domingo, 28 de abril de 2013

El saco de harina de Gridley

En esa magnífica red de historias y anécdotas del lejano oeste de Mark Twain que es “Pasando fatigas”, he encontrado el fabuloso relato del Saco Sanitario de Harina que no me he resistido a compartir con vosotros. Nos explica el fabuloso cuentista americano que en la ciudad de Austin, en el condado del río Reese, vivía un antiguo compañero de clase suyo, el señor Reuel Gridley, que se presentó un día para alcalde. El otro candidato y este Gridley hicieron algo así como una apuesta, según la cual el perdedor de las elecciones sería obsequiado públicamente por el vencedor con un saco de harina de unas cincuenta libras (unos 22,6 kilos), que tendría que llevarse a cuestas hasta su casa. Como se veía venir, Gridley perdió y se tuvo que llevar sobre el lomo el condenado saco, con la banda de música y todo el pueblo detrás, para más cachondeo general. Y cuando llegó a su casa cayó en la cuenta de que no necesitaba tanta harina para nada. Entonces, alguien sugirió que la vendiera a beneficio del Fondo Sanitario –algo así como la Cruz Roja, que se encargaba de prestar asistencia médica a los soldados veteranos de la Guerra de Secesión Americana-, y lo cierto es que no era mal plan. Sin moverse del sitio, Gridley se subió a una caja y comenzó a subastar el saco de harina. Entre risas y guasas, el caso es que la harina fue vendida en doscientos cincuenta dólares. Cuando le preguntaron al comprador dónde quería que le enviaran su adquisición, el tipo dijo que e ninguna parte, ¡que lo subastara otra vez! Si hacemos caso del relato, según Twain, Gridley se pasó todo el día subido en la caja, subastando una y otra vez el saco de harina hasta que se puso el sol. Se lo había vendido a trescientas personas, había cobrado ocho mil dólares y aún tenía el saco en su poder. La noticia de la venta del saco corrió como la pólvora por todo el territorio y reclamaron desde Virginia, ciudad donde Twain ejercía de periodista, a Gridley y a su saco para repetir la hazaña. En dos días, con recepción oficial con cabalgata incluida y discursos, se sacaron cinco mil dólares el primer día y el segundo, con una ruta por las vecinas poblaciones de Gold Hill, Silver City y Dayton, más de cuarenta mil dólares en billetes y monedas de oro. Gridley y su saco recorrieron en tres meses buena parte del país, de costa a costa, hasta Saint Louis, donde al fin la harina fue utilizada para fabricar pasteles, que también fueron vendidos a un precio elevado. Según los cálculos finales realizados, el saco de Gridley se había vendido por una suma total de ciento cincuenta mil dólares de 1864. Hasta aquí el relato de Twain. Basta un vistazo a la red, por aquello de corroborar la historia, para encontrarnos en la edición en inglés de la Wikipedia con un retrato de Reuel Colt Gridley con el famoso saco al hombro. También se nos dice que la cantidad definitiva de tanta subasta superó el cuarto de millón de dólares y que, aparte de declarar su casa como lugar de interés histórico, desde hace unos años tiene su propia estatua y es un héroe local en Austin. Asimismo, descubrimos que cuando Gridley logró deshacerse del saco de harina y regresó a su casa, dado que se había pagado los viajes de su propio bolsillo, se encontró con que estaba en la ruina y no le quedó otra que emigrar a California, donde murió en la pobreza seis años después. Un triste final para un hombre que hizo mucho bien y que supo sacar el lado solidario a un país destrozado por la guerra civil.

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