El libro se extiende más allá de los poemas individuales para conformar un largo canto al amor, y al desamor, de ahí que su división en dos partes (La herencia heredada y Dos patatas, cuatro cascos) y un pequeño epílogo sea más formal que temática. La amargura que destilan algunos versos (“Ya me gustaría a mí saber por qué esto no se ha hecho antes./ Ya me gustaría que se hubiese hecho antes”, “Son medidas imprescindibles de tomar/: si se hubiesen tomado antes no habríamos llegado a esto”.) entronca con otros de profunda emotividad (“Ningún país de la UE en menos de seis meses ha tomado tantas decisiones”, “Ayer ganó la credibilidad del proyecto europeo, el futuro del euro/ y la solidez del sistema financiero,/la posibilidad de que vuelva a fluir el crédito”). Se trata de versos sencillos, sin alardes métricos ni retorcidos experimentos lingüístico-estéticos, que nos conducen -casi de la mano- de principio a fin, enseñándonos una historia que bien puede ser la nuestra. Esta progresión argumental viene expresada a través de su perfecta cadencia rítmica y la potencia de las palabras, del adecuado empleo de referencias religiosas -siempre presentes en la lírica castellana- y mitológicas (“Europa ha estado a la altura de las circunstancias/ y eso es muy reconfortante para todos/ y para los españoles en particular”), de pequeñas pinceladas de ironía a modo de ácidas sentencias (“Es bueno que el presidente esté en el partido inaugural/ de España en la Eurocopa./ Pero si esta situación no estuviera resuelta,/ no iría”).
La fusión de elementos e imágenes contenidas en estas páginas se alejan de la onírica percepción de los sentimientos del amante y se hacen tangibles, una poética llena realidad, y la realidad es cruda (“Si no/ hubiéramos hecho en estos cinco meses todas las reformas que hemos hecho,/ ayer se habría planteado la intervención/ del Reino de España”). Mariano Rajoy ha logrado otorgarle al conjunto de sus poemas esa naturalidad sincera con la que es fácil identificarse, esa viva contradicción que padecemos entre el sentimiento y el deseo, lo que se quiere y lo que se obtiene, lo que se va y lo que queda del amor. Como un cantar del medievo, glosa las secuelas del acto amatorio, hipérbole en última instancia del freudiano conflicto entre Eros y Tanatos. En el fondo, un quiero y no puedo, intrínseco al alma celtibérica, un sentimiento, en resumenm que en la lengua de Shakespeare suelen expresar con un “arriba es abajo y negro es blanco”, pero que nosotros, por loor de la claridad del discurso poético de Rajoy, y recurriendo a las sabias palabras del gran filósofo malagueño, rubricamos con un “no te digo trigo por no llamarte Rodrigo (Rato)”.
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