domingo, 15 de mayo de 2011

Andamos como Mike (Sesenta mil satanases, 62)

En estos tiempos que corren en los que parece haber tras de uno una legión de timadores dispuestos a metértela doblá, conviene recordar el caso, famoso y cuasi legendario, del gallo Mike. Real y verídico como la vida misma, ahí -me refiero a internet- están los datos para el que lo quiera corroborar.
El gallo Mike era un fraude, eso salta a la vista para cualquier persona con dos dedos de frente, sin embargo, quien quiso creer creyó, y así se hizo posible este milagro del medio oeste americano donde, sí, amigos, este pollo ha pasado a la historia de la frikez, o la estupidez humana, por ser el único animal que ha vivido más de un año, exactamente 18 meses, sin cabeza.
Contengan los chistes respecto a esa persona que todos conocemos y que seguramente lleve viviendo sin cabeza, al menos sin usarla, mucho más tiempo que nuestro pájaro y déjeme que le asombre con la historia. ¿Cómo se originó tal prodigio? Pues parece ser que al buen señor Lloyd Olsen, granjero de profesión en Colorado, un buen día de 1945, se le antojó pollo para cenar, así que cogió el hacha, cogió el pollo, y cortó, y como cuentan las abuelas, Mike salió corriendo como ídem sin cabeza, dejando patidifuso a Mr Olsen,que por lo visto decidió que esa noche mejor se tomaba un vaso de leche y a acostar.
Al día siguiente, Olsen vio con incredulidad, la misma que usted y yo, que Mike seguía vivo. Y si seguía vivo, podía pasar de pollo a gallina de los huevos de oro. Esperó
una semana a ver si el animal terminaba de pelechar o no, semana en la que, según su propio testimonio, lo alimentó con un embudo. Como Mike no decía ni pío, pero tampoco hincaba el pico, lo llevó a Salt Lake City para que fuera estudiado por los científicos de la Universidad de Utah.
Estos científi cos, o bien eran unos cachondos, o unos ceporros, o nunca vieron al pollo en cuestión, porque la conclusión “científica” que daba después Olsen para justifi car
que el descabezado seguía en pie era que el hachazo había dejado intacta la yugular, parte del cerebro y un oído. No fue un buen golpe, por lo que se ve.
Como el bicho aguantaba, decapitado, pero vivo, fue convenientemente engordado -dicen las crónicas que pesaba 3,5 kilos- y, dado que todavía no existía Telecinco, se convirtió en atracción de feria. Por un cuarto de dólar podías ver al pollo Mike junto a su cabeza metida en un frasco de formol. Morboso, pero mejor que la tómbola de la chochona. Dicen las crónicas que llegó a ganar, el dueño, no el pollo, hasta 4.500 dólares al mes.
Ante semejante perspectiva monetaria, otros granjeros decidieron emular a Olsen y a Mike y se lanzaron a hacerse rico por la vía rápida. A fi n de cuentas, sólo hacía falta un hacha y un pollo. Por desgracia, parece que no era tan fácil acertar en el tajo y sólo el dios de las aves sabrá cuántas vidas emplumadas costó aquel invento.
Tampoco duraría mucho más nuestro héroe avícola, Mike, Miguelico ya para nosotros, se atragantó con unos granejos de panizo y se asfixió en marzo de 1946. Desde
entonces, cada año, en Fruita, su ciudad natal con nombre de zumo en la que se supone que hay levantada una estatua en su memoria, el tercer domingo de mayo se conmemora la hazaña de su ciudadano más ilustre con unos juegos cuyos protagonistas son los pollos, no sabemos si con cabeza o no. Porque aunque la cosa apesta a pufo, más que los mensajes del príncipe nigeriano, y no hace falta ser veterinario para percatarse de ello, para sus convecinos es todo un ejemplo de coraje y fuerza para
vivir.
A veces son más peligrosos quienes se dejan timar, que los propios timadores.
Y por cierto, feliz día del pollo Mike.

El Pueblo de Albacete, 15 de mayo de 2011

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