Empiezas con las cenas de empresa a las que no quieres ir. Cenas con los amigos a las que no puedes ir. Repartes las comidas pantagruélicas entre tus padres, los de tu pareja, los del pueblo, los de la otra punta del país. Maletas llenas de ropa ante la imprecisión del tiempo, que los mismo llueve, que graniza, que sale el sol. El dinero que comienza a menguar. La cesta de navidad que unos años te comes en dos días, y otros acabas por regalar a tu incauto cuñado.
Llega el 22, pendiente de la Lotería nacional, donde acabas por desear salud para todos y una mierda para los agraciados con el Gordo, que siempre son otros. Nochebuena. Comes langostinos como si no existiese el mañana. Te aplicas con la misma intensidad al turrón de chocolate y los polvorones. La mistela sustituye al agua en estas fechas, y el vino a la cerveza. El omeprazol se convierte en tu mejor amigo. La sidra riega los postres. Cantas villancicos sereno. Cantas villancicos borracho. Tomas licores a mil y orujos de dos mil sabores. El reencuentro familiar acaba siempre a voces, aunque sea de buen rollo. Vitamina B para la resaca. O una lata de almejas. Otro omeprazol. Frenadol. Aspirinas. Imonogas.
Comida de Navidad, de sopa de pollo y las sobras del día anterior en casa de la suegra. Regalos de Papá Noel para esos sobrinos puñeteros que no quieren esperar a Reyes. Visitas a amigos y familiares, que se empeñan en cebarte con sus mantecados caseros y sus bebidas alcohólicas. Todos quieren que salgas borracho y bulímico de su casa. Cuidado con los belenistas. Estás obligado a ver ciento y la madre de nacimientos, a cual más estrambótico, colocado siempre en los punto más infames del hogar. Donde más molesta, vamos.
Reencuentro con viejos colegas. Tu viejo amigo el maestro te restriega sus dos semanas de vacaciones para rascárselos a dos manos. Otro te restriega a su mujer estupendísima y a sus hijos listísimos. Borracheras absurdas. Un cumpleaños inoportuno a mitad de semana que te parte en dos el planning y el presupuesto. Cena en un chino y tajá como un piano. Bronca con la señora, que no evita el calendario chino en una alfombrilla de bambú que le regalas. Más fármacos para salir del paso. Almax. Sales de frutas. Bisolvon. Couldina. Paracetamol. Y mucho papel higiénico.
Nochevieja. Nada de cotillón, que hay que ahorrar. Vestidos de
Día 1. El día del las promesas incumplidas. Comienza la cuenta atrás para dejar de fumar, de comer grasas, de apuntarte a un gimnasio, de aprender inglés... Saltos de esquí en la tele. Acabas borracho.
Días de compras pre-Reyes. Adiós paga extra. Hay que hacer regalos a todo el mundo. Amigos invisibles inclusive. Carreras por los centros comerciales, de tienda en tienda en un peregrinar por etapas que ríete del Camino de Santiago. Escuchas villancicos hasta en el Mercadona. Simpatía por Herodes. Quieres matar a todos los niños castratti esos. Compras a escondidas, no vaya a ser que te vea y se chafe la sorpresa. Venga a comer y a beber.
Cabalgata. Escaqueo para no llevar a tus sobrinos, ni a los hijos listísimos de tus amigos. Compras de última hora. Aprende a envolver cajas en sesenta minutos. Noche de Reyes. Borrachera esperando a los camellos y a sus majestades. Resaca matutina con intercambio de presentes. Cosas que no quieres para nada. La cutrería suprema: un vale en lugar de un regalo. Tu cuñado le da a su mujer algo tan caro que tu regalo a su hermana parece una puta mierda. Busca los tickets para descambiar. Tu madre te llama para que te pases a recoger tu regalo: este año toca calcetines y colonia Hacendado. Rebajas apocalípticas de enero. Pharmaton. Myolastan. Eritromicina. Dulcolaxo. Voltaren. Prozac...
Felices fiestas.
El Pueblo de Albacete, 26 de diciembre de 2010
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