lunes, 17 de enero de 2011

Holocausto conejo (Sesenta mil satanases, 45)

"A Rocco le faltaba la cabeza”, decía una conmocionada anciana de cabellos blancos y gruesas gafas de concha ante los micrófonos de la BBC este verano. La señora Elfriede Dumont, de 74 años, salió al patio para dar de comer a sus conejos, cuando le sorprendió ver que la puerta de la conejera estaba abierta. “Miré adentro y vi que estaba Rocco estirado. Le faltaba la cabeza. Más tarde me encontré con Felina entre los arbustos. También la habían matado. No entiendo por qué”.
Éste era el último caso del asesino en serie de conejos que llevaba sembrando el pánico entre los vecinos de valle de Ruhr (Alemania) desde hacía ya un año y del que se hacían eco, además de la televisión británica, los medios nacionales. Hasta entonces, el saldo oficial de víctimas conejiles en los últimos nueve meses ascendía a los 40 animales, todos ellos raptados en la noche y asesinados de forma brutal. La policía interpretó, en un principio, los secuestros y las muertes de estas mascotas como meros incidentes aislados, pero fue en primavera cuando el número de asesinatos se aceleró con cuatro nuevos casos en mayo. Luego, comenzó una espiral de sangre y mutilación sin sentido.
Uno de los incidentes más inquietantes ocurrió durante la Navidad de 2009, en un pueblo en las afueras de Dortmund. Cuando los dueños de un par de conejos reproductores fueron a alimentar a sus mascotas, se encontraron los cadáveres de los animales en el suelo, fuera de sus jaulas. Ambos estaban sin cabeza y sin sangre, en lo que parece el modus operandi favorito del criminal.
El agente Volker Schütte confirmaba el extraño patrón: “Siempre es lo mismo, se encuentra al conejo muerto en la conejera. Alguien les ha cortado la cabeza y los ha desangrado. Así que no encontramos ni sus cabezas, ni su sangre”. Otro escalofriante hallazgo se dio en el patio de una escuela, donde los niños que salieron a jugar en su periodo de recreo se toparon con los cuerpos de varios conejos decapitados.
A la luz de estos datos, los interrogantes se suceden atropelladamente. Entre otras cuestiones que torturan a los responsables del caso está con qué criterio selecciona el asesino a sus víctimas. Para la policía, se trata de un individuo o un grupo bien organizado. Schütte incluso apuntaba al empleo de las imágenes por satélite de Google Earth para ayudar a encontrar conejeras en la región, ya que no todo el mundo tiene una mascota de este tipo en su patio trasero, y muchas de las conejeras no se pueden ver desde la calle o la carretera. Vemos que la detallada planificación del crimen es escalofriante.
Éste es uno de los casos más impactantes de crueldad contra animales que pueden recordar los habitantes de estas poblaciones alemanas. Acaso pudieran encontrarse ciertas reminiscencias en una serie de brutales asesinatos de caballos en el oeste de Alemania hace casi una década. Un gran número de caballos fueron atacados y asesinados con cuchillos. Algunos fueron decapitados también. Los autores nunca fueron capturados.
Por ello, no es de extrañar que el miedo se haya apoderado de los vecinos, que temen por la vida de sus mascotas, y por las suyas propias, ante la posibilidad de que el asesino decida pasar a mayores. En un pueblo donde hasta hace bien poco se podía dejar la puerta abierta, desconcierta y aterroriza que haya personas que asesinen conejos.
Y mientras, quienes aman a estos animales llegan al extremo de fortificar sus patios, y convertir las jaulas en complicadas cajas fuertes, mantenidas casi en secreto, el departamento de policía ha establecido un grupo de cinco investigadores que trabajan a tiempo completo en el caso, con más de 300 personas interrogadas a la búsqueda de algún dato revelador. Pero nada. Tampoco las autopsias de los animales han ofrecido pistas o rastros de ADN del descuartizador de conejos.
Ni siquiera la recompensa de 2.500 euros, ofrecida por los grupos por los derechos de los animales de la región, ha servido para que el culpable sea detenido, si bien, la presencia mediática parece haber detenido su mano homicida, por el momento.
Se ha especulado con que grupos satanistas podrían ser los responsables de la ola de asesinatos de conejos. La pista del desangramiento de los animales ha empujado a varios expertos en cultos religiosos y sectas a señalar la posible recolección de plasma para algún tipo de ritual satánico, pero no es una hipótesis de trabajo que guste a las fuerzas de seguridad.
Mientras siga libre el asesino, los conejos del valle del Ruhr estarán obligados a vivir en la clandestinidad y con el miedo a que les corten la cabeza.

El Pueblo de Albacete, 16 de enero de 2011
La Gallina, 2010

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