domingo, 3 de febrero de 2013

Triscar en el bosque o viva el ecoporno

El mundo del porno es un mundo viv, sin hartura.Solo la anatomía y la ley marcan los límites de una actividad que genera dinero a espuertas, aunque como en todo, solo para unos cuantos. Lo increíble es que, a pesar del amplísimo mercado existente, no dejan de aparecer nuevas iniciativas, algunas de las cuales ya hemos tocado aquí, como aquella moda de esnifar esperma o ponerse bolsas de papel en la cabeza, que enseguida reúne a miles de seguidores y se convierte en tendencia.
Así ha pasado con el FFF, Fuck for Forest. Follar en el bosque, vamos, una cosa que se ha hecho toda la vida, sobre todo en el pasado —ahora, o no hay bosque donde meterse, o te multan los del Seprona, o te pega un tiro un cazador— y que ahora, previa grabación, se presenta como una moda entre lo porno y lo hippie, sin ánimo de lucro, y ecológico.
Los folladores forestales comenzaron como una pareja de Noruega, Leona Johansson (28 años), y Tommy Hol Ellingsen (34 años), que se dedicaba a practicar el ecologismo jincando, o pajeándose, entre los árboles. Ellos fueron, en 2004, los primeros en colgar sus vídeos ecopornos en la red. Concienciados con la naturaleza, les gustaba follar y experimentar, y exhibirse, como demuestra su más famoso golpe de efecto, con el que se hicieron mundialmente famosos, al follar delante de 4.000 espectadores en el escenario durante el concierto de The Cumshots. Al juez le dijeron luego que era una performance para demostrar hasta donde podían llegar para salvar la naturaleza, pero entre que no coló, y que el bueno de Tommy le enseñó el rabo al juez, les cascaron una multa de 2.200 euros.
Pero el buen resultado de aquello fue que las visitas se dispararon y aumentaron los miembros de esta especie de comuna virtual. Agrupados principalmente en torno a la web de FFF, pero no exclusivamente, cuelgan sus vídeos y sus fotos, mostrando «la belleza del amor» y unos sobacos peludos de órdago, y de paso recaudar dinero para rescatar las selvas pluviales mundiales. Aja, hay que pagar/hacer un donativo de 15 pavos para ver a estos hijos del bosque puestos a veinte uñas, de los cuales nos dicen que 12 euros van para el bosque.
En el manifiesto que FFF tiene en su web declara que si los malos emplean el sexo para atraernos al consumismo, y a comulgar con todo tipo de mierdas, por qué no usarlo para hacer el bien. Este concepto del sexo como superpoder, que hay que usar con responsabilidad, es un poco inquietante, pero no menos que el pensar que se están grabando a cambio de dinerete, que luego se gastarán, no sabemos cómo, en ayudar a la Madre naturaleza. Me gusta que digan que «salvar el planeta es sexy». En estos tiempos de calentamiento global, quién sabe si la solución viene por el calentamiento inguinal. Qué son unos euros con la posibilidad de a) salvar el mundo, b) tener acceso a miles de fotos y videos porno genuinamente amateurs. Chicos, chicas, todos con todos, pelo por doquier…
Bueno, en realidad hay otra forma de ver los vídeos de FFF sin pagar. O sea, de apoyar a la organización. Estamos hablando de convertirte en un activista eco-erótico. Coge el coche, una manta y a tu pareja, busca un pinar romántico… ¡y a follar por el planeta! O vete al monte a zurrirte la sardina, pintado como un indio de las praderas (un Arapajote, y perdón por el chiste fácil). En solitario o por parejas, o en plan orgía si tienes más vida social, lo grabas bien con el móvil o con la cámara del Mediamark y se lo envías a FFF. Ayudarás a mejorar el planeta, trabajarás por un mañana mejor. ¿Acaso no es FFF la ong con la que siempre has soñado? Y encima tienes acceso gratuito a los vídeos de los compañeros activistas, que siempre viene bien coger ideas. Después de 6 años de existencia, FFF ha logrado reunir a más de 1.300 personas que apoyan la causa con fotos eróticas o vídeos.
Pero no sólo la causa verde se reivindica follando en el bosque. También la libertad individual, la espiritualidad, la lucha contra la represión y opresión de la sociedad se combate haciendo el amor, y no la guerra, a pelo entre la hojarasca. Sin embargo, a pesar de su buenrollismo, siguen siendo unos incomprendidos dentro del mundillo eco. A pesar de haber logrado recaudar casi medio millón de dólares a base de donativos, descontando multas y fianzas, sus métodos no ortodoxos, pero más sinceros, de conseguir la pasta les ha traído problemas tales como que la ong WWF rechace su dinero, o que la empresa de reforestación Arbolfilia de Costa Rica también se haya negado a trabajar con ellos. Porque hacen porno. Por cierto, que la excusa de WWF, aquella cuya sede en España tenía al Rey de presidente honorífico hasta el elefantegate, es que no aceptan dinero de empresas relacionadas con el tabaco, el alcohol, las armas, la explotación de combustibles fósiles y el porno. Ahora entiendo muchas cosas. Así que se han tenido que poner a trabajar por su cuenta, o eso dicen en la wikipedia, con las comunidades indígenas de Costa Rica y la Selva amazónica brasileña.
Dicen ellos que son vídeos eróticos, más que porno, lo cierto es que es un porno amateur regulero, tirando a soso, que es lo que pasa cuando mezclas la coyunda con el activismo forestal. Defender la naturaleza no está reñido con una mamada, pero está claro que al espectador el primer objetivo le desvía la atención del segundo. Además, uno los ve, ahí tirados en medio del monte, y se desconcentra pensando en los chinarros, las ramas y los bichos que habrá por el suelo y que, seguro, se les están clavando en el culo.

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