domingo, 21 de abril de 2013

Libros, libros

De un tiempo a esta parte, desde que irrumpió en nuestra vidas el libro electrónico, y llega el Día del Libro, se promueven  en los medios de comunicación absurdos debates entre quienes prefieren la edición digital y la de papel. Absurdos, porque a estas alturas de la película están muy claros los distintos usos y mercados de cada uno, que no son los mismos.
Los libros electrónicos, los ebooks, que no ereaders, que son los aparaticos, los lectores electrónicos, se han convertido en un recurso fácil y cómodo para leer. A la inmediatez de poder comprar y leer al segundo siguiente las últimas novedades editoriales vía internet, generalmente por wifi, tiene la gran virtud del ahorro de espacio y de peso, la modificación del tipo de letra, y el ahorro monetario que supone. Más ahorro, si cabe, puesto que la inmensa mayoría de poseedores de  los ereaders se descargan los libros gratis, que otros lectores han escaneado, maquetado y convertido antes.
Llamadlo piratería, archivo compartido o como quiera, pero lo cierto es que cualquier elemento susceptible de ser digitalizado acaba por encontrarse gratis en la red de redes, y a poco que se busque en la Gran G, uno se lo descarga y lo mete en el aparato para leérselo después. 
Ayuda mucho a este trapicheo el que cuando los editores marcan los precios de las versiones electrónicas, lo fijen alrededor de los diez o quince euros, el precio estándar, cuando la edición en papel cuesta casi veinte. Y por cierto, a veinte euros de media el libro de papel también se me figura caro. Culpen ustedes a la idiosincrasia hispana, a los hackers o a Perico de los palotes, clamen al cielo y a las autoridades, argumenten todo lo que quieran sobre el trabajo de los maquetadores, traductores, ilustradores y escritores, que sí, pero nadie en su sano juicio paga diez euros por algo que no existe físicamente, y que puede encima encontrar gratis. Para esto es mejor no venderlos. En serio, señores editores, si no es a un euro, no vendan ebooks. No solucionarán nada, porque siempre habrá un tipo con un escáner y tiempo libre, pero se ahorrarán disgustos.
Los libros en papel se dividen ya en dos tipos: el primero, el bestseller de turno, de edición relativamente barata y asequible, de fácil lectura, servido por una salvaje campaña de marketing donde te lo ponen hasta en la sopa y que acaba siendo masivamente regalado en cumpleaños, navidades, diasdellibro y demás, hasta ser adaptado al cine. Estos son los libros que acaban por ser pasto de OCR, servidos en carpeta comprimida y descargados, lentamente pero gratis, previa resolución del código captcha, pero se venden tantos en papel en los centros comerciales que el daño que puede hacerles el ebook gratis es mínimo.
Luego están los otros, los LP, los blue-rays edición coleccionista, los libros caros, objeto de deseo de los lectores con una miaja de criterio, modernos, especializados, los que tienes que pedir al librero que te traigan porque no están en la mesa con las sombras de Grey y los juegos de tronos. Estos no los escanea ni el Tato, primero por el dinero que valen, y segundo porque quien lo quiere lo quiere en la mano, con sus sobrecubiertas, su lomo y su panceta y sus páginas bien cosidas y encoladas. Libros que te regalas a ti mismo, o tienes que engañar a cuatro amigos para que te lo compren en tu cumpleaños. Estos son los libros en que pensamos cuando pensamos en libros.
¿Quién demonios va a descargarse -para leerlo- Por el camino de Swann? El que quiere leer a Proust lo hace pagando gustoso por un tocho que a duras penas cabrá en la estantería.
Son estas ediciones y estos lectores, dos de ambos tipos, quienes garantizan la pervivencia del libro de papel. Cómo van a desaparecer, si dan dinero. Son las (falsas) ediciones de bolsillo la que están condenadas a la perdición, sus textos, reeditados en ocasiones hasta la saciedad, los que se encuentran mayoritariamente en los discos duros de los ereaders.
El lector omnímodo, así, se encuentra en su casa un día con que puede elegir entre un libro en papel de El maestro del Prado, regalado por un amigo invisible; la trilogía de Grey, que, en un arrebato de curiosidad, se descargó gratis por USB en el Kindle; o la bonita edición de Valdemar de Centauros del desierto. Eso en teoría, en la práctica casi estaríamos hablando de tres tipos de lectores distintos que no se interrelacionan a los que el mercado editorial debería prestar más atención.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

Reto Fanzine 2023

 Bueno, pues parecía que no pero al final sí, así que... Queda convocada la 19 edición de nuestro Reto Fanzine para el VIERNES 29 de diciemb...