viernes, 18 de febrero de 2011

Cantando las cuarenta (Sesenta mil satanases, 50)

Leía el miércoles la nota de prensa de Asobe, asociación barcelonesa que no promueve el dormir hasta tarde o el toqueteo palmar de culos, sino los juegos de cartas autóctonos entre la juventú. Y es que se ve que los zamarros de ahora se pirran más por el póker Texas Hold'em, que por los más tradicionales tute, mus o la brisca. Hace mucho que no visito una cantina de instituto, o la cafetería del vicerrectorado del campus, pero me sorprendería mucho ver que, tal y como dicen estos amigos de los oros y los bastos, los estudiantes apuestan tras el flop en lugar de envidar a grandes. ¿Hasta esto ha trastocado el Plan Boloñesa?
Puedo entender la preferencia lúdica del póker -así con k, porque es una giliflautez transmutar esa k en q por birlibirloque de la RAE-, sobre los otros juegos de cartas. Posee unas reglas que se aprenden en quince minutos, una -falsa- sensación de que cualquiera puede ganar, una alta capacidad de adicción, es barato -compras una baraja y unas fichas en un chino por diez leuros y a jugar- y está disponible en multitud de formatos. De hecho, internet, el medio que lo ha aupado al trono del rey de los juegos, rebosa de webs de póker en las que aprender, jugar y competir. Pero no sólo está en el ordenador. Conozco a pocos que no tengan en el móvil una versión del póker, roñosa o virtualísima, con la que matar el rato en las salas de espera que se nos cruzan de vez en cuando.
No hace tanto, cuando no sabíamos ni deletrear Hold'em, el póker nos parecía algo sórdido, vetusto, de película del oeste, de mafiosos, o de puteros cañís con fajos de billetes que se jugaban la recaudación del día entre nubes de humo de farias, en la trastienda de un garito. Un juego chungo para chungos. La televisión no ha llevado ahora al glamour de los casinos, de las chicas que reparten los naipes a toda velocidad, a esos frikis de gafas oscuras que parecen llevárselo muerto gracias a un par de jotas (nada de cuatro ases o full de reyes). Del strip-poker, si realmente se practica, ni hablamos.
Los juegos "patrios" no han gozado de esta popularidad mediática, aunque no sé si realmente están en peligro de extinción. Son juegos que la mayoría hemos aprendido en casa, en la nuestra o en la de otros, desde pequeños. Comienza la iniciación a la magia de los palos a través de un sencillo cinquillo, que se complica en un cinquillo cabrón, llegas a las siete y media, al hijoputa, el chinchón, y sigues jugando hasta que te toca jugarte los garbanzos -que, reconozcámoslo, tienen menos sexapil que las fichas de póker- en el truque y el mus. De este último, que nunca he logrado entender, sí he llegado a ver algún programita de ordenador que simulaba una partida, aunque explíqueme usted cómo le hace señales a un muñeco virtual, pero hasta que llegó el póker, lo único que habíamos hecho con las cartas en el pc eran solitarios.
Dura competencia tienen los nuestros ante el protagonista de filmes como El rey del juego, El golpe o Rounders (posiblemente la mejor), y eso que virtudes no les faltan. Un servidor, a pesar de su incapacidad para retener reglamentos de una vez para otra, ha pasado gran parte de su adolescencia institutil apostando duros, buscando caballos y marcando cartas, qué coño, para sacarse el almuerzo gratis y/o matar el tiempo entre clase fumada y otra con profesor ausente. O en la piscina, mientras se hacía la digestión. O en las tardes esas de lluvia que tampoco apetecía sacar el manual y las hojas de personaje. O en las mesas del Titi'hs y del Topaz, de ligoteo teenager. O en las mesas del comedor universitario, con una birra y una espuerta de fotocopias al lado. Y jugábamos al póker, al de cinco cartas y dos descartes, claro. Y a los dados. Todavía hoy no puedo resistirme, en una sobremesa campestre a la sombra de una parra, a una brisca con cubata.
A pesar de todos los avances, del póker online y de la aplicación del mus para iphone que me cuentan que existe, creo que lo suyo es jugar contra personas, cara a cara. No se me ocurre mejor forma de saborear una victoria, o lamentar una derrota, que viendo el gesto de los compañeros de mesa. De la otra forma entretiene, pero le falta algo. Sin ruido, sin voces humanas, sin el roce del naipe entre los dedos, sin los otros sentidos, en definitiva, esto sería un sudoku.

El Pueblo de Albacete, 20 de febrero de 2011

2 comentarios:

  1. Y con este post alcanzamos los 50!!!!
    Un año entero de 60.000 satanases!!!!
    Bien por Will, digo, por mí!

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  2. ¿Cartas no era aquello que se metía en sobres, con lo que intentabas camelarte a una chati en plan poemas? ¿En la cantina de los institutos no es donde se aprende a fumar, beber y fumar petardos?
    Estoy muy confundido con este post.
    (Por cierto, el blog rebonico del tó)

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