Y no les voy a hablar del Necronomicon, sino de otro más cercano y escrito por un servidor: Baladas que no canta el diablo.
Escribí esta novela allá por el 97, si no me falla la memoria. Tardé apenas un mes en teclearla y podría decirse que la hice ex profeso para el premio de novela negra Rodrigo Rubio de la Diputación de Albacete. No era la primera, pero sí la más extensa que había escrito hasta entonces. Se suponía que, junto a "Sangre y Agua", la novela que había salido en dos entregas de Fábulas Extrañas, y una tercera que tenía apenas esbozada con el título de "Las Urracas Parlanchinas", conformarían una trilogía de novelas policíacas cuya trama se desarrollaba en Albacete (ciudad y provincia): Albacete en Negro, o algo así quería entitularla.
Con las oportunas correciones de Alberto López y otros amigos, el libro fue remitido a la Diputación, y ahí terminó lo más fácil.
Avancemos ahora en el tiempo hasta la Feria de Albacete de ese mismo año. Mi novia y yo caminábamos cerca del pincho por la noche, cuando se nos acercó JC Pérez (cuyo blog pueden consultar aquí al lado) y me felicitó por el premio. Miradas confusas, gestos de incredulidad... Me cercioré de que Pérez no iba borracho y que lo decía en serio (por una vez).
Nos contó que había visto en el periódico DEL DÍA ANTERIOR el fallo del premio y que yo había quedado finalista. Como seguía sin fiarme de él, de repente me embarqué, y conmigo a todo el que pillé, a buscar el maldito periódico. Ni decir tiene que no hubo manera. Tuve que personarme al día siguiente en la Diputación -y de allí al despacho de Antonio Belmonte- para que me lo confirmasen. Y sí, era verdad, lo que pasaba era que se les había
olvidado llamarme. Olé sus cojones.
La novela ganadora resultó ser "Liborio, o la mala vida de Efraín Domínguez", del periodista Luis Reyes Blanc. Su historia era un trasunto de la vida y obra de un escritor con bastante parecido a Cela. Esta"semejanza" tuvo como consecuencia que a la Diputación se le pusieran por corbata ante las hipotéticas denuncias y amenazas que podían caerle de parte del premio Nobel. Consecuencia segunda: no se atrevían a publicar el libro.
Consecuencia tercera: si no editaban al ganador, mucho menos al finalista (que no era más que un crío con melenas que no conocía ni dios). Al menos, los cheques sí que nos los dieron.
Por si esto fuera poco, se cruzaron en mi camino las elecciones del 98. Se fueron los peperos, entraron los progresistas (aunque entonces no se llamaban así). Como ocurre siempre en estos casos, la corporación nueva no quería saber nada de la anterior, y mucho menos del premio de novela --al que por cierto, acabaron cargándose--, no obstante, convocan la tercera edición sin preocuparse de que los dos últimos ganadores estén inéditos (contraviniendo las propias bases del concurso). Luis Reyes no sé lo que haría, pero yo me dediqué a cagarmen en todo lo cagable por los despachos. Como suele pasar en estos casos, hubo muchas palabras buenas y muchas palmaditas en la espalda, pero ni puto caso.
O casi, porque al final, ya fuera por vergüenza, obligación, o por no verme más, hubo libro.
Para ahorrar texto y ruedas de prensa, los anunciaron junto a los ganadores del III premio, donde volvería a triunfar (finalista) Miguel Ángel Carcelén (ya había ganado el primer certamen) -ahí fue cuando a los organizadores se les ocurrió poner en las bases del año siguiente que no podían presentarse autores ya premiados-.
En las bases del premio mencionaban algo así como que la tirada sería de 1000 o 1500 ejemplares. De estos, no sé a ciencia cierta cuántos pusieron a la venta en las librerías, pero sí sé que al cabo de unos meses, no quedaba ninguno. Nunca se repusieron. Pasado un año, la Diputación no tenía, o eso dijeron, ni un solo libro en el almacén. ¿Dónde estaban?
Con el tiempo descubrí que había al menos un ejemplar de las Baladas en cada una de las bibliotecas escolares de Albacete y provincia, eso sí, censurado, porque los maestros consideran que no es una lectura apropiada para niños, por lo que al final acaba por quedárselo uno de los profesores o en el cubo azul.
En las bibliotecas municipales nunca lo he visto, y si está en la Biblioteca Pública es porque yo me molesté en llevarlo... Bueno, esto último no es del todo cierto. Los amigos del club de lectura El Grito, de la Biblioteca, consiguieron como por ensalmo hacerse con 20 o 30 ejemplares, salidos de la nada. Ahí los tienen, por si más clubs quieren leérlos.
A modo de epílogo diré que 9 AÑOS DESPUÉS de la publicación, y gracias al apoyo y las gestiones conjuntas de varios amigos, he conseguido rescatado de un almacenucho, una veintena de ejemplares.
Ignoro cuántos más habrá allí, o cuántos estarán perdidos, condenados a no ser leídos, en las lejas más altas de los colegios y salas de lectura, pero si los encuentran, haganme el favor de cogerlos y leerlos, y quedárselos si les gusta. Después del parto tan complicado que tuvo, es de recibo que el pobre goce de algo de vida. También su lectura tiene cierto regusto a vendetta contra todos aquellos que trataron de negar o impedir su publicación, ya sean políticos, burócratas o el mismo destino. Que los jodan a todos.

Aquí les dejo unos cuantos enlaces:

Nota de prensa de la Diputación de la presentación de las "Baladas"
"Baladas" en Negra y Criminal
"Baladas" en Iberlibro