miércoles, 4 de mayo de 2011

Confieso que he leído

Este fin de semana terminé de leer I am Ozzy, la autobiografía del señor Osbourne, subtitulada en castellano como Confieso que he bebido, en un extraño juego de palabras nerudense.
Como era de esperar, un libro lleno de anécdotas del cantante de Black Sabbath, narradas por él mismo y trasladadas al papel, una tarea que tuvo que ser muy dura, por el periodista Chris Ayres (creo que estuvo en Irak, así que no se asustaría fácilmente).
Aunque siempre he sido más de la etapa Dio, y del Toni Martin del TYR -coincido plenamente con la opinión de que este disco y Heaven and Hell son lo mejor de BS-, he de reconocer que el loco de Oz siempre me ha fascinado, quizás por aspectos que van más allá de los musicales, aunque no se puede negar que tiene decenas de temazos, en el grupo y en solitario, y es uno de los imprescindibles en las recopilaciones de rock que me hago para escuchar en el coche.
En el libro, que a pesar de todas las salvajadas que cuenta es bastante políticamente correcto, Ozzy explica desde sus orígenes como chico humilde, hasta su paso por la MTV, detallando casi cualquier gilipollez en la que se ha visto implicado y su catálogo personal de trastornos, adicciones y humillaciones personales. Pero, por encima de las barrabasadas y las drogas, sólo casi equiparables a las cosas que narra Motley Crue en su propia autobiografia grupal -y obra maestra del género-, Los trapos sucios, el libro cuenta dos historias bien distintas pero inseparables: la de la génesis de Black Sabbath, y la historia de amor de Ozzy y Sharon.
De lo primero tenemos múltiples referencias, libros, estudios y páginas webs con la información, a veces más contrastada y completa de lo que puede o quiere recordar Ozzy, quien, por cierto, en ocasiones tiene ciertas lagunas respecto a las disputas que ha mantenido a lo largo de los años con su banda y otra gente, y peca de demasiado, e increíble, buenrrollismo, hasta con Dio.
Pero lo que más me ha llamado la atención es la parte de Sharon. Odiada por los fans del grupo, tachada de ser la culpable de algo así como de convertir a Ozzy en un bufón televisivo, de putear constantemente a Tony Iommi, de pesetera y egomaníaca, se convierte en el eje central de la segunda mitad del libro, reivindicada por su marido en cada página. Supongo que no es para menos, ya que si no fuera por ella, John Michael Osbourne no sería la leyenda que es; probablemente ni siquiera estaría vivo. Una historia de amor, que es puro rock'n'roll.

Por cierto, dado que sabemos que Sharon mete mano en todo lo que hace su marido, es lógico pensar que el libro pasó por ella antes que nadie, y que fue convenientemente expurgado y retocado a su gusto. Al menos, a mí sí se me ha quedado esa impresión, sobre todo en algunos puntos del libro, no tanto en aspectos personales como los que se refieren a su management, con lo que habría que ver qué se ha quedado en el tintero.
Un libro recomendable, entretenido, divertido las más de las veces, otras no tanto, porque las payasadas y desfases de Ozzy llegan a dar miedo. Aunque la traducción es buena, supongo que leído en su versión original, con las propias palabrotas y giros linguísticos de Ozzy, hará más gracia...
Y por cierto, un toque de atención a la editora española, que parece no haberse molestado en echarle un ojo al texto antes de mandarlo a imprenta. Es intolerable la profusión de erratas, falta de signos de puntuación y acentos en un libro de 22 euros que, por lo demás, está bastante bien editado.

1 comentario:

  1. ¿Dices de erratas en un libro? No sé lo que es eso.
    Ozzy mola, malditos jedbanllers.

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