jueves, 29 de septiembre de 2011

Resplandior

Leo en diferentes sites (tal que aquí, y aquí, por ejemplo) sobre la última amenaza que se cierne sobre nosostros, la secuela de El resplandor (la novela) que por lo visto Stephen King tiene ya casi finiquitada. Y mientras en Hollywood deben andar ya buscando reparto y director, yo me siento un tanto encogido porque, personalmente, creo que la susodicha novela es una patata.
No sé cuántos se lo habrán leído realmente, porque sí tengo claro que la gran mayoría ha visto la genial película de Kubrick, pero es uno de los tochos más densos y aburridos del Maestro. Tiene todos los defectos marca de la casa elevados a la enésima potencia, sobre todo párrafos llenos de morralla, pero es que, además, es una gilipollez de historia.
Kubrick supo desbrozar el texto, retorcerlo y adaptarlo a su película mental, apartándose bastante de la novela, para crear una obra maestra del terror que no ha sido superada hasta la fecha, y que por lo visto disgustó al ex gafancio. De hecho, King se gastó sus buenos cuartos en producir una mierda teleserie  que adapta con más fidelidad su libro. Os desafío a tragaros este mojón de más de cuatro horas.
Ahora King ha cedido a yo qué sé intereses -supongo que a otro camión de dinero aparcado en su puerta-, para ponerse a este rollo, después de que el proyecto de las adaptaciones fílmicas de La Torre Oscura se hayan ido al pijo. Por cierto, que hay anunciado el lanzamiento para 2012 de otra novela del ciclo, The Wind Through the Keyhole, que se supone autónoma, de las aventuras de Roland entre  el Libro IV y el V, y que se va a comprar Tabitha King.
EDITO: Más novedades sobre el de Maine que se me había olvidado contar: en octubre sale en España Todo oscuro, sin estrellas, que reúne cuatro novelitas cortas que parecen interesantes. Podéis leer de qué va el asunto en http://www.stephenking.com.ar/, página imprescindible donde las haya para fans del Rey. Ahí mismo podrán ver también el booktrailer del libro. Y también ahí podrán leer de qué va el más inmediato lanzamiento de SK -que espero con ansia-: 11/22/63. La fecha lo dice todo, ¿no?

Les dejo con la mejor adaptación hecha hasta la fecha del Resplandor.
 




domingo, 25 de septiembre de 2011

Estas botas son para caminar (Sesenta mil satanases, 81)

Leí en alguna parte que a un hombre se le juzga por su calzado. En las novelas buenas del oeste, siempre se le echa un vistazo a las botas del forastero (eso, y se le intercambia tabaco). En las películas de guerra aceptables, vemos cómo se le roban los zapatos a los muertos. Los esclavos van descalzos. Los pobres les lustren los mocasines a los ricos. Charlot pasaba tanta hambre que tenía que comerse su propio zapato en La quimera del oro. Dorothy volvía a Kansas entrechocando los zapatos de rubíes, que le había robado previamente a la bruja mala del Este. El gato sólo necesitaba unas botas para sacar de la miseria a su amo. En inglés, en lugar de decir “ponte en mi lugar” se dice “ponte en mis zapatos”. De fetichismos ni hablamos...
No le descubro nada a nadie diciendo que lo que viste los pies dice más de una persona que el resto de su indumentaria, su peinado, sus usos y costumbres. Toda su personalidad queda retratada en sus zapatos. Puede que los ojos sean el espejo del alma, pero el calzado es el alma misma, un reflejo de la personalidad del portador, tan explícito y descriptivo como un carné de identidad.
Siendo los pies una parte tan íntima, tan delicada y a la vez tan importante para nosotros, como individuos y como especie -nuestra civilización ha dependido del calzado, todos los ejércitos que han dominado la tierra iban bien calzados, de las sandalias romanas a las botas militares-, es lógica la tremenda trascendencia de enfundarlos, vestirlos, adornarlos, etc, convenientemente.
El calzado está por encima de los códigos de vestimenta, porque tiene su propia taxonomía y lenguaje. Una de las primeras cosas que de pequeños nos enseñan las madres es que hay un calzado, y una vestimenta, para cada ocasión. Pero también lo hay para cada estación, para el trabajo y para el ocio, para la lluvia y para la playa... Toda nuestra vida pivota en torno al zapato que nos toca ponernos por la mañana. Si echáramos la vista atrás, podríamos rememorar nuestra historia siguiendo ese reguero de suelas desgastadas, cordones rotos, tacones perdidos y agujeros varios.
La necesidad de calzarse no implica que tengamos un armario como el muestrario de una zapatería. Hay quien tiene decenas de zapatos y quien solo dos pares. Quien los cuida como oro en paño y quien los destroza sin contemplaciones. Las relaciones entre uno y sus zapatos casi podría extrapolarse a ese uno consigo mismo y con los demás.
Escoger zapato es complicado. No solo hay que buscar un motivo estético que vaya con nosotros, sino que además debe ser cómodo, no se puede andar si te rozan, si te salen ampollas, si te aprietan. Qué mal se pasa. Y debe estar dentro de nuestras posibilidades económicas. Porque los zapatos, a pesar de las imitaciones chinas, son un artículo de lujo. Entiendo a quien prefiere comprarse diez pares de diez euros a uno de noventa, a pesar de que acabe usando y tirando uno al mes. En ocasiones tengo la impresión de que una mano negra especula con el calzado. ¿Cómo es posible que un artículo de primera necesidad, de buena calidad, sea tan caro? Y lo peor es que no puedes reclamar. Si un zapato se te rompe o se te despega, no puedes volver a la tienda a que te devuelvan el dinero o a cambiarlos por unos nuevos, porque no tienen garantía. Porque, ojo, un zapato bueno siempre será caro, pero un zapato caro no tiene que ser necesariamente bueno, y lo digo por experiencia. Puedes cambiar una tele que ha salido rana, pero no unas botas, y este es un fallo por el que deberíamos quejarnos.
Y créanme, son más necesarias las botas.


El Pueblo de Albacete, 25 de septiembre de 2011


domingo, 18 de septiembre de 2011

En el cielo sí hay alcohol (Sesenta mil satanases, 80)

Fue en 2006 cuando unos astrónomos británicos del Observatorio Jodrell Bank anunciaron el descubrimiento de una nube de alcohol metílico, de unos 463.000 millones de kilómetros de extensión, en una zona de la Vía Láctea. Se equivocaron, pues, tanto Pabellón Psiquiátrico como Kase O.
Así a ojo, calculo que en nuestra Feria andamos de alcohol a pizcaspajas con nuestra galaxia, y si me apuran un poco, a tenor de algunos cubatas que he tenido la desgracia de probar, con más metílico que etílico.
La Feria nos destroza, de un modo u otro. Los bolsillos, el hígado, el sueño..., a propósito o sin querer queriendo, el caso es que el ciudadano sufre la frenética hiperactividad de estos diez días feriados de los que, casi, se necesita del resto de septiembre para recobrar la rutinaria normalidad con la que se ha de convivir el resto del año. En Albacete, pues, el Año Nuevo comienza el día 18, después de un cotillón de dos semanas en una vorágine de comida y, sobre todo, bebida como si no hubiera un mañana. Es este particular sistema solar que es el recinto ferial, todo gira en derredor del condumio y el bebercio. Si antaño esto era una feria ganadera, hoy por hoy es el ganado humano quien se ha apropiado del lugar, en busca de un conveniente abrevadero en el que meter el hocico.
Que sí, que me dirán que hay más actividades en la Feria, que se bailan manchegas, se visita a la Virgen, se compran artículos de broma y hasta alguna navaja, hay conciertos, y atracciones, pero estos vecinos van y vienen. Los que se quedan en los redondeles emulan con gran precisión a los peces del villancico.
Desde el tiento de la bota que ayuda al paso gaznatil de la berenjena de Almagro, al par de chatos de vino de la borriquilla que activa la circulación, unas sidras con los miguelitos, y una botellica de orujo miel del templete. Cerveza a litros –aunque recomiendo siempre de bote-. Mojitos aliñados con resaqueitor. Cubalitros importados desde Fukushima.
Esto por lo “legal”. Porque lo tradicional desde unos atrás es el botellón. Y ojo, este no se circunscribe a los alrededores de la plaza de toros, sino que se extiende, como el chapapote en el mar, a cualquier escenario más o menos cercano a los redondeles. Portales, plazas, cabinas de teléfonos, todo vale. Sorprende ver cómo en las paradas del autobús, gratuito, que lleva al personal a la Feria se agolpa la juventud cargada de bolsas repletas de alcohol, refresco y hielo. Los mismos que no ayudan a su madre con la compra, cargan con media docena de botellas de Brugal y un saco de cubitos. El transporte público parece, entonces, una auténtica discomóvil, donde por supuesto no falta la música, por obra y gracia de sus infernales teléfonos móviles.
Para amortiguar el efecto alcohólico sobre el estómago, lo habitual en estos casos es acabar comprando a lo largo de la noche un bocadillo de pseudojamón, morcilla o guarra, aunque por aquello de la variedad cultural, ahora se puede recurrir a un kebab, pizza o hamburguesas. Ojo, no confundir este momento con el de retirada, en el que, emprendiendo el largo camino a casa, no hay más remedio que detenerse en el puesto de las hamburguesas Uranga para llevarse una puesta.
Escribía el año pasado que en Feria todo está permitido, como si hubiera bula papal, y como a todos los tontos les da por lo mismo, quizá sea por eso por lo que aquí, en lugar de alancear al Toro de la Vega nos luce castigamos el hígado trasegando más alcohol que un cosaco en la fábrica de Knebep. Diez días inmersos en nuestro personal “Living Las Vegas”, naufragando en un vaso de plástico que dicen que es de litro pero que no lo es y devorando frutos de gorrinera a deshoras. Ríase usted del triatlón Ironman ese, esto sí que es una prueba de triple resistencia: física, mental y gástrica. Y si en lugar de durar semana y media, hubiera un mes de Feria, tal y como deseaban algunos el año del Centenario, pues ahí que los tendría usted, a los ferieros con sus bebidas espirituosas, noche tras noche, seres inamovibles frente una fuerza imparable. Tan a gusto, en su cielo. Ea.

El Pueblo de Albacete, 18 de septiembre de 2011



miércoles, 14 de septiembre de 2011

Amazon ya está aquí

Pues sí, aquí (http://www.amazon.es/) tienen el enlace que lo corrobora. El gigante ha abierto sus puertas en el idioma de Cervantes, con todo lo que eso conlleva. Ahora sólo falta ver cómo se desenvuelve su modelo de negocio con las leyes, empresas y costumbres españolas (y europeas), y sobre todo, con la falta de perras con la que andamos.
Con todo, es una buena noticia y solo espero que no se contagie del spain is different y siga prestando esa estupenda atención al cliente, marca de la casa, de la que puedo dar fe respecto a los amazon de EEUU, Reino Unido y Alemania.
Y sobre todo, por el kindle, el mejor lector de libros electrónicos, que actualmente se vende a 139 dólares, unos 102 euros al cambio. Esto sí que va a ser un revulsivo para la industria...

De esto ya hablé en su día:
http://eljuegodelmuerto.blogspot.com/2011/08/epub-en-el-kindle.html
http://eljuegodelmuerto.blogspot.com/2011/08/mas-barato-senores.html
http://eljuegodelmuerto.blogspot.com/2009/11/hacia-el-libro-digital.html




lunes, 12 de septiembre de 2011

Replicansex

Quienes me leen y me conocen sabe que estaba esperando algo así. De hecho, me ha alegrado mucho más encontrar esta parodia porno de Blade Runner, una de mis películas fetiche, que el enésimo anuncio/intención de Ridley Scott de hacer una precuela/secuela/sacacuartos de la misma para 2014.
Babe runner era necesaria, qué diablos, y lo que pretende rodar Scott, treinta años después, no.
Porque si algo nos sobran son versiones de Deckard y Rachel -ahí las tengo, en casa, cogiendo polvo después de cagarme en toda la cúpula celestial tras el visionado del "montaje definitivo"-. La única forma que vea ese nuevo Blade Runner es que lo dirija el hermano malo, Tony. Y es que para estas mierdas ya tenemos a George Lucas y sus retoques sin fuste ni gracia.
Sinceramente, creo que me lo voy a pasar mejor con estas pellejudas tetonas.


domingo, 11 de septiembre de 2011

Otro once de septiembre (Sesenta mil satanases, 79)

Dicen que la fecha de hoy es clave. 11 de septiembre. El día en que cambió el mundo. Han pasado diez años desde que Matías Prats retransmitiera en directo el choque de los aviones contra las Torres Gemelas, metiéndonos el miedo en el cuerpo ante una escena que ni los más osados y dementes directores de Hollywood habrían imaginado. Aquel día se nos pegaron a las retinas las escenas del humo, del polvo, de la gente saltando al vacío, del derrumbe casi instantáneo... Todos acusábamos el golpe terrorista, no en vano Nueva York es un poco una ciudad universal, iconográfica, visualmente tan familiar como Madrid, por ejemplo. No entendíamos nada, y en nuestra impotencia, sólo podíamos intercambiar miradas y apretar los labios. Aquello era muy gordo.
Y lo que vino después. Nuevos nombres se incorporaron a nuestro vocabulario casi sin querer: Al Qaeda, Osama bin Laden, Al Jazeera... También vinieron los gilipollas de siempre a decirnos que ya se veía venir, que lo raro es que no hubiera pasado antes. Luego, más idiotas, los conspiranoicos de siempre, negando la mayor, o acusando a los de dentro, con profecías inventadas ad hoc de Nostradamus y la madre que los parió... y luego la guerra de Afganistán, y la de Irak, y el ahorcamiento de Sadam Hussein, y el 11M, y tantas y tantas cosas...
El siglo XXI había comenzado de verdad.
Qué se puede añadir que no se haya dicho ya sobre el 11S. Probablemente nada. Ni siquiera puedo aportar un punto de vista original puesto que, más o menos, a todos nos pilló de igual modo, comiendo, tan tranquilos, con las insulsas noticias de fondo. Toda esa espiral de caos, miedo e indignación, de la blasfemia a la lágrima, esa necesidad de estar con los seres queridos, como si el brillo de la guadaña traspasara el televisor, que se repitió un marzo en Madrid tres años después.
Sí puedo contar lo que queda en mi cabeza una década después, y es casi nada. Suena triste, frío, pero es la verdad. Después del visionado continuo, una y otra vez, una y otra vez, de las secuencias de la destrucción por parte de todas las televisiones, hasta que lograron descontextualizarlas, hasta que lograron hartarnos, convertirlas en material de cine; después de las barbaridades cometidas después en nombre de la venganza y el petróleo, demostrando que el ser humano pone el listón de la hijoputez cada vez más alto; después de que la propia naturaleza diera un golpe sobre la mesa con sus propias catástrofes; después de que la burbuja inmobiliaria estallara y llegara la crisis, y la gente se haya quedado en la calle, sin casa, sin trabajo, sin esperanzas... ¿Quién de nosotros se acuerda del 11S y se estremece como entonces? ¿Quién, en Albacete, va a llorar hoy por los muertos, como sucedió hace una década?
Tampoco nos fustiguemos. A fin de cuentas, está en nuestra biología que el cerebro se defienda del shock traumático y olvide, o minimice, el dolor. Porque duele, y mucho, que dos aviones nos dieran la vuelta como a un calcetín. O más bien hicieran patente la fragilidad de este Matrix en el que vivimos voluntariamente, tras elegir gustosos la pastilla azul cada vez que nos agitan los cimientos.
Y es en efemérides como la de hoy que nos acordamos de Santa Bárbara, sobre todo los medios y los que en ellos trabajamos, para honrar, un poquito, a los muertos por la sinrazón –aunque ¿acaso hay muertes razonables?- con un pésame y una misa. Con más pragmatismo que sentimiento. Pero quizá hasta con una sincera reflexión, acerca de si todo aquello nos ha servido de algo. Permítanme, amigos, ser aquí pesimista, y decirles que no.
Lo siento por los desgraciados que todavía no han sido del todo lobotomizados, porque hoy lo van a pasar mal. El resto, supongo que nos iremos a la Feria, donde venden un sucedáneo de la pastilla azul de Morpheo, en vaso de litro.

El Pueblo de Albacete, 11 de septiembre de 2011

domingo, 4 de septiembre de 2011

Queremos caldico reparador (Sesenta mil satanases, 78)

Escribo esto apenas unos días antes de que dé comienzo la Feria de este año, a ciegas por no haber podido ver aún el programa de 2011 y, pues, con la incógnita de si habrá o no caldico reparador.
La Septembrina del Centenario nos lo quitó sin mediar explicación, y sin que, al parecer, nadie salvo los habituales de las tres de la mañana en el stand diputacional, nos rasgásemos las vestiduras. ¿Adónde fue nuestro caldico? ¿Tan caro era de preparar que se eliminó del programa de un plumazo, a traición? Me cuesta creerlo, vista la cantidad de actividades más careras, y posiblemente prescindibles, que permanecieron vigentes. Hubo quien me dijo que su desaparición obedecía a “razones estéticas”, por aquello de no parecer paletos, pero dudo que fuera así, puesto que ¿acaso la misma Feria no es pura exaltación del paletismo manchego, del gañanerismo verbenero elevado a la enésima potencia? Está muy bien invertir buena parte del escueto presupuesto municipal en actuaciones culturales, pero no podemos permitirnos desechar los pequeños guiños a la vecindad, renegar de esa parte de nuestro pasado rural, origen de la misma Septembrina, por ser, o más bien parecer, “modernos”, reemplazando todo lo que huela a boina y a pana por wifi y proyecciones de powerpoints en los arcos. El caldico reparador, como la limpieza o la seguridad, es un servicio público y como tal debe mantenerse.
Han de saber las autoridades competentes que no es cosa fácil renunciar a ese líquido manjar de dioses que se nos ofrecía, calentico, en vasicos de plástico, que asentaba no sólo el estómago sino el espíritu. En las frescas, cuando no directamente frías, noches feriales, ese líquido maná nos confortaba como una madre, devolviéndonos la serenidad perdida entre tanta música pachanguera y estallido de luces. Un caldico casero, compartido fraternalmente con vecinos anónimos, tras una rápida cola ante la gigantesca olla de acero en la que, con suerte, hasta podías repetir. En este delicado momento se formaba un oasis de buen rollo que espantaba la fatiga, el aburrimiento y hasta la borrachera, se creaban espontáneas tertulias intergeneracionales donde se comentaba lo mejor y lo peor de la jornada, si los toros habían sido buenos, qué atracción era mejor o dónde se podía beber cerveza sin aguar.
Allí, cual galos ante el buen druida Panoramix, bebíamos la poción mágica que había de conferirnos el poder de calmar el ardor del bocadillo de guarra, de aguantar hasta el amanecer, o darnos las fuerzas para emprender a pie el largo camino a casa. Los que se habían perdido en la vorágine se volvían a congregar allí –en el Pincho no hay quien se encuentre-; los que andaban con hambre pero sin un duro hallaban ahí un gratuito consuelo; en definitiva, el caldico se conformaba como un imprescindible punto de encuentro que alguien, desde un despachito, se cargó por ahorrar unas perras.
Gratuito, decía. He ahí otra de las claves del éxito del mágico bebedizo, puesto que en Feria todo tiene un precio, y no suele ser barato, qué puede haber más satisfactorio que encontrarse con algo gratis después de todo un día de gastos desaforados. Gambas, mojitos, cañas, miguelitos, sidra, tómbolas, coches de choque, Caseta de los Jardinillos, hasta la Carpa Joven te saca los ahorros durante nuestros diez días grandes, sólo las vaquillas y el caldo iban libres de gasto, y ya sólo perviven las primeras. Porque la Feria va sobrada de ofertas atractivas a esas horas intempestivas, pero ninguna es gratis, ninguna te recompensa por haber sido un buen albaceteño, por haber cumplido con los cánones feriales. ¿Acaso les niegan a los atletas una botella de agua después de correr?
Pero también es una forma de que los poderes públicos se congratulen con nosotros, la ciudadanía, de devolvernos algo tangible de lo mucho que les damos, el caldico es un mínimo detalle bebible de que se preocupan de nuestro bienestar.
Sería mejor para todos que vuelva el caldico reparador, antes de que nos obliguen a hacer botellón de caldo –caldellón- en el aparcamiento de la plaza de toros.


El Pueblo de Albacete, 4 de septiembre de 2011

Reto Fanzine 2023

 Bueno, pues parecía que no pero al final sí, así que... Queda convocada la 19 edición de nuestro Reto Fanzine para el VIERNES 29 de diciemb...