viernes, 18 de marzo de 2011

1.e4 e5 2.Cf3 (Sesenta mil satanases, 54)

No sé si se estila todavía, pero a muchos de mi quinta nos enseñaron a jugar al ajedrez en el colegio. Un voluntarioso maestro empleaba parte de su tiempo tras las horas lectivas para, dos veces por semana, enseñarnos a unos cuantos criaturos en la edad del pavo los rudimentos de peones, alfiles y demás piezas sobre el tablero. Superamos la fase del mate pastor y los enroques y nos adentramos en los terrenos escabrosos de los programas de ordenador y los ajedreces electrónicos, hasta que otras actividades de menos pensar nos alejaron de la mesa y nos llevaron a las barras de los bares. No obstante, como montar en bicicleta, el ajedrez nunca se olvida, y de tanto en cuando surge la ocasión de la eterna confrontación entre blancas y negras, aunque sea a nivel de aficionado raso.

Me resulta tan extraña una casa sin apenas libros como una sin un mal tablero de ajedrez y una caja con las piezas de plástico a la vista, aunque sea en lo alto de una estantería. La gente llena su hogar de objetos inútiles, adornos atrapapolvo y cuadros de imitación, y sin embargo no caen en la cuenta de tener, a mano, algo tan simple como un par de barajas y un ajedrez. En el extremo opuesto están esos que se compran dos enciclopedias y un ajedrez de mármol y cristal para darle ese toque culto e intelectual al salón. Ni calvos, ni con tres pelucas, que los juegos están para eso, para jugarlos y una partidita de blancas contra negras, al contrario que el parchís, nunca ha hecho daño a nadie.

Y eso que del ajedrez se ha dicho de todo, ha sido prohibido por distintas razones en tiempos y lugares dispares. Su simbología ha atraído a lunáticos y genios por igual, ha inspirado a artistas y a políticos, ha sido utilizado y manipulado en todo tipo de campañas, y sin embargo, sigue siendo un juego sencillo de infinitas permutaciones.

Es esa pretensión de juego -perdonen que me niegue a llamarlo deporte- "para listos" lo que ha perjudicado al ajedrez en el ámbito de los comunes mortales , como si para jugar al tute no hubiera que pensar. ¿Realmente nos incomoda reflexionar, o quizás lo que molesta es la falta del componente azaroso? Sin el factor suerte, puede que el profano se sienta desamparado, y es que no estamos acostumbrados a depender de nosotros mismos, a racionalizar. Es más sencillo apoyarse en el báculo de un poder superior, llámalo Dios, Azar o Destino, para resolver un problema que usar la cabeza (y que conste que no estoy llamando ateos a los ajedrecistas).

Juegue al ajedrez, lector. Si no sabe ni cómo se colocan las piezas, eche un vistazo por la red, o cómprese un librico, que los hay y baratos. Bucee un poco entre estrategias. Aprenda la notación algebraica, que son dos tardes, y bájese una aplicación para el móvil o para el ordenador. Convenza a un amigo para jugar por mail o SMS, con las reglas bien claras de antemano, por supuesto; le advierto que, además de estrechar lazos, vicia. No digo que se convierta en el próximo Bobby Fischer, pero sí que pruebe esta forma de entretenimiento. Así, puede que en su próxima tarde de domingo, en lugar de apoltronarse en el sofá, decida tentar a su pareja, o a su portátil, con un duelo de intelectos. No hay victoria más sabrosa que la del ajedrez, ni derrota más aleccionadora. Ya le advierto que no creo que se vuelva más listo, pero desde luego pasará un buen rato.

Y encima es tan barato que parece gratis.


El Pueblo de Albacete, 19 de marzo de 2011

1 comentario:

  1. Plas Plas Plas. Aplaude la gente. Desde que te ví comiendo un bocata mientrás ibas en bici,me dije que eras un tio grande. Me pudo morir tranquilo.Gotor

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

Reto Fanzine 2023

 Bueno, pues parecía que no pero al final sí, así que... Queda convocada la 19 edición de nuestro Reto Fanzine para el VIERNES 29 de diciemb...