domingo, 30 de septiembre de 2012

La cabeza de Murrieta

En la biografía de los personajes más interesantes de la Historia cuesta mucho distinguir qué partes son reales y cuales ficción, qué han añadido y fabulado los cronistas de la época y qué es verdad, que hizo realmente y qué se le atribuye. Con todo esto, lo cierto es que a los amantes y estudiosos del western no se nos puede pasar por alto la vida y muerte de Joaquín Murrieta.
Empieza la historia con el nacimiento del héroe, hacia 1829, no exento de polémica. Álamos (México), Trincheras (México) y Quillota (Chile) se disputan la titularidad de la cuna de Murrieta /Murieta -si es que acaso no estamos tratando con un personaje de pura ficción-, con una intensidad solo comparable a la batalla hispano-lusa por la nacionalidad del Amadís. Disculpen chilenos si en esta breve columna me inclino por la tesis mexicana. Afectado,como tantos otros pobres desgraciados, por la fiebre del oro, abandona su tierra en compañía de su hermano y su mujer rumbo a Colorado en 1850. Cuando la suerte parece que al fin le sonríe, y consigue un puñado de pepitas de oro en su concesión, aparecen unos mineros yanquis que no ven con buenos ojos que un mexicano consiga lo que ellos no pueden, esto es, el oro y una mujer, así que le arrebatan ambos, matando al menor de los hermanos Murieta de paso. Nada del otro mundo en un estado que aplaudía el racismo y la xenofobia contra los mineros mexicanos, chilenos y peruanos que extraían oro.
A Joaquín no le queda otra que jurar venganza.
Joaquín Murrieta,más que convertirse en el Zorro, se transforma en un bandido implacable,tirando de gatillo y cargándose gringos a destajo. Sólo la gente humilde, lo que no tienen un duro, o un dólar, mejor dicho, se salvan de su ira homicida y comienzan a llamarlo el Robin Hood de Colorado, en un aproximación más real a la leyenda del de Sherwood que la que nos han legado los escritores románticos. Otras fuentes menos noveleras, y más gringas, señalan que Murrieta era un criminal que ya traía de serie su propia banda, y que de buscar oro en el río, más bien poco.
El caso es que Murrieta se une y lidera la Banda de los Cinco Joaquines. En sus andanzas cual bandolero no podía faltar un colega que le echase una mano, otro mexicano de pasado truculento de apodo Juan (o Jack) Tres Dedos, de nombre Manuel García. Los Joaquines se convierten en la banda más buscada. Murieta, sus tocayos y Tres Dedos aterrorizan la región y la riegan con la sangre de quien tiene la desgracia de cruzarse en su camino. Las autoridades ponen precio a sus cabezas, 5.000 dólares de 1853, y no tienen otra que crear un cuerpo policial ad hoc, los Rangers de California, para darles caza.
Es entonces cuando se precipita su final. En julio de ese año, los Rangers tropiezan con un grupo de mexicanos, se arma la de dios es cristo, terrible balacera, y mueren dos de los bandidos, supuestamente Murrieta y Tres Dedos, y para demostrarlo y cobrar la pasta, al primero le cortan la cabeza y al segundo la mano mutilada. Conservadas en un jarrón con coñac, los restos fueron paseados por toda California para que el público los admirase como trofeos, y de paso, los reconocieran como genuinos, porque no faltaban malpensados que dijesen que los Ranger se habían cargado a dos mexicanos random para hacerlos pasar por los bandidos y llevárselo calentito. La cabeza se conservó en San Francisco hasta el famoso terremoto de 1906.
Fuera él o no, lo cierto es que después de aquello no hay muchas señales de Murrieta, salvo las declaraciones de sus hermanos, que insisten en que la cabeza del tarro no es la de Joaquín, al que entonces fechan su muerte, retirado y en su hacienda, hacia 1879.
Muerto el hombre, nace la leyenda. Las andanzas de Murrieta, recogidas con mayor o menor fidelidad por el periodista de origen cherokee John Rollins Ridge, aparecen publicadas en una novela, Vida y aventuras de Joaquín Murrieta, célebre bandolero californiano, que elevan a Murrieta a la categoría de héroe nacional, símbolo de la lucha contra el racismo y contra los Estados Unidos. También inspirará la creación del Zorro, corridos, poemas, canciones, una obrita de Neruda, películas... En fin, de todo. Incluida la novela número 100 de El Coyote, titulada El Diablo, Murrieta y El Coyote, donde el Maestro Mallorquí despliega todo su saber hacer para reunir, con la mayor fidelidad posible, a ambos personajes, en lo que sin duda se trata de uno de los mejores ejercicios de mitología creativa española. 



El Pueblo de Albacete, 1 de octubre de 2012

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