domingo, 27 de enero de 2013

El Padrino Negro

En 1974, en pleno apogeo de la blaxplotation, llegaba a las carteleras norteamericanas The Black Godfather. Escrita y dirigida por John Evans (esta es su película más famosa, así que si no os suena de nada…), tiene como protagonistas a Rod Perry, Don Chastain, Diane Sommerfield y Jimmy Witherspoon.
Visto en perspectiva, es evidente que, en aquel entonces no había muchos escrúpulos a la hora de hacer versiones para negros de casi cualquier cosa, desde clásicos del terror, con títulos como Abby —un El Exorcista negro— (1974), Blackenstein (1973) y Dr. Black & Mr. Hyde (1975); westerns como Boss Nigger (1975); a lo kung-fu en Cleopatra Jones (1973), o Black Belt Jones (1974), y por supuesto, policiacos y justicieros, como Shaft (1971), Black Eye (1974) o Hitman (1972).
De entre todo este marasmo fílmico, las que llaman poderosamente la atención —por su bizarrismo— son las reinterpretaciones de los clásicos de la Universal en clave afro, no en vano Blacula (1972) es ya un clásico recurrente, con su secuela y todo, Scream Blacula Scream (1973). Pero, lo que a mí me llama la atención son aquellas que ofrecen su visión del mundo de crimen, las mafias, las drogas… Historias rodadas en un contexto más cercano al target de estas cintas, Harlem, el Bronx, thriller macarras salpimentados de gangsters y guerras de bandas, con más que ecos del tremendo éxito de la primera cinta de los Corleone de Coppola, estrenada en 1972. Así pues, El Padrino Negro —del mismo año que El Padrino II, por cierto— era inevitable.
Claro, cualquier parecido entre ambas películas es meramente simbólico. En esta, como casi en todas las blax, hay un héroe negro, macho, duro e implacable, un blanco malvado, y una tía buena y cachonda, afroamericana again. Hay violencia, drogas, pandillas y pandilleros, escenarios suburbiales y funky barato en la BSO. Por desgracia, el regulero resultado final la aleja mucho de grandes clásicos del género, como Black Caesar (1973).
Así que tenemos a Rod Perry, antaño estrella de fútbol americano transmutado en actor en esta su primera cinta, en el papel de JJ, un criminal de tres al cuarto que comienza a ascender en la familia hasta llegar a ser el Padrino Negro. Perry protagonizó después The Black Gestapo (1975), otra blaxplotation que no tiene desperdicio, y alcanzó cierta fama gracias a su papel en la serie Los hombres de Harrelson (sargento David Deacon Kay). Pues bien, JJ anda enfrascado en una guerra contra una banda rival, de blancos, por un tema de drogas. En concreto, al muchacho no le gusta que los blanquitos le vendan heroína a los niños de su barrio, así que decide cargárselos. A todos. Ahí tenemos por fin a alguien que piensa en la juventud, como una década después haría Mr T, sólo que en lugar de repartir juguetes y consejos paternos, JJ prefiere meterles a los chicos blancos de Tony Burton, el narcotraficante de rostro pálido, un tiro en las tripas.
JJ y su amigo Diablo —más Luca Brassi que Tom Haggen— también se las ven con la policía, corrupta, por supuesto, representada por el teniente Joe, en nómina de Fat Tony. Con el sensual nombre de Yvonne, aparece en la trama la moza, que es hija de Williams, protector de JJ y Padrino Negro vigente. El señor Williams no quiere jaleo con los blancos, y como sucede en estos casos, ve en esto de las drogas más una oportunidad de negocio —que para algo dirige un emporio criminal—, que un motivo de conflicto. Pero JJ, como Don Vito y el juez Garzón con los Calis, dice no a las drogas, que una cosa son el juego, el alcohol, las putas, la extorsión, y los asesinatos —véase, vicios humanos de los que habla hasta la Biblia—, y otra muy distinta, picarse la vena —«un negocio sucio», en palabras de Corleone— y permitir que los blancos conviertan a los chavales de pelo afro en yonquis de mierda. Claro, esta tensión interna acaba en ruptura y JJ decide plantar a Williams y montarse la vendetta por su cuenta.
Eso sí, a la hija se la calza, que una cosa no quita la otra. Pero lo hace con amor, casi contraviniendo los cánones del género. Si hasta hablan de boda y compromiso al día siguiente, como si esto fuera una Bullockxplotation...
Mientras tanto, la lucha entre bandas va subiendo de intensidad, aunque Tony el Blanco menosprecia a JJ y le resta importancia al acoso de los negratas a sus muchachos. Eso, con una remesa de material valorado en tres millones de dólares a punto de llegarle, no es muy inteligente, pero qué le vamos a hacer, los criminales blancos son así.
Un chivatazo pone sobre aviso a JJ del envío, así que lo intercepta y de paso se carga a unos cuantos sicarios random de la banda de Tony en una vergonzante escena echa con cuatro duros. Para echar más leña al fuego, JJ llama luego por teléfono a Tony para cachondearse de él, así que el otro decide, al fin, tomar cartas en el asunto.
Y no se le ocurre otra cosa que ver al Padrino Negro Williams. Entre Tony y el teniente corrupto no logran sacarle nada ni a hostias, así que el White Godfather se lo limpia, y de paso se carga también al bueno del teniente Joe, que estaba poniendo pegas a eso de matar negros por que sí. Al final, Tony secuestra a la Yvonne, que casualmente andaba por allí, para ver si la puede usar de cebo con JJ e intercambiarla por el cargamento de jaco, y supongo que, de paso, preguntarle qué opina del sexo interracial.
JJ, ahora ya Padrino Negro, negocia con Tony el rescate. La conversación es lo de menos porque, haciendo gala de una astucia solo comparable a la de los muchachos del CSI, los pandilleros de su banda graban la conversación y después, al reproducirla, reconocen unas campanadas que se oyen de fondo, con lo que pueden adivinar el paradero de Tony e Yvonne: un hospital abandonado cerca de una iglesia.
En lo que se compone del rescate menos sutil de la historia del cine, ambas bandas se enzarzan en un violento tiroteo en el solar, que acaba cuando Yvonne —en un gesto que, supongo, podría en pie de gusto a las feministas cinéfilas— agarra un cuchillo de carnicero, de esos que abundan en los hospitales abandonados, y se lo encaja a Tony entre las costillas. JJ la abraza, remata a Tony, no vaya a sobrevivir para una improbable secuela, y the end.
En resumidas cuentas, una película mala, de factura cutre y barata, solo para fans muy acérrimos, pero que deja a las claras el mensaje de quiénes son los malos, quiénes los menos malos, y que los buenos…, los buenos no existen.



La Gallina 2012

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