domingo, 14 de octubre de 2012

Desequilibrados

Estaba viendo el otro día “La trampa”, un triple documental sobre la influencia de la teoría de juegos en el diseño de nuestra sociedad en los últimos cincuenta años. La teoría de juegos es una rama de las matemáticas que estudia las decisiones en las que, para que un individuo tenga éxito, tiene que tener en cuenta las decisiones tomadas por el resto de los sujetos que intervienen en la situación. Como en el ajedrez, no se trata de preguntarnos qué hacer, sino qué hacer teniendo en cuenta qué creemos que va a hacer el otro, según lo que crea él que vas a hacer tú.
En su aplicación en la vida real, nos encontramos con el llamado equilibrio de Nash y el famoso dilema del prisionero. Dos sospechosos de un crimen son puestos en celdas separadas y aisladas. Si ambos confiesan, cada uno será sentenciado a tres años de prisión. Si sólo uno confiesa, el chivato será liberado y usado como testigo contra el otro, quien recibirá una pena de diez años. Si ninguno confiesa, ambos serán condenados por un cargo menor y tendrán que cumplir una pena de sólo un año. La estrategia está clara, ninguno se va a arriesgar a no confesar no sea que el otro te acuse, así que ambos sospechosos confiesan y obtienen entonces una pena de tres años de prisión cada uno. El mal menor. Se ha llegado a un equilibrio, donde ambas partes no pueden cambiar sin empeorar.
El ejemplo que aparecía en el documental era una variante aún más clarificadora de este dilema. Vuelven a escena los dos ladrones. Uno tiene un diamante robado de gran valor y el otro el dinero para comprarlo. Para evitar conflictos, ambos acuerdan hacer el intercambio llevando cada uno el botín en una maleta a un sitio, a la misma hora y dejarlo allí para que el otro lo recoja una hora después. Según el equilibrio de Nash, ninguno de los dos ladrones cumplirá el trato, puesto que lo lógico dicta que no hay que dejar nunca tu maleta. Así, si vas al punto convenido y resulta que el otro tipo ha cumplido su parte, tú te lo llevas todo, pero si el otro tipo ha visto el mismo documental, al menos te queda tu parte. ¿O acaso tú serías el tonto que se arriesgaría a quedarse sin nada por seguir las instrucciones al pie de la letra? Sería ilógico.
Problema: John Nash, por aquello de que además de matemático, padecía esquizofrenia paranoide, no contaba con la irracionalidad del ser humano. Porque la lógica, la teoría de juegos, el maldito equilibrio este solo funciona con personas totalmente egoístas, sin cabida para la caridad, el honor, el altruismo, la sinceridad, el odio, o la venganza. Y sucede que las personas, salvo los economistas, no somos así. Ignorar, como lo han hecho sucesivamente los políticos y demás gente con poder, que han seguido estas pautas para sus planes económicos, sociales, psicológicos, militares, la impulsividad humana, y sobre todo, la capacidad para hacer el bien y el hijoputa, es un gravísimo error que estamos pagando ahora. Y lo que te rondaré, morena.
Dicho en otras palabras, y volviendo al ejemplo anterior del diamante y los ladrones, la lógica no contempla dos casos bien plausibles: a) que, en efecto, el trato se desarrolle tal y como estaba previsto, cumpliendo con la palabra dada, con todos los beneficios a medio y largo que esto puede implicar; y b) quizás la opción más humana de todas: que uno de los dos ladrones, no solo no deja su maleta en el punto acordado, sino que se aposta allí hasta que aparece el otro tipo, entonces lo embosca, lo machaca y le roba su parte.  Nuestra capacidad de tomar decisiones más allá de la lógica es lo que nos hace ser humanos, en lugar de fríos y calculadores robots. Es lo que nos convierte en el héroe que se sacrifica por los demás, o en el villano que lía una matanza porque sí. Y por mucho que se empeñen mercados e instituciones, las personas jamás podremos encajar en un sistema ideado para vulcanianos. Hay que asumid de una vez que somos incapaces de respetar, u obedecer, las pautas de la lógica. Porque unos se pasan de buenos y de honrados, y otros no saben ni lo que esto significa. Lo mejor y lo peor de cada casa se ciscan a cada momento en la teoría de juegos. Porque el lema de la humanidad es “hecha la ley, hecha la trampa”.
Y esto no significa que hayamos de sumergirnos en el caos y la anarquía, sino que hay que dejar de pensar que los números son la palabra de Dios, que todo se solucionará ajustando y cuadrando las cuentas. La economía y sus modelos matemáticos no son compatibles con los seres humanos. Pero si una máquina autoconsciente quisiera someternos, empezaría por ahí. Al final, verás como Skynet no necesita enviar un T-800 contra Sarah Connor para vencer.



El Pueblo de Albacete, 15 de octubre de 2012

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