martes, 18 de enero de 2011

Breve historia personal y rolera 2 (Sesenta mil satanases, 47)

Y salió el HeroQuest, que no era rol, pero casi. Todos queríamos uno, pero sólo unos escogidos lo tuvieron. Yo me lo fabriqué. Mi buen amigo Carlos y yo conseguimos fotocopiar el reglamento, y con paciencia y maña recreamos el tablero y las losetas en cartulina, conseguimos figuras y disfrutamos del juego durante mucho tiempo. De hecho, compramos todas las expansiones y las incorporamos tranquilamente. Lástima que no conservemos apenas un par de orcos de plástico de todo aquello...
Los juegos de tablero con miniaturas como HeroQuest, Cruzada Estelar y Battletech fueron la puerta que llevó al grupo de amigos hacia el rol. Desempolvé el Traveller, nos sentamos alrededor de una mesa de comedor con unos dados, los míos, y unas hojas de personaje y ya está... Jugamos a Traveller campañas enteras durante años. Recreamos todas las películas, series, libros, y tebeos de ciencia ficción que habíamos visto y leído. Como en Star Trek, visitábamos el mundo del oeste, de los violentos años 20, del Impero Romano... de todo. Traveller era como un GURPS a nuestra medida sin límite. Como Máster, fusilé tablas y reglas de otros juegos para adaptarlas a este, ideé sobre la marcha aventuras sin apenas un plano o un PNJ, historias de investigación, horror cósmico, sexo y violencia... Sin usar jamás un suplemento ad hoc (aunque tengo todos los editados por DO, por puro coleccionismo), ni emplear las reglas de combate interestelar por ser un puto coñazo. El manual llegó a desencuadernarse y tuve que remendarlo como buenamente pude, sin que por ello dejásemos de echar la partida semanal, que en verano era casi diaria. Con Traveller vivimos el hito histórico de jubilar a los PJ porque ya no se podía llegar más alto.
El virus del rol se contagió al grupo y, poco a poco, fueron cayendo más juegos: Vampiro: La Mascarada, Kult, La llamada de Chtulhu, Killer, Mutantes en la sombra, James Bond, Mechwarrior, Shadowrun, Star Wars... También nos adentramos en el costoso mundo de W40K y sus codex sacacuartos (se puede apreciar que no éramos muy de Tolkien). A todos ellos apenas jugué más de una aventura, quizás porque era peor jugador que máster, quizás porque a esas alturas el gusanillo de las tías y las discotecas nos picaba demasiado fuerte. Por mi lado, compré (porque el original siempre era mejor que la fotocopia de tóner costroso) Paranoia (al que nunca llegamos a jugar más de una sesión, quizás porque tampoco le vimos la gracia), Far West (ja este sí le dimos buen uso; jugábamos a lo Leone, por lo que llevábamos un marcador de balas), Car Wars -que no es de rol, pero lo pillé porque me molaba su rollo madmaxnesco, y apenas tocamos porque el movimiento de los coches es un puto infierno de lentitud-, Cyberpunk -este fue el juego que terminó de matarnos; nos encantaba, pero incitaba demasiado a la masacre y nunca entendimos las reglas de la red-.
Como decía antes, he participado casi siempre como Director de Juego y apenas como PJ. En estos últimos casos, en la mayoría de las veces o me he enzarzado en discusiones absurdas con el máster, o mi personaje ha muerto a las primeras de cambio (el recórd lo tengo en una sesión del viejuno Warhammer RPG, donde un jabalí me destrozó a las primeras de cambio y luego un orco que pasaba por allí me dio el coup de grace. Tres días de creación de personaje para morir en una tarde). Es otro tema pendiente.
Cuando me hinché de enterrar PNJs de Cyberpunk, y los juegos de cartas, sobre todo el Doomtrooper, y las novias, los estudios y el alcohol reemplazaron al rol, se acabó. No he vuelto a jugar en quince años. De vez en cuando, como ahora mismo, me pica el gusanillo, y tiendo a releer el viejo Traveller, a buscar los manuales que entonces no pude comprar en pdf, a tantear en vano a los colegas... En los últimos años, los eurogames han llenado parte de ese vacío lúdico que tenía; aunque no es lo mismo, Carcassonne, Catán,Bohnanza y muchos otros han sido una forma de mantenerme ligado al mundillo de los juegos.
Echando la vista atrás, creo que aquella faceta de máster de rol entronca directamente con el oficio de escribir. En cierto modo, sigo ideando y narrando historias, de otro modo, por otros medios, pero no deja de ser una forma de jugar, para mí y para el lector -o eso espero-. De hecho, sigo tirando los dados para deshacer los nudos de la trama en mi cabeza. Los mismos dados que compré hace veinte años.


El Pueblo de Albacete, 30 de enero de 2011

3 comentarios:

  1. No me puedo creer que te dejen publicar estas cosas en el periódico, JAJAJAJAJAJAJA.
    Ahora en serio, ¿cuándo la traducción?
    Es que no he entendido nada de nada. Los de pueblo no teníamos juegos.
    Sólo teníamos dos opciones:
    En solitario: pajas.
    En grupo: pajas de risa.

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  2. Nunca he sido de pajas en grupo. Se parece mucho a hacer política.

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  3. El Heroquest fue uno de esos juegos que como Juan dice, siempre quise tener pero no tuve. De todos los juegos de rol que mencionas sólo he jugado al Vampiro. Y me ha gustado mucho jugar al rol, pero entre unas cosas y otras no he podido tanto como me hubiera gustado.
    En cuanto al del pajar, me ha recordado a un muchacho que se aburría en su pueblo y vino a Albacete buscando gente con la que jugar porque se aburría allá en su origen. Vamos, que no se conformó y amplío su mundo. Y el de la gente que le hemos conocido, por cierto.
    También me gustaría comentar que el rol es un juego de equipo, de colaboración. Algo importante porque ayuda a enriquecerse con las ideas de los demás.

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