jueves, 31 de marzo de 2011

Y la hostia es para... (Sesenta mil satanases, 56)

En la última edición de Escritores en el Bar, dentro de las habituales conversaciones con las que clausuramos tan insignes encuentros, surgió la siguiente cuestión, convenientemente replanteada aquí: si pudieras calzarle una buena hostia a alguien, ¿a quién elegirías? Ciertamente, allí, entre cervezas y cascaruja, se hablaba de dar palizas y somantas de palos a políticos, banqueros y Carlos Goñi, pero creo que el castigo se podría reducir a una única, sonora y soberana hostia, por aquello de no regodearse en lo punitivo, y a una única persona. Una sola vez, y con todas las de la ley.
Es evidente que, a bote pronto, a uno le faltarían manos, y aún hasta vidas, para repartir tanta estopa como hace falta, pero en frío, y no siendo gilipollas, cuesta decantarse por un solo objetivo. Considérelo detenidamente: si tuviéramos la oportunidad, que digo, el milagro, de poder atizarle en todos los morros a una única persona, una sola vez, de verdad, ¿no merecería la pena escogerla con cuidado y justificadamente?
Cuando uno es una persona normal, un vecino de a pie, no es tan sencillo plantarse ante un prójimo y partirle, sin provocación previa, la cara. En este caso, habríamos que tener las razones muy claras e interiorizadas, puesto que más que la ira, habría de movernos un afán ajusticiador, y no es sencillo ejercer de juez y verdugo, aunque la sentencia sea una guantá.
Sin embargo, aunque nos costase un tiempo, que duda cabe que la lista de candidatos acabaría por reducirse a uno, y entonces sí, a ese se le atizaría. Unos para desfogarse, otros como compensación por las putadas padecidas, habría incluso quien lo haría para tratar de enmendar al hostiado -aunque sabemos que este sistema no funciona ni prolongándolo en el tiempo-, pero seguro que todos se relamerían después de gusto tras el golpe, mientras meten la mano en hielo.
Dar una hostia en estos términos debería ser un derecho constitucional, regido por un Ministerio o una Consejería de la Hostia. O mejor aún, por aquello de poder saltarle los empastes a otras gentes allende las fronteras, debería estar recogido en la declaración de los Derechos Humanos y defendido por la ONU. Bastaría con presentar una instancia y coger cita, como en el médico. Sin exponer motivos, que eso ya lo llevaría uno por dentro bien consensuado, y además nadie es quien para juzgar las razones que le llevan a enmendarle la plana a otro.
La hostia en cuestión podría retransmitirse en directo por televisión, y ante la cámara ya tendría ocasión el hostiador de exponer lo que le ha llevado hasta allí. El recinto ideal para hacerlo sería en nuestro país, por antecedentes y referencias culturales, la plaza de toros. El que pone el carrillo se situaría en el centro del coso, firme aunque sea amarrado a un palo, y el que pone la mano en frente, saludando a los tendidos y a quienes, desde sus casas, se agolparían frente a las pantallas de plasma. En los corrales, dos largas colas de dadores y recibidores, y todo ello presentado por alguien sobrio y familiar como Constantino Romero (escuchar su potente voz exclamando “y ahí va esa hostia de padre” estremecería de emoción al más pintado). Ojo, habría que evitar los circos mediáticos del tipo Telecinco, que desvirtuarían las propiedades aleccionadoras y redentoras de este acto; quizás lo suyo sería que lo echaran por La 2, en lugar de la misa.
¿Y el hostiado qué? Pues no se podría negar a prestar este servicio a la comunidad, ni alegar nada, ni aún en el supuesto de que sean más de uno los que le tuvieran ganas. Como dice mi madre, algo habrá hecho cuando tantos le quieren tan mal. A fin de cuentas, una leche con preaviso es más fácil de asumir que una inesperada, a traición, además que nuestro hipotético hostiódromo contaría con la necesaria atención médica. Estamos para dar y para recibir. No hay que ser tan egoístas.
Pero sobre todo, habría que ser absolutamente democráticos, o sea, todos estaríamos en la lista negra, del Papa p’abajo aquí no se escaparía nadie, ni por sexo, religión, profesión, o número de boina. Cumplidos los 18 años, eres apto para llevarte una galleta con cinco dedos. De hecho, y siendo introspectivamente sinceros, todos hemos hecho algo para merecernos tan distinguido premio.
Así que, después de todo lo dicho, ¿tienen ya claro a quién eligen?


El Pueblo de Albacete, 3 de abril de 2011

Edición coleccionista


Pues sí, señores, hasta que una editorial decida reeditarlos y cubrirme de oro (o cobre), he puesto a la venta las dos primeras novelas del inspector Serrano de La Saga de la Ciudad Oscura, o sea, el agotado Tomo I, por separado y por demanda en Lulu.com.


Más como experimento que otra cosa, ya no hay excusa para no leérselos. Yo tengo mis ejemplares en casa, y puedo deciros que la calidad es buena. Son en tamaño A5, el doble de grandes que la primera edición y están mejor corregidos -aunque puede que se me haya escapado alguna errata-. Les he puesto una portada genérica en la que sólo cambiará el título y el número del libro dentro de la saga, esto es así por pura vagancia, por no tener que pelearme con el photoshop, buscar ilustradores que trabajen gratis, y por no robar fotos de internet.
En concreto, estos dos tienen 112 páginas y cuestan 5,25 euros, gastos de envío aparte, que es el mínimo que establece Lulu (ojo, yo me llevo esos 0,25 así que no me voy a hacer rico con esto, y no me los dan si no se acumulan por lo menos 10 o 20 euros, que las comisiones por transferencia son mu caras). Si hubiera podido ponerlos más baratos, lo hubiera hecho. En la versión digital que colgaré próximamente, en otro lado, trataré de que no suban más de 1 leuro.
En cosa de unos meses subiré a Lulu las ocho novelas, para el que las quiera. Mi consejo para el hipotético comprador es que se habra una cuenta y aproveche los códigos de descuento que esta empresa americana de impresión por demanda envía de vez en cuando para ahorrar en gastos de envío. Yo lo hice y me han salido a precio de coste, y me han llegado en menos de una semana.
No acaba de gustarme Lulu, pero Bubok me convencía aún menos, y bueno, ya digo que con esto no espero ganar dinero en serio, es más un caprichillo, por ver cómo hubiera quedado el Serrano conforme a la idea primigenia.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Elogio de la grapadora (Sesenta mil satanases, 55)

Hay objetos de los más corrientes que, sin embargo, poseen un extraño magnetismo que atrae a ciertas personas de una manera un tanto incomprensible. Incomprensible, porque aquí las teorías que basan nuestras afinidades en las reacciones bioquímicas del cerebro fallan, o al menos no son aplicables. Habría que escarbar en lo más profundo de la psique, y que conste que no creo que cosas como el psicoanálisis sirvan para algo, para intentar contestar a lo que quizá no tenga respuesta.
Ojo, que no tratamos aquí de chismes con cierto valor sentimental, como el reloj del abuelo, sino de objetos vulgares, con los que en realidad no nos une ningún vínculo emocional, salvo el que nosotros queramos inventar. Por lo tanto, tampoco hablamos de fetiches, ni de talismanes. Ni nuestros deseos, carnales o místicos, tienen nada que ver con esta relación de fascinación que se puede sentir, por ejemplo, con la grapadora.
Tengo colocada mi grapadora en el centro de la mesa, delante del teclado. Es una grapadora cromada en negro, modelo Petrus 226, cargada con grapas cobreadas del 24/6, un calibre superior al habitual 22/6, del cual conservo en casa una caja -Petrus también- con unas doscientas grapas (cuatro tandas). No recuerdo por qué me decidí por estas en lugar de las casi universales del 22, pero la única diferencia es que las mías son más finas. Según las especificaciones técnicas, con esta máquina podría grapar hasta 30 folios estándar, que no está nada mal. Por cierto, que nunca me han gustado las minigrapadoras pequeñas, esas que cargan del Número 10 plateadas y que solían venir en los estuches de dos pisos que algún tío nos regalaba en edad escolar.
La grapadora tiene carisma. Tiene un peso y unas dimensiones apropiadas para hacerla portátil y manejable con una sola mano, partes móviles que producen un característico sonido metálico, que me recuerda al que hacen las escopetas en las películas, un muelle -a los hombres nos gustan los muelles-, y es configurable: además de elegir entre dos tipos de grapas, puedes mover el yunque donde golpea y elegir entre las dos posiciones en que quieres que se claven las patillas (hacia dentro, hacia afuera). ¿Quién necesita un Iphone? En 2009, la Petrus 226 -que se fabrica en Santa Perpètua de Mogoda, Barcelona- cumplió cincuenta años, y según sus propios números, han superado los diez millones de unidades fabricadas, por lo que estamos ante la reina de las grapadoras. Es tan poderosa la personalidad de este modelo que veo claro que el diseño de la cabeza de los aliens de las películas de Sigourney Weaver está copiado de una grapadora como la mía. De hecho, si aprietas el resorte de atrás del cargador para meterle más grapas -el resorte de la «nuca»-, éste aparece en la misma forma que la segunda boca retráctil de los monstruos espaciales ideados por H.R. Giger. Imaginen el summun que sería una grapadora diseñada por el suizo...
Hay un juego interesante que se puede practicar con ella en una oficina. Intente adivinar cuántas grapas tiene dentro. Seguro que le introdujo una hilera completa de cincuenta dos días atrás -caben 70, por si se lo preguntaba-, y apenas la ha usado desde entonces, lo que ocurre con una grapadora es que nunca sabes a ciencia cierta si alguien más la ha utilizado. En el trabajo, por norma general, las grapadoras no es que escaseen, pero a la gente le gusta emplear el material de los demás. Con los bolígrafos rojos el tema es más violento, ya que nunca parece haber suficientes, y desaparecen de los escritorios con demasiada facilidad. En cambio, hay tantos clips que no es raro verlos por el suelo, en los cajones, en los armarios, en todas partes. Bien, coja la grapadora y piense. Hay oficinas en las que todo se grapa, otras en las que dos o más folios unidos por una delgada tira de cobre es una rareza. Calcule mentalmente, con un margen de error de, digamos, cuatro grapas, y compruebe si sus compañeros la han cogido sin permiso y la han usado para sus propios informes. Adivinar quién sería el gorrón es otro juego, con otras consecuencias.
Pero donde se demuestra bien a las claras que la grapadora es más que simple material de oficina es cuando se esgrime como un arma. A pesar de que es imposible que una grapa se le clave a alguien sin apoyársela expresamente en la carne, infunde temor verla empuñada como una pistola, y todos se cubren cuando aprietas y grapas el aire, como si la piececita de cobre hubiera salido despedida a 250 metros por segundo. Se trata de un ejercicio peligroso, no tanto por la grapa, sino porque te pueden cruzar la cara, por lo que desaconsejo este tipo de imbecilidades.
Otro día les hablaré del maravilloso mundo del bote portalápices...


El Pueblo de Albacete, 27 de marzo de 2011

domingo, 20 de marzo de 2011

La vida es más bella...

... en bicicleta. Este es el lema de la nueva campaña de Btwin, la marca de bicis de Decathlon. Aunque no me guste dicha marcha, no puedo negar que el anuncio me ha llegado al corazón.
Me encanta y aquí lo comparto con todos vosotros.
Y como bola extra:

viernes, 18 de marzo de 2011

1.e4 e5 2.Cf3 (Sesenta mil satanases, 54)

No sé si se estila todavía, pero a muchos de mi quinta nos enseñaron a jugar al ajedrez en el colegio. Un voluntarioso maestro empleaba parte de su tiempo tras las horas lectivas para, dos veces por semana, enseñarnos a unos cuantos criaturos en la edad del pavo los rudimentos de peones, alfiles y demás piezas sobre el tablero. Superamos la fase del mate pastor y los enroques y nos adentramos en los terrenos escabrosos de los programas de ordenador y los ajedreces electrónicos, hasta que otras actividades de menos pensar nos alejaron de la mesa y nos llevaron a las barras de los bares. No obstante, como montar en bicicleta, el ajedrez nunca se olvida, y de tanto en cuando surge la ocasión de la eterna confrontación entre blancas y negras, aunque sea a nivel de aficionado raso.

Me resulta tan extraña una casa sin apenas libros como una sin un mal tablero de ajedrez y una caja con las piezas de plástico a la vista, aunque sea en lo alto de una estantería. La gente llena su hogar de objetos inútiles, adornos atrapapolvo y cuadros de imitación, y sin embargo no caen en la cuenta de tener, a mano, algo tan simple como un par de barajas y un ajedrez. En el extremo opuesto están esos que se compran dos enciclopedias y un ajedrez de mármol y cristal para darle ese toque culto e intelectual al salón. Ni calvos, ni con tres pelucas, que los juegos están para eso, para jugarlos y una partidita de blancas contra negras, al contrario que el parchís, nunca ha hecho daño a nadie.

Y eso que del ajedrez se ha dicho de todo, ha sido prohibido por distintas razones en tiempos y lugares dispares. Su simbología ha atraído a lunáticos y genios por igual, ha inspirado a artistas y a políticos, ha sido utilizado y manipulado en todo tipo de campañas, y sin embargo, sigue siendo un juego sencillo de infinitas permutaciones.

Es esa pretensión de juego -perdonen que me niegue a llamarlo deporte- "para listos" lo que ha perjudicado al ajedrez en el ámbito de los comunes mortales , como si para jugar al tute no hubiera que pensar. ¿Realmente nos incomoda reflexionar, o quizás lo que molesta es la falta del componente azaroso? Sin el factor suerte, puede que el profano se sienta desamparado, y es que no estamos acostumbrados a depender de nosotros mismos, a racionalizar. Es más sencillo apoyarse en el báculo de un poder superior, llámalo Dios, Azar o Destino, para resolver un problema que usar la cabeza (y que conste que no estoy llamando ateos a los ajedrecistas).

Juegue al ajedrez, lector. Si no sabe ni cómo se colocan las piezas, eche un vistazo por la red, o cómprese un librico, que los hay y baratos. Bucee un poco entre estrategias. Aprenda la notación algebraica, que son dos tardes, y bájese una aplicación para el móvil o para el ordenador. Convenza a un amigo para jugar por mail o SMS, con las reglas bien claras de antemano, por supuesto; le advierto que, además de estrechar lazos, vicia. No digo que se convierta en el próximo Bobby Fischer, pero sí que pruebe esta forma de entretenimiento. Así, puede que en su próxima tarde de domingo, en lugar de apoltronarse en el sofá, decida tentar a su pareja, o a su portátil, con un duelo de intelectos. No hay victoria más sabrosa que la del ajedrez, ni derrota más aleccionadora. Ya le advierto que no creo que se vuelva más listo, pero desde luego pasará un buen rato.

Y encima es tan barato que parece gratis.


El Pueblo de Albacete, 19 de marzo de 2011

Vivo al Fringe

Me encanta Fringe.
De Perdidos no soporté más de cuatro episodios, de Galáctica tres temporadas, de Cáprica nada más que dos episodios, The Event lo voy viendo, aunque con resquemor. V ni tocarla... Pensaba que no había series de Ci-Fi en condiciones hasta que, superada la primera temporada de Fringe, un vía crucis que ha dejó muchos fans potenciales por el camino, llegó el último de la primera y todo comenzó a girar de nuevo.
Ya digo, la primera temporada es una copia mala de Expediente X, un batiburrillo de tonterías que ni siquiera sirven para definir a los personajes y supongo que será porque ni los propios guionistas tenían claro de qué iba a ir la cosa. Pero, ah, pájaros, alguno vio la luz, y desde entonces, la cosa no ha hecho más que mejorar. Ojo, que no soy ningún fanático, que no me sé de memoria el significado de los glifos ni estoy buscando como loco la calva del Observador pero desde luego que sigo la serie con la devoción y nerviosismo del yonqui que espera su dosis. Con algunos altibajos, creo que la segunda, y lo que llevo visto de la tercera (hasta el ep.11) es de lo mejorcico que he visto en la tele en mucho tiempo.

Este es el glifo correspondiente a la letra T
Lo que más me gusta es cómo los guionistas, ya digo,parece que hayan cogido el Más Pallá, los libros de Jiménez del Oso, JJ Benítez y Von Danniken y se los hayan llevado a su terreno con cachondeo intrínseco. Ahí me veo reflejado, sí señor.
No quiero prever cómo acabará esta tercera temporada y es de esperar, las noticias así lo auguran, que habrá una cuarta donde, por si las moscas, yo iría poniendo los puntos sobre las íes. He leído por ahí que JJ Abrams -más interesado en sus blockbusters que en las series- había planeado inicialmente seis, pero creo que es más una vacilada que una realidad.

Míralos, que apañaos los tres protagonistas.
Y es que Fringe tampoco es el fenómeno de masas que la Fox esperaba. Claro, que si el indicador de medir series es Perdidos.. Aquí en España, por ejemplo y con el dedo acusador firme en los canales de TV, fuera de los fans de descarga, no creo que lo vea ni el tato. Una lástima.
Y por cierto: Walter Bishop es ya un personaje televisivo para la historia. Sin duda, desde que lo apartaron del rol de Denethor frankensteiniano en la primera temporada, las mejores escenas, las mejores líneas de diálogo, son para él.
PD: yo pronuncio frinje, con dos c****
EDITO: Parece ser que los productores de Fringe piensan incorporar, en el caso de renovar finalmente esta ansiada 4º temporada, a un nuevo personaje femenino, otra agente del FBI. Como era de esperar, los aficionados se han echado a temblar, porque uno de los nombres que más suenan es el de Summer Glau. ¿Cómo? ¿Que no conoces el EFECTO SUMMER GLAU? Pues aquí te lo explican bastante bien...

martes, 15 de marzo de 2011

Reconan el bárbaro

Ya hay trailer, y los que vendrán, del nuevo Conan, un remake que no hacía falta pero que no puede hacerle más daño al personaje que Conan el Destructor, algunos tebeos que he visto, o los bárbaros italo-cormanianos que se rodaron en los ochenta.
En la Era Hiboria se podía fumar.
Supongo que muestran poco para no asustar al fan con este cimmerio de aspecto perroflautesco.
Y esperemos que este film tenga algo de guión, y no sea una excusa para justificar que un tío cachas vaya por ahí sin camisa durante todo el metraje. Miedo me dan los efectos digitales que le hayan metido para justificar el uso del "real" 3D...

"Sobre sus ojos cayó un velo rojo de furia... o algo así".
Bola extra:

jueves, 10 de marzo de 2011

La máquina (virtual) de escribir

Para aquellos amigos tecnofóbicos y sufridores del síndrome de Frankenstein*, les vengo a referir, brevemente, el tema de los editores de texto minimalistas. En realidad no dejan de ser una gilipollez, una especie de bloc de notas a pantalla completa con algo más de chicha para hacerlo bonito.
Los nostálgicos del primigenio Lotus AmiPro,  y Wordperfect quizás hallen en estos programitas cierto consuelo. Los demás no verán más que la enésima pijada para el ordenador, no digo que no. Es cierto que las sucesivas versiones del Word de Microsoft, y su primo hermano gratutito OpenOffice, se han convertido en poderosos programas repletos de iconos, menuses y chorradas que no han hecho más que entorpecer y distraer la escritura. Si a esto le sumamos una conexión a internet con sus redes sociales, el reproductor de música, los antivirus y demás, lo cierto es que llega un momento en que tienes setenta pantallas abiertas cuando lo que en realidad querías era teclear una parrafada tranquilamente.
Con estos editores se escribe a pantalla completa, sin botones, barras de herramientas o reglas. Sólo un fondo de pantalla de color neutro y el parpadeo del cursor sobre ella. Por supuesto, todos los menus permanecen ocultos y baste un pase de ratón o un teclazo en alguna F para que aparezcan y se pueda guardar, cambiar el tipo de letra, y todo lo que normalmente haríamos con un procesador de textos normal.
Sí, probablemente se pueda configurar el de Office para crearse un entorno de este tipo, pero para qué. Coges, te bajas y te instalas un puñado de programas gratuitos, hasta que des con el tuyo, si es que te van estas cosas.
Ya le decía en un comentario al amigo SSB que estoy probando uno, altamente personalizable, el FocusWriter, que hasta reproduce el sonido de las teclas de una máquina de escribir, movimiento de carro inclusive. Tiene su gracia, porque en su momento odiaba mecanografía, y de hecho, nunca aprendí a manejarme bien en aquellas olivettis (escribí mis primeros relatos en una eléctrica que todavía anda por casa de mis padres). Y tiene estadísticas de todo tipo (caracteres por hora y cosa así) y lo que más me gusta, puedes poner una cantidad límite de palabras diaria y el programa, una vez haces visibles las barras, te dice lo que llevas. Lo mejor para la autodisciplina o para cumplir plazos de entrega...


Echadle un ojo a ver qué os parece. Como poco seguro que os hacéis un poema...
*= (Desdeñar todos los avances que provengan de la ciencia porque se vea en ellos un querer atentar contra el orden natural o divino; especialmente hablando de genética.)

Coge el dinero y corre (Sesenta mil satanases, 53)

La noticia del robo de un millón y medio de euros, o medio millón, lo mismo da, que unas monjas de clausura guardaban dentro de un armario, cual amante bandido, que hemos conocido esta semana, además de hacerme pensar, como a toda España, qué coño hacen unas monjitas con semejante pastón en negro, es en esos dineros que tradicionalmente se ha dicho que se guardaban en casa bajo el colchón, o debajo de una baldosa suelta. Siempre pensé que la historia tenía más de leyenda urbana que de realidad, porque la experiencia me ha enseñado que no hay forma de reunir cien euros ahorrados, ya sea en el banco o en un gorrino hucha. Otra cosa es guardar la calderilla en un tarro, que suele ofrecer interesantes sorpresas al cabo de un tiempo, y que además sirve para salvaguardar la integridad del filtro de la lavadora.

Lo cierto es que, de tanto en cuando, surge la noticia de que ha aparecido una pequeña fortuna en casa de un anciano con síndrome de Diógenes, o un vagabundo, recientemente fallecido y convertido de pronto en el susodicho "más rico del cementerio". La misma historia también ha motivado, también, casos donde algunos desaprensivos hijos de mala madre han irrumpido en una vivienda ajena, listos para apalizar al paupérrimo inquilino que, se supone, oculta un tesoro entre el somier y el pikolín. Si es que hay gente que cree que los Goonies está basado en un hecho real.

Que los bancos no son de fiar es un pensamiento paranoide muy español porque, en general, somos muy desconfiados a priori, aunque en verdad semos tontos del culo; o si no, explíquenme como a día de hoy, que llevamos internet en el bolsillo del pantalón, siguen cayendo vecinos en el timo de la estampita. Por pasarnos de listos es por lo que nos pasan estas cosas. Claro, qué va a ser más seguro para las joyas y los leuros que tanto nos ha costado juntar, o no, que una bolsa de basura escondida en un inexpugnable armario de formica. O un libro falso de esos de plástico, disimulado entre el Quijote y la Biblia. O una caja fuerte del Eroski... ¿Y por qué no una saca con el símbolo del dolar pintado en un lado? Son las personas que apuntan en el dorso de la tarjeta de crédito su clave personal quienes idean estos estupendos métodos de seguridad, y se quedan tan panchos, pensando en que ni los de Ocean's Eleven podrían dar con sus ahorros.

Caso aparte es el que esconde la pasta para mantenerla alejada de los largos y fríos tentáculos del Ministerio de Hacienda. Hombre, pues si has reunido un buen pellizco por cauces sospechosos, búscate un poco mejor la vida. Tan malo es comprarte un Porsche con tu sueldo de concejal, como esconder los fajos en bolsas herméticas para congelados en el trastero. Y es que hasta para ser un criminal hay que estudiar, y no morder más de lo que puedes tragar.

Como no conozco a nadie que posea tanto dinero que necesite esconderlo de los ladrones y del fisco, ignoro los sistemas que emplean para salvaguardar en casa su fondo de pensiones, pero supongo que les bastará con la Guía Michelín de paraísos fiscales. Lo más parecido que he visto en personas normales han sido billetes guardados en libros o en los bolsillos de las camisas, joyas dentro de un tupper en el congelador y cosas así; trucos que, imagino, un ladrón fogueado conocerá al dedillo, y que con toda seguridad causarán más desvelos que si estuvieran en un simple cajón de la cómoda.

Lo del convento tiene guasa porque debe de haber un millón de sitios en donde esconder el dinero. En un zulo VPO de los de ahora, de cuarenta y cinco metros cuadrados, sería más complicado de ocultar, como no fuera de relleno de los cojines. Claro que quien viva en un minipiso y tenga en su poder un hato lleno de billetes de quinientos, o es un narcotraficante, o un gilipollas.


El Pueblo de Albacete, 13 de marzo de 2011

miércoles, 9 de marzo de 2011

No entiendo a los contemporáneos

No conozco personalmente a nadie que haya leído el Ulises de James Joyce, El arcoiris de la gravedad, de Thomas Pynchon, El tiquet que explotó, de William S Burroughs... Sí he leído a gente que dice que los ha leído.
Yo reconozco que me han superado, sobre todo Burroughs, del que creo que no he conseguido terminarme ningún libro.  Lo que me pasa con estos etiquetados maestros de la literatura contemporánea es que me saca de quicio la forma en que están (des)escritos sus libros. Ese estilo transgresor, rompedor, y demás epítetos que para mí sólo significan que están mal escritos. Sin signos de puntuación, sin coherencia interna, sin lo que hace que una novela sea una novela legible...
Leo, traducción googlesca mediante, el estupendo artículo Good Books Don't Have to Be Har. que tiene un par de años pero que explica exactamente lo que sucede con estos tipos y lo que ocurre hoy en día. En resumidas cuentas, que los antes mencionados puede que tuvieran poderosas razones para escribir lo que escribieron, y cómo lo escribieron -el artículo aporta con acierto las pistas-, y sí, como también ahí se indica, el siglo XX se llenó de obras maestras antes de que llegase a la mitad.
Pero en el siglo XXI no tiene sentido enfangarse en hacer de la novela un jodido rompecabezas sin comas, sin voces identificables, en escribir un tocho de 1.100 páginas que es un AUTÉNTICO COÑAZO o peor aún, más demencial que el Necronomicón en verso. Entiendo que a los críticos, culturetas y profesores universitarios de Literatura se les ponga dura con estos textos que sólo ellos creen entender, en un ejercicio que tiene más de psicoanálisis que literario. Cada secta necesita su propias escrituras sagradas.
Yo, al menos, agradezco leer algo con sentido, con cierto orden. Con diálogos con guiones (eh, McCarthy, que si no sabes la combinación de teclas del word para guiones largos, te la paso). No sé, creo que hay más obras maestras bien escritas que lo que los modernistas, y sus imitadores (sí, Bret Easton Ellis, te estoy mirando a ti, aunque no eres el único), nos han legado.
Para ser original, y bueno, no hay que cargarse la gramática ni la ortografía -o sino los fritillas, chonis y poligoneros serían los nuevos Faulkner-, ni emplear un vocabulario que haría enrojecer de vergüenza ajena a Thor. Que una cosa es experimentar y otra tomar el pelo con la excusa de que en el arte todo vale... Tampoco tiene fuste embarcarse en disgresiones metafísicas acerca del ser y del estar, como bien se señala en el artículo; la calidad y el mensaje no están reñidos con el entretenimiento, y no es ningún delito recurrir a los géneros de ficción para contar esa historia.
A ver si por estos lares cala el mensaje...

martes, 8 de marzo de 2011

Más barato, señores


Gracias a una entrada en feisbuk de QVE (este de aqui) -por cierto, el inspector Serrano también tiene grupo feisbukero-, leo un interesante, y un tanto manido, artículo de El Mundo sobre ebooks, precios de libros, y opiniones varias de escritores y editores. Básicamente es más de lo mismo, la eterna de pregunta de si esto dará dinero, cuánto y a quién. Ah, y la mieditis que tienen las megacorporaciones españolas del libro ante Amazon y su desembarco español, previsto para este 2011.
Aunque ya me explayé a gusto sobre este tema hace unos meses (http://cizalla.lacoctelera.net/post/2009/11/03/hacia-libro-digital) suscribo todo lo que dije entonces con una salvedad: al final me he hecho proKindle, básicamente porque es el mejor ereader  y más barato (menos de 200 euros) que existe en el mercado.
Dios hecho ereader
Decía entonces que no quería casarme con una empresa americana, pues mire usted, bendito matrimonio. Un servicio de atención al cliente inédito en estos lares, un producto bien hecho y BARATO. No me canso de decirlo, mientras aquí rondan los 300 pavos, este viene de los USA por menos de 200 leuros, portes, impuestos y demás moñadas incluido. (Y por cierto, no se les ocurra comprarse un ereader con pantalla táctil si no quiere leer por encima de la marca de sus dedazos).
¿Y para leer? Pues se baja usted los libros gratis, que los hay a patadas -no soy de leerne novedades, sino más de productos descatalogados, como pueden corroborar los de Uniliber- y se los convierte a .mobi con cualquiera del millón de programas que ya hay en la red gratuitos como Calibre.  Yo uso un pluging para word, con el que me lo maqueto en un ratico y lo dejo mejor que si viniera de fábrica (para que luego vengan los editores con sus lloros). Luego se meten en el chisme vía USB. Y a leer. Mucho.
Lo de comprar sigue siendo peliagudo, ojo, y no porque Amazon no dé facilidades, que con el wifi del kindle es más fácil que rascarse el culo, sino porque ya digo que las novedades me dan igual, porque en español apenas hay catálogo y porque los precios son elevados. Vuelvo a lo mismo, nadie en su sano juicio va a pagar 15 euros por un archivo de texto, en el formato que sea. Editores, bájenlo, a cuatro, a tres, a un leuro... Que cada vez que alguien se compra un ebook no es un libro en papel menos que venden, sino unos eurillos más de gratis. Que son dos cosas distintas, que no mezclen, señores editores, manzanas con peras, que si no no les salen las cuentas y comienzan a desbarrar contra la piratería e internet, falseando datos y estadísticas, y acaban por insultar a sus clientes y usuarios, y legislando, con los polítiquillos de turno como palmeros, para jodernos.
Se puede, y se debe, reducir el precio de los ebooks. Sin miedo, sin códigos DRM ni leches. Y puede que se gane menos dinero que con los libros en papel, pero es que la industria es así, unos ganan y otros pierden. Joder, pero estoy seguro de que hay negocio, de que se puede ganar dinero, porque hay mercado y demanda. El artículo de El Mundo menciona algunos casos nacionales, pero fuera hay más y mejores.
El usuario de un ereader no es gilipollas, sabe dónde conseguir el libro gratis, así que habrá que darle buenas razones para comprar; baste con dos: calidad y precio. Un catálogo de libros bien calibrados, maquetados, corregidos, con sus índices y demás (cosas que hasta un lerdo como yo puede hacer de modo cuasi profesional en menos de una hora con el word y que programas profesionales como Indesign hacen con un clic) y a un par de euros el ejemplar por descarga directa, o enviado al email, es una oferta irresistible.
Véndanlo, y despreocupénse de si luego esa venta se va a distribuir gratis, intercambiar en foros o lo que sea. Ya está vendido -tienes mi euro-, pues a otra cosa, pijo. No se puede controlar el destino del ebook, como no se puede controlar qué hago yo después de leerme un libro en papel. ¿O acaso los libros de saldo arruinan el sector?
Los expertos auguran una dura pelea entre las editoriales y Amazon. Yo creo que los primeros se bajarán los pantalones a las primeras de cambio ante el líder mundial indiscutible de venta de ebooks, tras el fracaso de experimentos como Libranda. Esto, claro está, no garantiza que los precios de los libros electrónicos bajen, pero al menos dispondremos de más fondo de armario para leer, y supongo que algo habrá de saldo que interese.
Por último, olvídense ya de esa soplaflautez de discutir si el lector prefiere papel o tinta-e -¿quieres más a papá o a mamá?-. El que lee, lo hace hasta en el móvil, el que quiere regalar un libro, lo comprará en tapa dura y sin que le duelan los treinta leuros del ejemplar, lo que no esté escaneado o localizable, pues a la Cuesta de Moyano y similares.
Links de interés:
- ¿Cómo vender 100.000 libros al mes sin una casa editorial?
- Los libreros pedirán en Bruselas el IVA cero para todos los libros
- ¿El Kindle gratis?
- Amazon empezará a vender libros electrónicos en España este mismo año
- Cuarenta días con un Kindle

viernes, 4 de marzo de 2011

En la mesa, con navaja, por favor (Sesenta mil satanases, 52)

Todavía hace frío en el llano manchego, por lo que aún queda tiempo para practicar con los cubiertos antes de que dé comienzo la temporada de comuniones y bodas. Pero no hay que dejarlo, o sucederá lo que todos los años, uno se sienta junto a su pareja en la mesa de los primos, o un mix de amigos a los que no conoces, y lo único que aciertas a hacer con corrección, después de muchos banquetes, es a echarte el vino en la copa correcta. Si eres de los que vierten el tinto en la del agua, amigo, tu camino es más largo que el mío.

Pero a lo que iba. Siempre que llego a una mesa en una de estas pantagruélicas comidas, la desbordante cantidad de cubiertos me infunde un profundo temor. Si los comensales cercanos son de confianza, acabo por escoger una cuchara, un cuchillo y un tenedor y me deshago de todos los demás, ocultos en una de las cestas del pan. Esta maniobra hay que hacerla siempre de manera furtiva a los ojos de la conyuge si no quieres liarla antes de la llegada de la barra libre.

En cambio, si estás con unas personas a las que apenas conoces y que, con toda probabilidad, jamás vuelvas a ver, la situación se torna peliaguda. Antes que nada, observa los trajes de ellos: si están mejor planchados que el tuyo estás jodido. Seguro que estos saben hasta pelar una gamba con cuchillo y tenedor y tú vas a quedar como un porquerizo salido del Medievo.

Existen varias soluciones para salir del paso. Si bien lo suyo sería bajarse de internet un manual de buenas maneras en la mesa, empollarlo y practicarlo en casa de tu madre, que será la única con una cubertería completa, como mandan los cánones, ¿quién quiere perder el tiempo diferenciando entre la cuchara de postre y la de salsas, o la distinción entre cortar la carne a la americana o a la europea?

Alguien con mejor sensibilidad que yo podría aducir que dominar los cubiertos te hará quedar como George Clooney, y tu acompañante se sentirá como Sissí (emperatriz); pero para qué engañarnos; si estás leyendo esto es porque eres de los de apurar el Peñascal, tratar de repetir chuletas, pedirte un carajillo, y atarte la corbata en la cabeza. Y en cuanto a tu partenaire, como al final la vais a tener -sin que importe el pretexto-, pues para qué calentarse los cascos.

La mejor forma de salir del paso, y encima quedar como un campeón, es sacar una navaja. Una faca grande, de al menos siete muelles, que has de echarte al bolsillo antes de salir de casa. La navaja tiene prioridad sobre la cámara de fotos, el móvil, las llaves, la cartera y el mechero porque es con lo que vas a ganar la comida. En cuanto estén todos sentados, comience el reparto del vinate y la charla intrascendente, hay que sacarla y depositarla, con naturalidad, en mitad del plato frente a ti.

En un mundo perfecto, el mismo restaurante te la pondría junto al plato en lugar de media chatarrería, pero en un mundo perfecto, no te obligarían a ir a una boda, ¿no? Ante la aparición de la albaceteña, enseguida verás destellos de alarma en sus ojos, risicas nerviosas. Las impresiones oscilarán entre que eres un gañán, un psicópata o un idiota. Que no te afecten. Tú eres el dueño de la situación, así que mantén la calma y espera a que alguien -apuesto 50 euros a que será una chica- pregunte, retóricamente, "¿es una navaja?"

Aquí es donde tienes que mostrarte seductor y convincente. Sí eres ese George Clooney, solo que en lugar de anunciar cafeteras infernales eres accionista de Arcos. "Siempre como con navaja", miénteles, como un bellaco. Y a continuación, expón tus razones en un persuasivo monólogo, que has de llevar aprendido como el pin del móvil, y que debe incluir los siguientes puntos: a) tradición familiar: "Mi abuelo y mi padre siempre la usan"; consejo, si utilizas el pasado -"la usaban"-, añades un toque dramático incontestable; b) economía y ahorro de recursos: una navaja equivale a todos los cuchillos que te han puesto -y corta mejor-, y a todos los tenedores menos uno, incluso a algunas de las cucharas; c) exaltación de la identidad cultural propia: sólo funciona si eres de Albacete, pero funciona; por ahí fuera se piensan que en Albacete hablamos TODOS como Joaquín Reyes, que los burros aún recorren nuestras calles, y que llevamos la chaira en el fajín; aprovéchate del arquetipo; consejo: aunque bastan tres palabras para acallar las conciencias ("Soy de Albacete"), no está de más utilizar algunas de las frases comunes que suelen proferir nuestros políticos sobre las excelencias de la industria cuchillera local, para darle empaque al discurso.

Con todo esto, no sólo habrás roto el hielo, sino que además de justificar tu acto de forma impecable, habrás quedado como todo un caballero español que ya quisiera Arturo Fernández, amén de propiciar nuevos temas de conversación y desatar envidias.

Esa pátina de respeto desaparecerá paulatinamente, a medida que se extingan las botellas de vino y te suban los colores, pero para entonces ya habrán llegado los postres.

Una última recomendación: nunca chupes la hoja. Arruinarás todo el efecto, y podrías cortarte.


El Pueblo de Albacete, 6 de marzo de 2011

Reto Fanzine 2023

 Bueno, pues parecía que no pero al final sí, así que... Queda convocada la 19 edición de nuestro Reto Fanzine para el VIERNES 29 de diciemb...