Soy consciente de que no corren buenos tiempos para los programas espaciales de todo el mundo. La crisis económica hace que no se vea con ojos amigables destinar millonadas a los proyectos que se ocupan de más allá de nuestra estratosfera, aunque sí pervive en ellos el deseo, quizás impuesto por las necesidades futuras, de colonizar la Luna en este siglo, y desde ahí, alcanzar el hermano planeta rojo.
El primero gran paso se ha dado. Hemos conseguido terminar, con ocho años de retraso, la Estación Espacial Internacional, o eso nos han contado esta semana, con lo que, culminada la misión del Endeavour, habrá que ver qué ocurre en la próxima década.
Lo que está claro, y me sorprende, es que ninguna agencia espacial ha considerado la posibilidad de enviar cerdos al espacio. Sin embargo, considero de vital importancia que una piara de estos animales, los mejores amigos del hombre, sea entrenada para sobrevivir, quizá no en la EEI, pero sí en nuestro satélite, y hasta despúes en Marte. Es en este punto donde España debería dar un paso adelante, ya que si hay alguien capacitado para la crianza de buenos guarros somos nosotros, así que el Gobierno central debería de iniciar cuanto antes un programa de cría de cerdos espaciales, antes de que otras potencias como China caigan en la cuenta de que será el gorrino astronauta la moneda de cambio del futuro de la Humanidad.
Porque, como veremos a continuación, el cerdo es un elemento clave en la futura colonización extraterrestre, tal y como fue baluarte de nuestra civilización en nuestro pasado. Las investigaciones para crear un módulo habitable en la Luna, ya sean en superficie o subterráneas, incluyen en sus cálculos cuestiones de infraestructuras, de la escasez de agua, fuentes de energía, protección contra la radiación solar, posible impacto de meteoritos, pero también el problema de la alimentación, que tradicionalmente se ha solventado con la idea de los invernaderos. Y es una buena idea, pero, seamos serios, no podemos concebir un hábitat humano plagado de vegetarianos. Sería, amén de una sosez increíble, una traición a nuestra carnívora especie, una falaz salvaguarda de nuestra biosfera. Aquí es donde entra el cerdo, nuestro aprovechable, delicioso y entrañable amigo pata negra. Es en el espacio donde podemos apreciar las verdaderas posibilidades de la crianza porcina en gravedad baja. Su tamaño y características le hacen el candidato ideal para el viaje espacial. El cerdo crece y madura con rapidez, tienen camadas numerosas y comen casi cualquier cosa. Pero no sólo nos sirve como fuente de alimentación, que como bien sabemos, se puede cocinar hasta la cuerda; sino que, bien estudiado, un cerdo en la Luna se puede aprovechar como fuente de biomasa (como se pudo ver en la posapocalíptica Mad Max III), o cuero para vestir. Y aún más, dado que ya existen cerdos genéticamente modificados cuyos órganos y tejidos pueden servir para reemplazar a los humanos, tendríamos en la cochiquera no solo una despensa sino también un botiquín. Compensa con creces, pues, la inversión energética que conlleva la ganadería porcina. Por descontado que, con todo esto, no hay que olvidar la buena compañía que un cerdo mascota podría hacer a esos hombres y mujeres tan lejos de sus familias.
Lo siento por los defensores de los animales, de aquellos cuya religión prohíbe el consumo de cerdo, o de los que prefieren cordero, pero no podemos andarnos con zarandajas cuando, no solo el progreso, sino la pervivencia de nuestra especie, está en juego. En el espacio, ya lo decían en Alien, nadie puede oír tus gritos, así que, por lo menos, que puedas comer un poco de jamón.
En Doctor Who ya le han dado la vuelta a esta idea.
El Pueblo de Albacete, 5 de junio de 2011
Claro, jamón, jamón, jamón, jamón. ¿Imaginas el planeta de los simios con gorrinos? Genial, es el próximo cuento superventas de la Navidad. Y, como soy así, te lo he plagiado de antemano.
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