lunes, 15 de febrero de 2010

De amores perros y viceversa (Sesenta mil satanases 01)

Como siempre que se acerca una efeméride digna de la que hablar, surgen enseguida noticias curiosas, o directamente más raras que un mileurista en tiempos de crisis (¿se acuerdan de ellos?, ¡quién los pillara!). En este caso la fecha es hoy, que además de domingo de Carnaval, es 14 de febrero, Día de los Enamorados. Espero sinceramente que no les haya pillado el toro, es decir, la pareja, sin un regalo ni un mal detalle que llevarle en postura oferente. Y no, no vale decir aquello de que no lo celebra porque es “una fiesta artificial creada por los grandes almacenes y el trust de las floristerías”… Claro, como el 99% de las festividades.
Pues bien, al respecto ha aparecido una encuesta, realizada en más de 23 países, donde dice que una de cada cinco personas prefiere pasar ese día con su perro que con su pareja. Y quien dice perro, dice gato, hámster, periquito o peces… Y ya tiene que ser triste que tu cónyuge elija estar con unas raspas translúcidas flotando en un tupper de cristal antes que con uno. La cosa viene de lejos, si nos fijamos en esa cosa mitad niño, mitad palomo, que es Cupido.
Todo es por puro despecho. Pero, ¿qué tiene el perro que no tenga usted, aparte de una mejor excusa por no haber comprado un regalo? Desde un punto de vista egoísta y material, el único razonable en estos lares, es lógico ubicar el éxito del género animal en su total disponibilidad, dependencia e incondicionalidad. A Rex lo tienes ganado con una vuelta a la manzana, una pelota de tenis vieja, las sobras de la comida y unas rascaditas tras las orejas. Con tu pareja no funciona ni lo del rascar. Hay que derrochar algo más de energía, tiempo y dinero. Y cariño. Mucho esfuerzo para un pseudo-festivo.
Y mientras uno goza de la compañía bestial, el otro ¿qué? Pues o tiene otro perro, o se queda solo y sin nadie que le ladre. Realmente triste si lo piensa fríamente: le han cambiado por alguien que se lame los genitales y se come su propio vómito.
Ya imagino este San Valentín. Parques rebosando de dueños desparejados que pasean a sus animales, felices y contentos, mientras que, en las casas vacías, los abandonados partenaires combaten su soledad ante el plasma de 40 pulgadas, en pijama, y con una cerveza en la mano, como viles solteros pero con la casa más limpia. O metidos en un bar, a la búsqueda de compañía humana más agradecida. Lamentable panorama, salvo quizá para el perro, en el Día de los Enamorados.
Una situación preocupante para la que el Gobierno no tiene ningún plan, que se sepa. Claro que Zapatero no tiene perro, como Obama (éste es dueño de un chucho negro que atiende por Bo). Tengo claro que si no hacemos algo, las mascotas acabarán por copar el puesto del otro en más situaciones. Así, nuestra pareja se irá a Benidorm con el gato en agosto. A esquiar con el canario. Nochebuena en la protectora de animales con la familia de Rex. Al Mercadona con el ficus… Ya se están dando casos. Las ventajas que podría tener para el caballero que el gato se fuera con la señora de tiendas, se diluyen ante la perspectiva de que el minino acabe celebrando las bodas de plata en Roma con la parienta en tanto el marido se queda en casa, descompuesto y más solo que Judas jugando al amigo invisible.
El amor está en crisis y Cupido en la cola del Inem. Otra encuesta señala que cuatro de cada diez españoles no regalará nada en San Valentín, y quien lo haga no gastará más de 24 euros. Con estas cifras no me extraña que nuestra pareja se vaya a ver Avatar con el perro. Aún así, es necesario recuperar el romanticismo, el contacto con la otra persona más allá del mensaje en el móvil y el roce de pies fríos en la cama. No digo que haya que gastarse los 800.00 euros que cuesta una suite para el fin de semana en el Hotel Palacio de Emiratos Árabes (de oferta) por mucho mayordomo inclusive que lleve. Pero unas flores, un buen vino y una película de amor tampoco es un derroche de tiempo y dinero. Piense en ello como en una inversión, no sea que, por perro, acabe reemplazado en breve por uno más literal y peludo, todos los días del año.

El Pueblo de Albacete, 14-02-2010



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