domingo, 15 de abril de 2012

Tiempo de caracoles


A los de fuera se les hace raro vernos pedir y comer caracoles. Es un hecho que estos bichos babosos de pequeño caparazón no son el típico plato gastronómico en el que los forasteros están pensando cuando vienen a Albacete. Estos vienen al Llano soñando más con el forro, la oreja, el rabo frito, vamos, lo que viene siendo el despiece del gorrino a la brasa, con –quizás- algo de queso frito y unos cascos de patata… Y cuando los pides ante la visita y ven, además, que encima son de los pequeños, nada de esos monstruos para asar o guisar a la francesa, haciendo cima como un puñado de pipas, desconfían. Incluso, dentro de nuestro término municipal, hay vecinos a los que no les vuelve locos la idea de sorber el blandurrio cuerpo de estos gasterópodos.
Sin embargo, qué buenos están los que están buenos.
Como en todo, saber hacer unos caracoles tiene su enjundia, amén de que no todo el mundo tiene el mismo paladar. Y si ya con el ajo mataero surgen disputas sobre si es mejor picando o sin picar, con torrezno o sin…, con el tema de los caracoles el debate puede alargarse hasta la hora de los cubatas, puesto que incluso se discute la forma de servirlos, y aún dónde comerlos. Que si con jamón o sin él, que si mejor con laurel, pimienta, comino o con esos botes de preparado que venden, que si en plato o en cazuela de barro, que si en las tascas o en el bar… La receta puede variar tanto que ni siquiera puedes estar seguro de tomarte los mismos en el mismo lugar dos días seguidos. Tal circunstancia da pie a que haya quien hace verdaderas rutas del caracol por la ciudad en busca del mejor plato de caracoles, y de la mejor relación calidad/precio, quid este más complicado aún de discernir. Llevar a los íntimos a degustar un superplato de caracoles garantiza poco menos que la inclusión de uno en el testamento.
Así, ha vuelto el tiempo de las habas –de las que hablaremos otro día-  y los caracoles, para deleite de unos y repulsión de otros. A estos no sólo les da repelús la babosa con cáscara, sino la forma de comerlos, porque a pesar que de existen varias escuelas al respecto, la única verdadera es la que dice que hay que sumergir los dedos en el plato, y comerse el cuerpo del caracol al sorbetón. Cualquiera que use cubiertos para sacar al molusquillo terrero de la cazuela y use un palillo, o aún peor, un chisme de esos puntiagudos que parecen palillos sin serlo, merece ser arrojado desde lo alto del Depósito del Agua, o –a falta de pilón- dentro de la rotonda de la Tamos. El palillo sólo está permitido para aquellos caracoles mal engañados que se han quedado dentro y que, como es lógico, se dejan para el final.
Como se puede apreciar por lo antes descrito, la ingesta de caracoles tiene un componente primitivo importante del que carecen, por ejemplo, las gambas cocidas, los altramuces o las mentadas habas: el sumergir la mano en el plato común, el chorreo del caldico por la mesa, el ruido al sorber, un cierto chupeteo de dedos, ese picor de la cayena en los padrastros…, todo esto nos retrotrae a la infancia, al salvajismo atávico, al espíritu de la comuna de las cavernas. Cuando éramos más puros y más simples. Con menos escrúpulos y más ganas de juerga. Porque comer caracoles es divertido, y ya dice el sabio que en el yantar y el fornicar hay que saber hacerlo con risas. En este siglo bastardo, donde entre las personas no hay más que ondas electromagnéticas, plástico y humo, es un deleite encontrar contacto directo con otros humanos en una actividad tan básica como tomarse una de caracoles. Ahí tienen un buen detector de cylons.
A la hora de pedir una tapa, tened en cuenta que la crisis ha adelgazado los chusmarros hasta dejarlos como un filete de lomo, que las gambas tienen mercurio en la cabeza, que el queso frito –servido con esa guarrería de mermelada a imitación del camembert con arándanos- ya pasó de moda, que las patatas bravas las fríen con aceite de coco, y que hasta el tomate partío con ajo es transgénico. Y sí, los caracoles son de criadero, pero al menos el gorrineo que te traes con ellos garantizan un cachondo alegre y nutritivo rato. Que a fin de cuentas, es para lo que hemos venido.




El Pueblo de Albacete, 15 de abril de 2012


2 comentarios:

  1. Gracias por abrirme el apetito Juanico, qué bueno el vídeo!

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  2. A mandar. Y ojo, que me han dicho que en las tascas de la Feria andan los platos de caracoles a seis leuros!

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