domingo, 22 de julio de 2012

Leer en verano


La gente lee más libros en verano. No es un dato extraido de ninguna encuesta sino simple observación directa. Y concreto libros porque, contrariamente a lo que piensa la mayoría, las personas de este lado del mundo se pasan el día entero leyendo. Y escribiendo. Claro, hablo del guasap, del feisbuk, del tuiter, de cualquier blog, foro o lo que sea que se pueda hacer con el móvil u otros cacharros con internet. Nos hemos transformado en una sociedad que se comunica casi permanentemente por escrito, con mejor o peor gramática y ortografía, con millones de mensajes que se intercambian a diario. Un fenómeno curioso.
Pero a lo que iba. Meterse un libro entre pecho y espalda en verano es una larga tradición española. El lector no habitual aprovecha sus días de asueto, durante el viaje en tren, ese tiempo libre bajo la sombrilla, el insomnio veraniego, y la nada televisiva, para cumplir con el propósito de la lectura. Sabe este individuo -de sus tiempos de escolar- que leer es bueno, que debe leerse un libro al año, al menos, y elige el periodo estival para quedar como un señor. Dado que este ciudadano no tiene mucha costumbre de leer frases complejas, con subordinadas y eso, que tampoco domina un amplio vocabulario, y que la vida ya le da demasiados quebraderos de cabeza, lo que necesita es un poco de evasión, de entretenimiento. Acción, conjuras, algo de romance, un final feliz. Quizás algo espiritual. Es tiempo de best-sellers.
Los editores son conscientes de ello y se afanan en pagar publirreportajes en los medios públicos y webs especializadas con las/sus lecturas recomendadas. Conseguir, además, que un personaje público querido aparezca con un libro en una fotografía tiene casi garantizada las diez ediciones. Por ejemplo, si Andrés Iniesta apareciera mañana con una de mis novelas, para septiembre estaría tecleando esta columna sobre un palé de billetes.
Con esta política de márketing se ha conseguido que pase con los libros como con las canciones, todos luchan por ser el “del verano”. La calidad de los mismos, como siempre, es lo de menos, porque, en el fondo, se trata de venderle un librete a este lector ocasional, que es legión. Todos los años escucho el clamor de los gafapastas, intelectualoides, y demás paladares finos contra este tipo de libros, grandes, gordos y baratos, a veces con tal intensidad que solo por llevar la contraria casi me cae bien la mierda de la que se quejan. Porque no lo hacen por defender una lectura más digna, sino porque envidian esas cifras de ventas.
Ay, amigos, no hay por qué cabrearse, porque, insisto, es un fenómeno estacional. No hay más que ver que con el otoño surgen decenas de libros a imagen y semejanza del más vendido en los tres meses precedentes, y casi ninguno se come un torrao. El lector habitual es más selectivo, y más con los precios que corren. Pero, y hago aquí un inciso, hasta el lector común necesita un paréntesis entre Faulkner y Murakami, y por ello, cuando no mira nadie, se lleva en la maleta un tocho en rústica de un autor del que renegará después para siempre.


El Pueblo de Albacete, 23 de julio de 2012

1 comentario:

  1. sí, sí sí, ¿y sabes qué le0?
    A ti, cbrn, y he recortado una foto de Iniesta, porno duro.

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

Reto Fanzine 2023

 Bueno, pues parecía que no pero al final sí, así que... Queda convocada la 19 edición de nuestro Reto Fanzine para el VIERNES 29 de diciemb...