domingo, 23 de diciembre de 2012

Muerte al falso friki

Diez años. Es la fracción de tiempo que un buen amigo les daba de vida a los frikis. Después de ver el trailer de la nueva película de Star Trek, suspiró y lo vio claro: en una década los frikis se habrán extinguido. Supongo que se refería a los verdaderos frikis, los de toda la vida, los auténticos. No es tan descabellado que estos acaben perdidos, disueltos en el marasmo populachero del falso frikismo, si entendemos lo que diferencia a uno de otros.
Para entender lo que es un verdadero friki, primero hay que tener en cuenta, como punto de partida, que la voz “friki” surgió como un insulto. A nadie se le escapa que es una españolización de “freak”, siendo lo freak raro, anormal, monstruoso. Preguntadle a Tod Browning. En realidad, en EEUU, lo que nosotros entendemos por frikis (freaks) allí son nerds, una figura que el cine y la televisión norteamericana siempre se ha empeñado en ridiculizar. En algún momento a principio de los dosmiles el neologismo cuajó en nuestro país, y a todos los raritos, fans de cosas extrañas o bizarras (otra voz que ha cambiado de significado en los últimos años), comienza a llamárseles frikis como un insulto, pero venido a menos. Como la gripe zombi, el término se expande con sorprendente velocidad gracias a que los aludidos adoptan el concepto y se muestran orgullosos de él. Jugador de rol o de videojuegos, fans del anime, lectores de cómics, expertos en cine italiano de los setenta, coleccionistas de bandas sonoras de Goblin... Todos ellos dejan de ser los cabizbajos “raritos” para alzarse como orgullosos frikis.
El problema radica en que, en unos años, el término se universaliza tanto y se aplica a tantas cosas que pierde su significado, su esencia. Ahora resulta que todos somos frikis. Esta homogeneización ha absorbido a los frikis primigenios, muchos de los cuales comienzan a rebelarse ahora categorizando a las masas en dos bandos, los genuinos y los ful, y casi proclamando, a lo Manowar, muerte al falso friki.
En origen, el friki siempre ha sido un colectivo minoritario, a pesar de que hubiera millones de personas participando de un modo u otro en él. Los gustos, los intereses y conocimientos de los primeros frikis se desvían de lo común, de lo popular, de lo que gusta y sabe todo el mundo, para ser muy concretos, muy específicos, muy anómalos. Especial, que en el fondo es como le gusta sentirse. Mientras las modas y los caprichos de las multinacionales rigen los gustos de masa, el friki extrae quirúrgicamente lo que le interesa y lo atesora, para compartirlo solo con sus afines. Para ello, para ocuparse de lo atemporal, el friki debía situarse más allá del underground, marginado, apartado de la sociedad mainstream.
Pero digamos que este discurrir en paralelo no resistiría los embates del capitalismo. Unos tipos capaces de gastarse todos sus ahorros en los chismes más absurdos, como el primer número de Superman, de comprarse una y otra vez cualquier mierda con el sello Star Wars, de recorrer cientos de kilómetros para acudir disfrazados a una convención, etc, parecían un blanco fácil. Los frikis dejan de ser esos seres ridículos, interesados en cosas infantiles, para convertirse en objeto de deseo. El problema para obtener brutales beneficios radica en su reducido número y en su “mala imagen” –amén de las reticencias de los propios implicados-, pero hete aquí que la industria saca de la cueva a los frikis y sus cosas y los muestra al mundo diciendo, no os riáis de ellos, porque ellos son los que molan ahora.
Y así comienza la conspiración de frikizar a la humanidad, cuyo punto álgido es la producción multimillonaria de las grandes obras del frikismo, siendo el gran punto de inflexión El señor de los anillos. Cuando la saga de Tolkien, idolatrada por frikis durante generaciones, es adaptada con éxito al cine, y evidencia que lo friki vende, es el principio del fin. La señal de hasta qué punto llega la comercialización del frikismo la encontramos en la serie de televisión The Big Bang Theory, donde los arquetipos frikis, en lugar de ocupar su habitual papel secundario de desahogo cómico, son los verdaderos protagonistas, presentados además como personajes de éxito profesional y sentimental: todo un giro copernicano del hasta entonces paradigma del friki.
Si a ello le sumamos el efecto internet, donde a través de blogs y foros los frikis han ido volcando todo su conocimiento, solo para exhibirse como pavos reales ante la plebe, tenemos que cualquiera con una mediana conexión a la red y media hora libre puede hablar como un verdadero experto, un verdadero friki, de casi cualquier tema, difuminando la frontera entre el friki originario, por convicción, y el que lo es por moda. Entre el verdadero y el falso. De aquí surge el conflicto, y la reivindicación del genuino friki, convertido a su pesar en un borrego más del rebaño. Porque para acabar así, siendo uno más del montón, no hacía falta aprender a hablar élfico, conocer cuántas naves Enterprise ha destruido Kirk, en qué se diferencia la armadura Mark III de la Mark IV de Iron Man, o saber que Morricone compuso la banda sonora de Hundra (o qué es Hundra); bastaba con leer el Marca y ver Telecinco.


El Pueblo de Albacete, 24 de diciembre de 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

Reto Fanzine 2023

 Bueno, pues parecía que no pero al final sí, así que... Queda convocada la 19 edición de nuestro Reto Fanzine para el VIERNES 29 de diciemb...