misma mañana me tropiezo por la calle con un abuelo que camina a lo suyo, con varias largas hebras de cuerda de plástico en la mano, y dos chiquillos que vienen de jugar al fútbol sala, y van pateando un ladrillo.
El abuelo camina en línea recta,  mientras va trenzando las cuerdas  casi con una sola mano. Es una acción rutinaria para él, y lo hace con maestría, sin mirar lo que están haciendo sus dedos. Mira hacia adelante, teniendo cuidado en los pasos de cebra. Incluso se para antes de cruzar y le hace señas al coche se que ha detenido ante él de que pase primero. O lo que es lo mismo, el peatón acaba de cederle el paso al automóvil. En un paso de cebra. El conductor no se lo piensa dos veces y tira para delante, sin agradecerle el gesto. O al menos, desde mi posición, no he visto que le haga ningún gesto. Solo entonces el hombre, que mira a izquierda y derecha, cruza y prosigue con su pausada caminata. Me recuerda a mi propio abuelo, que también parecía tener un don para trenzar cuerdas, gomas elásticas y, sobre todo, esparto, hasta convertirlo en toda clase de cosas: vasos, sombreros, fundas para las botellas de vino... Un saber que se perdió con él, por cierto.
Poco después me encuentro con los dos críos. Vestidos con el mismo chándal con el nombre y el escudo de su equipo serigrafiados, cargados con dos abultadas mochilas donde, supongo, llevarán el resto de la equipación. No tendrán más de trece años, aunque no sabría decirlo porque datar a ojo a la gente nunca se me ha dado bien. El caso es que van los dos por la acera, hablando a voces, driblándose el uno al otro golpeando con el empeine un buen trozo de ladrillo de los de nueve agujeros.
Los críos no miran por donde van. Patean, chutan, descascarillan sin conocimiento ninguno su calzado deportivo y el ladrillo. No se fijan en los demás peatones, o en los vehículos que están aparcados. En un momento dado, uno de los dos se da cuenta de que uno de los lados del ladrillo está tan afilado que podría clavárselo, así que llama la atención de su compañero y, de un puntapié, lo lanza hacia el medio de la carretera. Para ver qué pasa si lo pilla un coche. Se echan a reír. Entonces se percatan de que los estoy mirando, se vuelven a reír y aprietan el paso. Un coche, en efecto, pasa por encima del ladrillo y lo destroza, sin daños aparentes en el neumático. Pero el ruido seco, el chasquido de la arcilla, les hace correr hacia la esquina.
Igual que el hombre mayor me recordaba al abuelo, me pregunto si los enanos estos me recuerdan a mí. Porque mientras que el primero me resulta entrañable, a los segundos los cogería por el cuello y les haría cargar con un palé de ladrillos por toda la Circunvalación. Dos veces. Creo que sí, que de pequeño también fui un poco trasto -el chiquillo no es malo, es revoltoso, inquieto, que decían las abuelas-. Como los dos protofutbolistas, también debí ser un poco gilipollas. Por suerte, uno crece y puede deshacerse de esa gilipollez como se deshace del acné, del pelo y los abdominales. Aunque se ve que no todos lo consiguen.
¿Puede el paso de los años convertirnos de críos insufribles a venerables ancianos? Mi abuelo apenas me habló de su niñez, así que no tengo ni idea. Tendré que preguntarle al abuelo de las cuerdas la próxima vez que lo vea. Y a los padres de los dos elementos estos, también debería dedicarles unas palabras...


El Pueblo de Albacete, 29 de octubre de 2012

domingo, 21 de octubre de 2012

Exclusivos e imbéciles

Esta semana pasada se me han roto el coche y la fregona. Como siempre que se rompe alguna cosa, lo hace cuando más lo necesitas.
En el caso del coche, no sólo lo necesitaba para mi día a día, sino que, por añadidura, lo que a buen seguro no necesitaba era gastar doscientos euros en la reparación. Doscientos euros pasado el día quince de cada mes es una fortuna que hay que atesorar, distribuir, y gastar con cuidado extremo. Aflojar la gallina delante de un mecánico que tiene aspecto de no haber sudado ni diez minutos delante del coche es, cuanto menos, tan doloroso como una patada en los pendulantes. Y que conste que le estoy enormemente agradecido a este hombre que, como decía el cuento, no se le paga por apretar un tornillo, sino por saber qué tornillo hay que apretar. La explicación que me dio sobre el porqué de tan elevada suma por reemplazar la pieza rota fue que los recambios de esa marca son muy caros, y que, hay que joderse, o se les pone los suyos o nada. Nada de marcas blancas, genéricas, hacendado. Las suyas o nada.
Y yo pienso que hay que joderse. Porque si hay algo que me pone furioso son estas exclusividades de marca que lo único que consiguen es hacerte la vida más difícil, sacarte los cuartos injustificadamente, y que acabes renegando de la maldita marca de por vida. Sucedía hasta hace unos años los cargadores del móvil, hasta que –gracias a Odín- a alguien se le ocurrió obligar a los fabricantes a adoptar el puerto mini USB. Sucede aún con los malditos productos Apple, y sus clavijas y puertos diferentes, que te fuerzan a un matrimonio con ellos de por vida, sin infidelidades, e invirtiendo en ellos periódicamente grandes cantidades de dinero.
¿Pero no habíamos quedado que la economía era global? ¿Que el mundo entero era un gran zoco? ¿Qué demonios pinta entonces aquí un puñetero palo de fregona que sólo admite sus repuestos originales?
Porque ese fue el caso de mi fregona. Menos dramático y proporcionalmente más barato que el arreglo del coche, pero igual de irritante. Solo necesitaba fregar la cocina e irme, ojo, solo fregar e irme a la calle. Pero había que fregar, sí o sí. Para ello contaba con un palo rojo extralargo, un cubo lleno de agua con lejía, y un mocho random. El palo y el mocho se mantuvieron unidos durante los primeros dos minutos y luego se separaron. Estupefacto, tarde un poco en percatarme de que el problema radicaba en que lidiaba con dos chismes incompatibles de marcas distintas. Absurdo. Si hubiera querido una fregona exclusiva, la tendría con el palo de platino y diamantes, forjado en las minas de Moria, con el mocho de hebras de algodón egipcio procesado por la mano de cien vírgenes pelirrojas, y me la hubiera comprado de una tienda de fregonas de alto standing del barrio de Salamanca de Madrid. Pero lo único que quieres cuando te compras una fregona en el supermercado es fregar, e irte a la calle.
El ingenio me sacó momentáneamente del apuro. Dos vueltas de cinta americana y retrasé el divorcio fregotil lo justo para terminar mi cometido, sabedor de que, más pronto que tarde, deberé acudir a por el mocho de marca. Someterte a la política imbécil de una marca comercial, que necesita recurrir a estas argucias barriobajeras para conseguir fidelizar (por la fuerza) a sus clientes. O puede que me deshaga del palo traidor y busque uno universal. Pero eso ya el mes que viene.



El Pueblo de Albacete, 22 de octubre de 2012

domingo, 14 de octubre de 2012

Desequilibrados

Estaba viendo el otro día “La trampa”, un triple documental sobre la influencia de la teoría de juegos en el diseño de nuestra sociedad en los últimos cincuenta años. La teoría de juegos es una rama de las matemáticas que estudia las decisiones en las que, para que un individuo tenga éxito, tiene que tener en cuenta las decisiones tomadas por el resto de los sujetos que intervienen en la situación. Como en el ajedrez, no se trata de preguntarnos qué hacer, sino qué hacer teniendo en cuenta qué creemos que va a hacer el otro, según lo que crea él que vas a hacer tú.
En su aplicación en la vida real, nos encontramos con el llamado equilibrio de Nash y el famoso dilema del prisionero. Dos sospechosos de un crimen son puestos en celdas separadas y aisladas. Si ambos confiesan, cada uno será sentenciado a tres años de prisión. Si sólo uno confiesa, el chivato será liberado y usado como testigo contra el otro, quien recibirá una pena de diez años. Si ninguno confiesa, ambos serán condenados por un cargo menor y tendrán que cumplir una pena de sólo un año. La estrategia está clara, ninguno se va a arriesgar a no confesar no sea que el otro te acuse, así que ambos sospechosos confiesan y obtienen entonces una pena de tres años de prisión cada uno. El mal menor. Se ha llegado a un equilibrio, donde ambas partes no pueden cambiar sin empeorar.
El ejemplo que aparecía en el documental era una variante aún más clarificadora de este dilema. Vuelven a escena los dos ladrones. Uno tiene un diamante robado de gran valor y el otro el dinero para comprarlo. Para evitar conflictos, ambos acuerdan hacer el intercambio llevando cada uno el botín en una maleta a un sitio, a la misma hora y dejarlo allí para que el otro lo recoja una hora después. Según el equilibrio de Nash, ninguno de los dos ladrones cumplirá el trato, puesto que lo lógico dicta que no hay que dejar nunca tu maleta. Así, si vas al punto convenido y resulta que el otro tipo ha cumplido su parte, tú te lo llevas todo, pero si el otro tipo ha visto el mismo documental, al menos te queda tu parte. ¿O acaso tú serías el tonto que se arriesgaría a quedarse sin nada por seguir las instrucciones al pie de la letra? Sería ilógico.
Problema: John Nash, por aquello de que además de matemático, padecía esquizofrenia paranoide, no contaba con la irracionalidad del ser humano. Porque la lógica, la teoría de juegos, el maldito equilibrio este solo funciona con personas totalmente egoístas, sin cabida para la caridad, el honor, el altruismo, la sinceridad, el odio, o la venganza. Y sucede que las personas, salvo los economistas, no somos así. Ignorar, como lo han hecho sucesivamente los políticos y demás gente con poder, que han seguido estas pautas para sus planes económicos, sociales, psicológicos, militares, la impulsividad humana, y sobre todo, la capacidad para hacer el bien y el hijoputa, es un gravísimo error que estamos pagando ahora. Y lo que te rondaré, morena.
Dicho en otras palabras, y volviendo al ejemplo anterior del diamante y los ladrones, la lógica no contempla dos casos bien plausibles: a) que, en efecto, el trato se desarrolle tal y como estaba previsto, cumpliendo con la palabra dada, con todos los beneficios a medio y largo que esto puede implicar; y b) quizás la opción más humana de todas: que uno de los dos ladrones, no solo no deja su maleta en el punto acordado, sino que se aposta allí hasta que aparece el otro tipo, entonces lo embosca, lo machaca y le roba su parte.  Nuestra capacidad de tomar decisiones más allá de la lógica es lo que nos hace ser humanos, en lugar de fríos y calculadores robots. Es lo que nos convierte en el héroe que se sacrifica por los demás, o en el villano que lía una matanza porque sí. Y por mucho que se empeñen mercados e instituciones, las personas jamás podremos encajar en un sistema ideado para vulcanianos. Hay que asumid de una vez que somos incapaces de respetar, u obedecer, las pautas de la lógica. Porque unos se pasan de buenos y de honrados, y otros no saben ni lo que esto significa. Lo mejor y lo peor de cada casa se ciscan a cada momento en la teoría de juegos. Porque el lema de la humanidad es “hecha la ley, hecha la trampa”.
Y esto no significa que hayamos de sumergirnos en el caos y la anarquía, sino que hay que dejar de pensar que los números son la palabra de Dios, que todo se solucionará ajustando y cuadrando las cuentas. La economía y sus modelos matemáticos no son compatibles con los seres humanos. Pero si una máquina autoconsciente quisiera someternos, empezaría por ahí. Al final, verás como Skynet no necesita enviar un T-800 contra Sarah Connor para vencer.



El Pueblo de Albacete, 15 de octubre de 2012

lunes, 8 de octubre de 2012

Reto Fanzine 2012

Pues va siendo hora de ir convocando el Reto Fanzine de este 2012. El octavo ya, nenes.Así que ya tenéis en qué pensar durante este puente del Pilar. No hay excusas para llegar el último día con los folios sin grapar o sin corregir. Después de toda la actividad literaria que hemos tenido este año, en especial con el Sábado Negro, es de esperar que este año superemos todas las expectativas de calidad, cantidad, cariño y cerveza. O no.
Muchachos, toca moverse. Es momento de engañar y/o sobornar a los amigos, sobre todo los que dibujan, de estrujarse los sesos buscando de qué escribir, de pedir colaboraciones, de buscar esos poemas que hiciste una noche de farra, de recordar cómo funciona lo de hacer pdfs, dónde está el corrector del word, dónde está Vianet o cualquier otro sitio de fotocopias...
Amenizará la velada el grupo Rock Bottom Remainders, que incluye a Amy Tan, Stephen King y Scott Turow

Como otros años, la fecha aún no es definitiva, por cuestiones laborales más bien, pero las dos fechas más plausibles son 21 o 27/28 de diciembre.  El lugar y la hora no cambian: cafetería Aqua, a las 19.30 horas. Como estamos en plan innovadores, se puede plantear cambiar la milenaria cena en el chino por otro lado, eso ya lo vamos viendo. Toda sugerencia respecto a la fecha y cenódromo será tenida en cuenta. El resultado final lo pondré por aquí antes del día de los muertos.


Los Fanzinemen vuelven a la carga.
Voten, comenten y sugieran, pero sobre todo:
ya sea con ce o zeta, 
haced fanzines
no os toqueis las pelotas!


Otros años:
http://emilioelmoro.blogspot.es/1326055440/
http://sherlockholmes.lacoctelera.net/post/2009/12/27/celebrado-reto-fanzine-albacete-2009-11-fanzines-la
http://shipsburnin.blogspot.com.es/2010/12/dia-de-los-inocentes-reto-fanzine-2010.html

http://shipsburnin.blogspot.com.es/2011/11/reto-fancine-2011.html
http://eljuegodelmuerto.blogspot.com.es/2011/11/reto-fanzine-2011.html

domingo, 7 de octubre de 2012

Batalla más allá de La Estrella

Tiene gracia que el jaleo político independentista y federalista me haya traído a la cabeza un viejo cuento que escribí en los noventa y que nunca llegué a terminar. Se trataba de una historia de ciencia-ficción que transcurría en Albacete, hacia el 2022, o sea, justo dentro de diez años. Cuando comencé a teclear este relato, en plena vorágine del ciberpunk, la cifra de los dosmiles se antojaba tan cercana como misteriosa, impredecible. En cierto modo, así ha sido, si bien más que vivir en un mundo a lo Blade Runner, nos vamos pareciendo más al posapocalíptico Mad Max. O mejor dicho, en una década en la que deberíamos tener implantes en el córtex donde encajarnos chips a los que descargarnos la lengua mandarín, nos falta poco para jugarnos un litro de gasolina a tiros de escopeta.
Pero volviendo al cuento en cuestión, en ese escenario futurible del 2022, España se había convertido finalmente en un estado federal aislado del resto de Europa, compuesto por más de veinte reinos de taifas a la gresca por los recursos naturales del vecino. En el caso de Albacete, habíamos sido anexionados, invadidos más bien, por el Estado Federal de Murcia, tras una rápida pero devastadora guerra de diez días en los campos de Hellín. Las fuerzas militares murcianas derrotaron al pobre ejército manchego gracias a su adquisición en el mercado chino de robots gigantes, tipo Mazinger Z, conocidos en japonés como Mechas, pero que al ser murcianos –he aquí un ejemplo de mi sentido del humor- habían pasado a denominarse Machos.
Uno de los exoesqueletos murcianos.
Los hellineros fueron tachados de colaboracionistas con los invasores murcianos, pero en realidad se habían anticipado a los caudetanos, en tratos secretos con el Estado Federal Che (Valencia), que también ansiaban controlar el llano albaceteño por su valor estratégico como nudo de comunicaciones y puerta hacia el interior de la península.
La vida en una ciudad de Albacete dominada por un gobernador de Cieza, y patrullada por robots Machos no era tan mala, a decir verdad, era prácticamente igual que bajo el mandato de Toledo (en realidad Madrid, cuya urbe había crecido desaforadamente como un cáncer urbanístico hasta absorber Tarancón). De hecho, existía un bloque opositor al intervencionismo madrileño en Talavera de la Reina, de escasa relevancia. También existía aquí, en Albacete, un grupo de resistencia al invasor, personas que no se resignaban a olvidar el murciélago y las torres, gente que quería una provincia independiente de todos. Estos eran los héroes del cuento.
No recuerdo ahora si llegaban a tener algún nombre clave tipo “Comando Pernales”, pero sí que el conjunto de rebeldes estaba compuesto en su mayor parte por cuarentones. La juventud, adormecida a base de chutarse tecnología barata y drogas legales, desencantada de todo, era incapaz de plantar batalla a nadie que no fueran sus padres. Tenían que ser, entonces, los nostálgicos de mi generación quieres cogieran el testigo y se lanzasen a una guerra de guerrillas contra el murciano opresor, teniendo en cuenta que apenas contaban con recursos armamentísticos contra las fuerzas del orden y sus Machos, que había que lidiar con los “amurcianados” (traidores encantados de ser invadidos, generalmente empresarios y gente de billetes, en general), y las tentadoras ofertas secretas de los valencianos, que no renunciaban a plantar la paella en el Altozano y ofrecían a cambio ayuda bélica.
Si a los problemas logísticos de este grupo clandestino, hijos de la EGB, criados en la época con mayor libertad de la historia de este país (“De joven no había toque de queda y podía fumar en los bares...”), les sumabas los propios de sus circunstancias, como hijos pasivos y parejas poco comprensivas, hernias discales y otras enfermedades varias, y trabajos en los que fichar, se evidenciaba que la rebelión iba despacico.
Al menos, hasta que alguien descubría el arma definitiva, que inclinaría la balanza definitivamenjte del bando local, en una confrontación final en el Cerrico.
Y ahí me quedé. No avancé más. Primero, porque pensé que, a mis veinte años, qué narices sabía yo de cómo piensa y funciona un tipo de cuarenta y tantos. Y segundo, que semejante escenario geopolítico era una sandez. Lo de los Machos, en cambio, lo veo tan normal.




El Pueblo de Albacete, 8 de octubre de 2012

domingo, 30 de septiembre de 2012

La cabeza de Murrieta

En la biografía de los personajes más interesantes de la Historia cuesta mucho distinguir qué partes son reales y cuales ficción, qué han añadido y fabulado los cronistas de la época y qué es verdad, que hizo realmente y qué se le atribuye. Con todo esto, lo cierto es que a los amantes y estudiosos del western no se nos puede pasar por alto la vida y muerte de Joaquín Murrieta.
Empieza la historia con el nacimiento del héroe, hacia 1829, no exento de polémica. Álamos (México), Trincheras (México) y Quillota (Chile) se disputan la titularidad de la cuna de Murrieta /Murieta -si es que acaso no estamos tratando con un personaje de pura ficción-, con una intensidad solo comparable a la batalla hispano-lusa por la nacionalidad del Amadís. Disculpen chilenos si en esta breve columna me inclino por la tesis mexicana. Afectado,como tantos otros pobres desgraciados, por la fiebre del oro, abandona su tierra en compañía de su hermano y su mujer rumbo a Colorado en 1850. Cuando la suerte parece que al fin le sonríe, y consigue un puñado de pepitas de oro en su concesión, aparecen unos mineros yanquis que no ven con buenos ojos que un mexicano consiga lo que ellos no pueden, esto es, el oro y una mujer, así que le arrebatan ambos, matando al menor de los hermanos Murieta de paso. Nada del otro mundo en un estado que aplaudía el racismo y la xenofobia contra los mineros mexicanos, chilenos y peruanos que extraían oro.
A Joaquín no le queda otra que jurar venganza.
Joaquín Murrieta,más que convertirse en el Zorro, se transforma en un bandido implacable,tirando de gatillo y cargándose gringos a destajo. Sólo la gente humilde, lo que no tienen un duro, o un dólar, mejor dicho, se salvan de su ira homicida y comienzan a llamarlo el Robin Hood de Colorado, en un aproximación más real a la leyenda del de Sherwood que la que nos han legado los escritores románticos. Otras fuentes menos noveleras, y más gringas, señalan que Murrieta era un criminal que ya traía de serie su propia banda, y que de buscar oro en el río, más bien poco.
El caso es que Murrieta se une y lidera la Banda de los Cinco Joaquines. En sus andanzas cual bandolero no podía faltar un colega que le echase una mano, otro mexicano de pasado truculento de apodo Juan (o Jack) Tres Dedos, de nombre Manuel García. Los Joaquines se convierten en la banda más buscada. Murieta, sus tocayos y Tres Dedos aterrorizan la región y la riegan con la sangre de quien tiene la desgracia de cruzarse en su camino. Las autoridades ponen precio a sus cabezas, 5.000 dólares de 1853, y no tienen otra que crear un cuerpo policial ad hoc, los Rangers de California, para darles caza.
Es entonces cuando se precipita su final. En julio de ese año, los Rangers tropiezan con un grupo de mexicanos, se arma la de dios es cristo, terrible balacera, y mueren dos de los bandidos, supuestamente Murrieta y Tres Dedos, y para demostrarlo y cobrar la pasta, al primero le cortan la cabeza y al segundo la mano mutilada. Conservadas en un jarrón con coñac, los restos fueron paseados por toda California para que el público los admirase como trofeos, y de paso, los reconocieran como genuinos, porque no faltaban malpensados que dijesen que los Ranger se habían cargado a dos mexicanos random para hacerlos pasar por los bandidos y llevárselo calentito. La cabeza se conservó en San Francisco hasta el famoso terremoto de 1906.
Fuera él o no, lo cierto es que después de aquello no hay muchas señales de Murrieta, salvo las declaraciones de sus hermanos, que insisten en que la cabeza del tarro no es la de Joaquín, al que entonces fechan su muerte, retirado y en su hacienda, hacia 1879.
Muerto el hombre, nace la leyenda. Las andanzas de Murrieta, recogidas con mayor o menor fidelidad por el periodista de origen cherokee John Rollins Ridge, aparecen publicadas en una novela, Vida y aventuras de Joaquín Murrieta, célebre bandolero californiano, que elevan a Murrieta a la categoría de héroe nacional, símbolo de la lucha contra el racismo y contra los Estados Unidos. También inspirará la creación del Zorro, corridos, poemas, canciones, una obrita de Neruda, películas... En fin, de todo. Incluida la novela número 100 de El Coyote, titulada El Diablo, Murrieta y El Coyote, donde el Maestro Mallorquí despliega todo su saber hacer para reunir, con la mayor fidelidad posible, a ambos personajes, en lo que sin duda se trata de uno de los mejores ejercicios de mitología creativa española. 



El Pueblo de Albacete, 1 de octubre de 2012

viernes, 28 de septiembre de 2012

El Año de la Rata

¿El 2012, según el horóscopo chino, es el Año del Dragón? Mis pelotas.
Este es el AÑO DE LA RATA.
Y si no, que le pregunten a Alberto López Aroca.


https://www.lanzanos.com/proyectos/charlie-marlow-y-la-rata-gigante-de-sumatra/
http://ratadesumatra.blogspot.com.es/


CHARLIE MARLOW Y LA RATA GIGANTE DE SUMATRA (una aventura de Sherlock Holmes

“Matilda Briggs no es el nombre de una mujer joven, Watson. Es un barco que está relacionado con la rata gigante de Sumatra, un caso para el que el mundo aún no está preparado”.
Sherlock Holmes en “La Aventura del vampiro de Sussex”

Así nos llega la primera noticia sobre el más famoso de los casos no contados del Gran Detective de Baker Street: Ni siquiera el doctor John Watson se atrevió a recogerlo para los lectores de su tiempo.
Ahora, por fin, los amantes de la aventura y los aficionados sherlockianos tendrán la oportunidad de descubrir la verdad que se oculta tras las palabras del más famoso de los investigadores de todos los tiempos, gracias a la primerísima y exclusiva edición de CHARLIE MARLOW Y LA RATA GIGANTE DE SUMATRA, una novela del celebrado Alberto López Aroca, especialista en mitología creativa, pastiches y autor de novelas como Necronomicón Z, Estudio en Esmeralda, Sherlock Holmes y los zombis de Camford o Candy City.


SINOPSIS

Durante una reunión improvisada en el Billiard’s Club de Londres (donde como todo el mundo sabe, nadie juega al billar), un grupo de viajeros y aventureros rememoran las andanzas del marino Charles Marlow —más conocido por ser el protagonista de la novela El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, que inspiró la película Apocalypse Now—, y el viaje que el vapor volandero Friesland realizó en 1893 en busca de un barco desaparecido, el Matilda Briggs, no muy lejos de la isla de Sumatra.

Marlow tendrá que llevar a cabo la búsqueda en compañía de un inglés alto, estirado y extremadamente sagaz, que se hace pasar por un explorador noruego llamado Sigerson. La pista que conduce al Matilda Briggs llevará a Marlow y a su patrón (un enviado del Club Diógenes) hasta una siniestra isla en el Índico, envuelta en una misteriosa niebla perpetua, y cuyo perfil recuerda al de un cráneo…

Los sonidos de los aleteos de extrañas y feroces aves antediluvianas y el lejano eco de un estremecedor gong de proporciones ciclópeas no representan una amenaza inmediata, pero no podemos decir lo mismo de la grotesca criatura que se ha escapado del Matilda Briggs, de la tripulación que se ha hecho con un ingenio perteneciente al Gobierno Británico y anda suelta por la isla, ni de un tercer elemento en discordia (un cazador de tigres reconvertido en cazador de hombres) que le sigue la pista al “noruego Sigerson” desde hace dos años, tras la muerte de un profesor de matemáticas llamado James Moriarty…


EL AUTOR

Alberto López Aroca (Albacete, 1976) es conocido como autor de novelas policíacas, de misterio, terror y ciencia ficción, y también es un destacado estudioso sherlockiano gracias a las compilaciones de ensayos Cuaderno de Bitácora del Matilda Briggs (2006) y Sherlock Holmes y lo Outré (2007). Entre sus novelas más recientes se encuentran Card Nichols investiga… El misterio de la armadura pródiga (QVE, 2009), Candy City (Ilarión, 2010), Sherlock Holmes y los zombis de Camford (Dolmen, 2011). Estudio en Esmeralda (Ilarión, 2012) y Necronomicón Z (Dolmen, 2012).



EL PROYECTO

La cantidad que pedimos para este proyecto se invertirá en los gastos de imprenta, diseño, maquetación, ilustración, promoción y toda la producción del libro.

Tenemos previsto que el volumen, estéticamente, sea un homenaje a la serie original de la revista Baker Street Journal (la de los años 40), con cubiertas en color mostaza. También tendrá solapas y alguna que otra sorpresa sherlockiana en el interior, y que no desvelaremos aquí.

La ilustración de portada del libro es obra del autor internacional Sergio Bleda (conocido por obras como El Baile del Vampiro, La conjura de cada miércoles o Doll’s Killer, entre otras muchas), y entre los items que pueden encontrarse en las recompensas se encuentra una lámina exclusiva realizada por este autor de cómics para esta edición, así como el original de la lámina.

Entre otros items que podrán conseguir aquellos que apoyen nuestro proyecto, se encuentra un relato exclusivo y en edición limitada, numerado y firmado por el autor, que lleva por título “La rata gigante de Sumatra en el Oeste”, así como la posibilidad de recibir en su domicilio una carta exclusiva de Sherlock Holmes enviada desde el 221b de Baker Street, en Londres.

Serviremos el producto en un plazo de 40 días desde la finalización del período de financiación.


Un bonus para motivaros...



domingo, 23 de septiembre de 2012

Ese ojo, no, el otro

Hace años, más de una década, o quizá dos, había un hombre mayor, jubilado, al que le salió una catarata en un ojo. Este señor, que jamás había necesitado gafas, de pronto se encontró con que su visibilidad se reducía considerablemente, y tenía que guiñar –él decía cucar- un ojo para poder distinguir lo que tenía por delante. Como es de prever, el sujeto caratático acudió al médico, y tras varios volantes, visitas y vueltas logró arrancar a uno de aquellos tipos de bata blanca la promesa de que sería operado y que quedaría bien. Lo que no le explicaron convenientemente es que había una lista de espera para este tipo de intervención de entre uno y dos años.
Cuando el jubilado descubrió el ardid, lleno de ira y medio ciego, corrió cartilla en mano hacia una clínica privada y, sacándose de encima los cuartos ahorrados “por si algún día pasaba algo”, pues ese día había llegado, en menos de dos meses ya tenía el ojo aviao.
Pero, hete aquí que la desgracia es el pan común de los pobres, o que hay gente que nace de espaldas, porque una maldita –segunda- catarata empañó el cristalino del ojo bueno del abuelo. Y amigos, ahora no había perras en la caja de ahorros que pudieran darle arreglo rápido a la vista, así que volvió a reiniciar la tourné de médicos, pruebas, salas de espera y demás zarandajas, con el bajón anímico de saber que aquello iba para largo.
Mas, oh sorpresa, que resulta que durante todo este tiempo su nombre no había dejado de subir en la primera lista de espera del quirófano –del primer ojo, eso sí-, y por fin, casi diez meses después de su inclusión en aquella lista, casi un récord de celeridad, le avisan, oiga, que tiene usted que venir al hospital para la operación el próximo día 15. Y para allá que se fue el pensionista, con su bolsica de aseo y una muda porque no sabía si le iban a ingresar o no, que esas cosas se ve que no te las contaban por teléfono. Pero hombre prevenido, tuerto o no, vale por dos, y para allá que se fue, y de momento sí que le dieron una cama en una habitación, y le cambiaron de ropa y le prepararon para tirarle de bisturí y fue en ese momento, al presentarse el cirujano, cuando se descubrió el pastel. Porque el abuelo creía que iban a operarle el segundo ojo, mientras que el cirujano decía que no, que era el otro. Y el debate se enzarza entre si el que es operable es el derecho o el izquierdo, estando uno bien y otro mal, y teniéndolo bien claro el paciente y no mucho el doctor, este último concluye en que no opera porque la realidad diverge de sus informes, y en estos casos, prima lo puesto en negro sobre blanco que lo que diga un paciente sexagenario.
Y la cosa se complica, porque el señor mayor dice que, por sus cojones, y después de diez meses de espera, se le opera allí y ahora del ojo malo, y los papeles se los puede meter el médico donde le quepa, que si esos informes no valen, vaya a buscar los del otro ojo catarático, que también estarán en su historial, y que de allí no lo saca ni dios. La cosa se pone difícil, jodida, pero, ya sea por buena voluntad, por no armar más escándalo, o porque no era tan inviable la cosa, al final se llega a un acuerdo y se aplaza a la tarde la intervención. Y después del telediario de las tres, el ojo fue operado y adiós catarata.
Y la historia, real, concluye aquí, sin otro epílogo que el que, desde entonces, los descendientes de este señor que han tenido la desgracia de ir a quirófano han sufrido extrañas confusiones de lateralidad, previas a la intervención, donde, en los papeles del médico, siempre aparece como operable el lado que no es, o sea, el bueno, ocasionando múltiples trastornos, confusiones y embrollos varios. Una maldición hemicuérpica que acojona lo suyo.

http://www.youtube.com/watch?v=L-ql9C_itQw&feature=youtube_gdata_player

El Pueblo de Albacete, 24 de septiembre de 2012

viernes, 21 de septiembre de 2012

Una imagen... (y III)

Hasta aquí de momento con las foticas comentadas. Ya veremos si hay más...


Cuernos (12/09/2012)


Decía un hombre anciano, y por tanto, con cierta carga de sabiduría en sus palabras, que prefería tener cuernos a tener colesterol, porque con los cuernos podía comer de todo. Su compañero, igual en sapiencia y edad, corroboraba su afirmación añadiendo que los cuernos son como los dientes, solo duelen cuando salen y despues se come con ellos. Un tercero, más mayor que los otros dos, rubricaba la tarde con un soplido y sentenciando que amores en la distancia, cuernos en abundancia.
Fotografía Jose Antonio Cebrián

El órgano de caña (18/09/2012)


Órganos en la provincia tenemos, como los más conocidos, el de Liétor y los de la Feria. El primero es un magnífico órgano barroco, instrumento precioso donde los haya, de gran poderío musical que puede admirarse durante su ciclo de conciertos. Los de la Feria, como puede apreciarse, se distinguen en que son más modernos, en lugar de tubos tiene botellas, en este caso de ron de caña, y  es mucho más interactivo, pues la melodía la genera el público que lo cata y no el organista que lo manipula. Ambos tienen pedales.
Fotografia Jose Antonio Cebríán

Freedom for Jamón (19/09/2012)


No hay alma humana que permanezca impertérrita ante la visión de unos suculentos jamones prisioneros. Acabar sometidas por férreas cadenas, cual recua de presos, no es destino para estas deliciosas extremidades porcinas. El gorrino, y por ende, sus derivados, ha nacido para ser libre, hasta después de muerto. Porque esto de esclavizar jamones no es más que el producto de nuestros tiempos de crisis generalizada. Déjenlos libres, que corran hasta nuestros platos y estómagos. Libertad para el jamón.
Fotografia Jose Antonio Cebrián

Los marcianos llegaron ya (20/09/2012)


Están entre nosotros. Seres de allende las fronteras cósmicas han llegado a la Tierra, quién sabe con qué intenciones. ¿Querrán dominarnos y esclavizarnos?, pues que se pongan a la cola después de los alemanes. ¿Acaso traen un mensaje de paz?, entonces les apuñalaremos por la espalda y les robaremos su tecnología, que seguro que sirve para crear mejores armas y mejores televisores. ¿Traen nuevos conocimientos, nuevas filosofías?, ni falta que nos hacen. Inmigrantes de las estrellas, sin tarjeta sanitaria: estos cascan con un resfriado.
Fotografia Ana Díaz

Cuidado con el perro (21/09/2012)


Seguro que no es la primera vez que sus ojos se topan con esta advertencia en el muro de una casa. Nunca piensas en saltar al patio o jardín de un particular hasta que te encuentras con este letrero. Entonces deduces que algo de valor habrá dentro cuando ponen de vigilante a un perro tan temible que necesita ser anunciado. Y tratas de asomarte, o haces ruido a ver si escuchas los terribles ladridos del animal. Y nada. Pero el perro existe, silencioso e invisible, como el de la imagen.
Fotografía Ana Díaz

Una imagen... (II)

Otra tanda de imágenes con texto...



Sigue la flecha (05/09/2012)



Siempre hay quien lo reduce todo a dos opciones absolutas: o blanco, o negro. O conmigo, o contra mí. Y en función de estas dicotomías se ordena el mundo y lo que lo compone. Para catalogar al prójimo, por ejemplo, emplea la consabida fórmula de “hay dos clases de personas...”, y a la vista de la imagen, se puede completar el enunciado con “los que siguen la flecha, y van donde se les dice, y los que van por libre, a contracorriente”. Ay, amigo, todo es relativo...
Fotografía Jesus Blesa

Conejo, ahora en 2D (06/09/2012)


No tuvo mucha suerte este roedor, a pesar de sus cuatro patas de conejo. La Muerte, siempre más rápida, lo alcanzó a la carrera y lo dejó planchado, apenas una silueta en el camino que podría pasar desapercibido a todos, salvo al ojo avizor -y con algo de mala leche- de nuestro fotógrafo. Y ahí tenemos al animalillo, reducido a pellejo y huesos, consumido por el tiempo, sin vida y sin una dimensión, hecho una estampa. Y aunque lo mismo podía haber acabado en unos gazpachos, el destino quiso dejarlo como grabado en piedra.
Fotografía Jesús Blesa

Londres, verano de 2598 (07709/2012)


Londres. Hace tres días que el mundo llegó a su fin y los londinenses, supervivientes del holocausto, se afanan por seguir sacando sus asuntos adelante, que el apocalipsis no es excusa para echarse a la bartola. Y es que de todos es sabido que la flema británica se cultiva atendiendo antes a la obligación que a la devoción. Así, vemos en la imagen a uno de los vecinos de la City yendo al trabajo ecológicamente, que después del cataclismo, la población parece que al fin se ha concienciado con el cambio climático.
Fotografía Jesús Blesa

Visión de coche (08/09/2012)


Así somos para los vehículos: seres diminutos, estrechos y blandos. Apenas unos personajillos que deambulamos, de tanto en cuando, ante sus poderosos chasis y motores de combustión interna. Y sin embargo, a pesar de su poder, de su fuerza, de sus cuerpos de fibra de vidrio y acero, somos nosotros, hechos de frágil carne y hueso, los que los tenemos sometidos, pues nuestra es la prioridad de paso, y las manos y pies que han de regir sus destinos.
Fotografía Jesús Blesa

Reto Fanzine 2023

 Bueno, pues parecía que no pero al final sí, así que... Queda convocada la 19 edición de nuestro Reto Fanzine para el VIERNES 29 de diciemb...