sábado, 28 de agosto de 2010

El domingo, las pistolas y tu padre (Sesenta mil satanases, 26)

Uno de los buenos detalles que se recuperan en verano es ver una película del oeste con tu padre.
Tiene mucho de especial ese momento después de la cabezada de sobremesa cuando, huyendo del vocerío televisivo habitual, ese señor que es tu padre cambia al canal regional, o a algún otro de esos nuevos y recónditos que nos ha traído la TDT, para visionar un western. Apoltronados en el sofá, con el ventilador cerca, pero no demasiado, comienzan a desfilar ante nosotros los familiares paisajes polvorientos del Lejano Oeste, el relincho de los caballos, las mesas de póquer del saloon, el whisky de trago y los revólveres. Como viejos amigos, nos reencontramos con John Wayne, Randoph Scott, Clint Eastwood..., y ya metidos en el Mediterráneo, a Fernando Sancho, Franco Nero, Terence Hill y Bud Spencer..., y toda una legión de secundarios dispuestos a caer bajo los tiros del Peacemaker, el Winchester 73 o las flechas de los sioux.
Nadie discute la valía de las cintas de John Ford o Howard Hawks, pero nuestro espíritu friki se alimenta mejor de los spaghetti western, que a fin de cuentas es lo que más prolifera en nuestros televisores. Puede que Tarantino les redescubriera a sus paisanos el género con el pseudohomenaje de Kill Bill, pero aquí nos hemos criado con duelos bajo el sol de Almería, qué le vamos a hacer.
Son las violetas producciones italoespañolas las que nos sacan del sopor y nos ponen en comunión con nuestro progenitor, que suele acompañar los primeros compases del filme con frases como “ésta es buena”, o “ésta la vi en el cine de verano”, y aprueba con un ademán el escote de la Cardinale. El calor que sientes lo comparas con el que sufre el pistolero. Esa mosca que ronda bajo el ala del sombrero se parece a la que te zumba junto a la oreja. Se reaviva en ti el espíritu infantil de cuando jugabas a indios y vaqueros, o cuando te disfrazaste de cowboy en carnavales con un poncho que no se parecía demasiado al del Hombre sin Nombre. Comienza la melodía de Morricone o de cualquiera de sus muchos imitadores, y sabes que antes de que aparezca el FINE muchos van a morir.
La magia del western logra esa conexión intergeneracional con tu progenitor, casi como si se tratase de un rito de iniciación, una comunión donde las hostias las reparte el pistolero de negro y son del calibre 45. Por desgracia, parece que esta forma de entender y entenderse gracias al cine se está perdiendo por la corrección política, la prevención de traumas infantiles y vaya usted a saber qué más. Algunos padres modernos han satanizado las pistolas de juguete, por aquello de no fomentar la violencia, y supongo que tampoco les dejarán leer a Lucky Luke o a Blueberry. No es de extrañar que en unos años estos vástagos no entiendan qué representa exactamente el Woody de Toy Story.
Pero de momento, a nosotros -que no hemos salido tan mal- nos encantan estas producciones de bajo coste que, sin embargo, no desmerecen en calidad y originalidad a muchas revientataquillas de hoy en día. Las historias de venganza siempre despiertan nuestra empatía, quizá porque el género humano es un poco hijoputa, y por eso, de ojo por ojo están las videotecas llenas. También nos gustan esos pistoleros solitarios sin afeitar, héroe (que no el bueno) entre los malos malísimos, que a través de la violencia, el polvo y el sudor buscan algo tan comprensible como es la justicia. No hay que olvidar que muchas de estas historias esconden también un trasfondo social, de lucha de clases, como el rico terrateniente que se impone al campesino, o de la cobardía de las masas ante un dictador que rige el pueblo con mano de hierro. Admiramos a Leone y su trilogía del dólar, a Corbucci, a Castelari... Nos fascinan esos títulos llamativos, descriptivos e irrepetibles como Django, Siete mujeres para los Mc Gregor o Si te encuentras con Sartana ruega por tu muerte.
Y así, echamos la tarde hasta la hora de las cañas. Y nos volvemos a casa con la paz de espíritu que sólo dan la comida casera de mamá y el disfrutar con el viejo de El bueno, el feo y el malo. No es mal plan para un domingo.

1 comentario:

  1. Síiiiiii, demosle gracias a Castilla-la mancha televisión por ofrecernos todas las tardes este grandioso género, y entretener a mi abuelo, jejjjeee. Ojo, que yo me veo las pelis con él, no nos confundamos.

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

Reto Fanzine 2023

 Bueno, pues parecía que no pero al final sí, así que... Queda convocada la 19 edición de nuestro Reto Fanzine para el VIERNES 29 de diciemb...