lunes, 13 de marzo de 2006

Satan Superstar

Desde que Charles Manson inculpara a los Beatles como responsables de sus desvaríos esquizoides y homicidas, una parte del rock&roll ha sido ineludiblemente vinculada a las fuerzas del Mal, y su Maligno Príncipe. De todos es conocida la historieta de los mensajes ocultos en los vinilos que había que oírlos al revés, con la consecuente rotura de la aguja o del disco. La versión moderna habla de mensajes subliminares entre los bits, y los ceros y unos de los cedés, emitidos en bajas frecuencias, imperceptibles para el oído humano, pero que se graban a fuego en el inconsciente. De ser esto cierto, me pregunto si la compresión de archivos a MP3 nos ayudaría a luchar contra los envenenados recados de Satán.
Ha llovido mucho desde que a los Rolling Stones se la liaran por aquello de apodarse Sus Satánicas Majestades. Ahora hay personajes como Marilyn Manson, que apoya descaradamente a la Iglesia Satánica de Los Angeles del finado Anton LaVey, amén de aportar a ésta jugosos donativos. Por cierto, resulta curioso que un cantante que no permite que se fume a quinientos metros de él, se haya erigido en el mayor discípulo del Demonio, ¿no?
El satanismo de los sesenta, y posteriores, se puede entender como una muestra más de contracultura, otra manera de provocar al apolillado sistema. Así, los Beatles, unos cachondos, incluyeron en la portada del Sergeant Pepper’s el rostro del ocultista Aleister Crowley (autodenominado la Bestia del Apocalipsis, y en mi modesta opinión, otro cachondo). El rock arrebataba el alma cándida de los jóvenes norteamericanos -igual que sucedió primero con los cómics y ahora con internet-. Hoy en día, con grupos como los inefables Cradle of Filth y demás recua de heavys siniestros vestidos de negro, resultan ridículas las acusaciones que vertieron sobre grupos tan modosos como los Eagles, a quienes también les cargaron el mochuelo por su Hotel California, por la “interpretación ocultista” de la canción y por un rostro diabólico que afirman los que saben se vislumbra en la portada (un reflejo en una cubitera de champan que dicen que es el mismísimo LaVey).

Aleister Crowley poniendo cara de malote.

Los artículos en prensa que he podido consultar a lo largo de los años referentes a la relación entre el Maligno y la música son tan confusos como estúpidos, casi como esos reportajes que intentan explicar el “fenómeno manga”. En alguno hasta he llegado a leer que las siglas AC/DC significan Anti-Christ/Death-Christ. Qué decir de esa buena gente como Kiss, Alice Cooper, o Led Zeppelin, que por el simple hecho de provocar, de llamar la atención, fueron perseguidos por politicastros y censurados por las emisoras de radio, acusados de extender la palabra del Maligno, inducir al suicidio, o animar a coger el fusil automático y masacrar a los compañeros de instituto. El Aserejé, por cierto, también fue prohibido en no sé qué país por idénticos motivos.
Quizá fue Black Sabbath el primer grupo abiertamente satánico de la historia. Otros cachondos. Y si no se lo creen, vean el pestiño de película que es Little Nicky donde el viejo Ozzy hace de justo lo contrario de lo que ha predicado toda su vida: de Dios. Aunque bien pensado, es el papel ideal para todo satanista.
Pero si todo esto fuera cierto, y mi alma se condenase por oír rock&roll, pues mira, como dice mi padre, en el Infierno nos veremos asando "tajás" de tocino.

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