miércoles, 6 de abril de 2011

Gazpachos manchegos a lo Lovecraft

Fue en el baúl de mi fallecido tío abuelo, quien fue cocinero en la Universidad de Miskatonic (Arkham, Mass) allá por los años 20, donde encontré una caja sumamente extraña, marcada con un obsceno e inquietante bajorrelieve, donde encontré, junto a una enigmática y vetusta tabla de cortar jamón, esta arcana receta, extraída al parecer de un oscuro libro desconocido por mí hasta entonces, el Cocinomicón, atribuido a un tal Abdul Al-Guinyanoh, que transcribo tal cual a continuación:
En un lóbrego y vasto recipiente de metal, bien pudiera ser una olla, hallada en lo más profundo del ciclópeo mueble de cocina, añadir con pulso tembloroso unos dos ignominiosos litros de agua primordial y poner a hervir sobre los ígneos fuegos. En cuanto sobrevenga el hervor, se pondrá a cocer un pollo y un conejo de dimensiones megalíticas. De más allá del umbral pondremos con insoslayable certidumbre también los fabulosos ajos y la espectral pimienta.
Cocida la mórbida carne, procederemos a sacarla y dejarla enfriar. Cuando ésta se halle gélida, desmenuzarla despegando la capa muscular viscosa de los huesos para evitar posteriores atragantamientos que pudieran acabar vertiginosamente con la suprema experiencia de nuestra existencia. Diligentemente, guardaremos el orlado caldo primigenio.
Hacer un sofrito con la cebolla picadita en nimios pedazos. Cuando esté translúcida, permitir que se manifieste el impulso fatal de añadir el rezumante tomate triturado y los champiñones (de Yuggoth). Puede añadirse tímidamente, y a pesar de que habrá quien nos mire con desconfianza y turbación, un poco de jamón.
Dejar unos minutos, según la concepción temporal normal, y añadir celosamente la informe carne fragmentada, añadir sal de tiempos remotos al gusto, dar unas circunvoluciones al contenido y verter el caldo de carne hasta que ésta quede sumergida en la acuosas tinieblas, eso sí, armonizando la cantidad de líquido caldótico con la cantidad de torta que se vaya a emplear.
Como impulsado por un destino inexorable, añadir la vesánica torta manchega desmenuzada y remover. Dejar todo, sobrecogido de horror cósmico, unos 10 minutos hirviendo enfebrecidamente en sus correspondientes coordenadas tempoespaciales, hasta que adquiera un aspecto inequívoco de espesidad o la torta chupe el caldo, puesto que tiene que quedar como una mezcla inconexa fundida fantásticamente por los caprichos del fuego.
Desgarrado entre el loco impulso de huir y la curiosidad vital por continuar, servir caliente y regar con abundante y evanescente vino de tierra.

De pura locura.

4 comentarios:

  1. http://www.elmundotoday.com/2011/03/hewlett-packard-lanza-el-smartphone-hp-lovecraft/

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  2. Qué bueno...

    Por cierto, hace no tanto tuve el honor de zamparme uno, no menos literario pero sí más amable, que hizo en su hogar el autor del Blog http://ligadelfogonazo.blogspot.com/ , muy recomendable por cierto (el Blog, digo). Que cosa más buena, qué barbaridad.

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  3. Ummmmh. Kraken en pepitooooooooooriaaaaaaa!!!!!

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