He visto mucho catastrofismo al respecto, también mucha mojigatería sin fundamento, así que voy a compartir mis impresiones con ustedes, amigos lectores, e intentaré ser breve, aunque en verdad el tema da como para extenderse de lo lindo.

Lo primero, los aparatos en sí. Comencemos por el precio: hoy por hoy son caros, muy caros. Del orden de 300 euros, lo que supone un disparate por mucho que nos los quieran vender como que es el equivalente a quince libros. Pero la tecnología sabemos que se abarata con el tiempo, es cuestión de esperar a que los chinos se pongan manos a la obra y empiecen a producir chismes de estos a destajo. Como pasó con los reproductores de MP3, de DVD o los codificadores de TDT. Hasta la Play 3 baja de precio.

Sobre modelos, las tendencias son dos y están bastante claras: con Kindle o contra Kindle. El lector de Amazon se ha convertido en el ipod de la lectura digital. Como el producto de Apple, basa su éxito, digamos, en la exclusividad. Si usted es de los que se ha gastado un pastón en el reproductor MP3 de la manzana se comprará Kindle; el resto de los mortales tiraremos para aparatos con formato universal, clavijas normales y acceso libre. Kindle es esclavo de su propia naturaleza, esto es, una prolongación de Amazon, que es una tienda, para comprar y leer los libros de su catálogo. Que sí, que cada día se incrementa la oferta de textos en español, hasta ahora paupérrima, y que los nuevos modelos ya admiten más formatos, pero yo no quiero casarme con una tienda online americana. Lo sucedido con los libros de Orwell me dejó un mal sabor de boca; quién me asegura que no puede volver a repetirse. (para entender a qué me refiero pincha aquí).

Y lo mismo digo para otros ebooks que están montado librerías o editoriales en EEUU e Inglaterra, que sólo puedes leer cosas de su catálogo. Esto, a la larga, no funciona.

Luego está el desbarajuste actual, donde, aunque usted no lo vea reflejado en su tienda de electrodomésticos, el mercado bulle de modelos con más y más chorradas, con todos los problemas de incompatibilidades que esto supone, y el cacao mental a la hora de decidirte por comprarte uno: con dos pantallas, con mp3, con wifi, a color...

Comprar libros: Yo no pienso comprarle libros a Amazon. Su supuesta ventaja de que no necesitas un ordenador para bajarte los textos será muy cojonuda en su país de origen, pero aquí no lo veo. Si descargar una mierda de politono para el móvil te cuesta ya tres euros de media, imaginen qué te pueden sacar por una novela de 800 páginas. Aquí se funciona con ordenador. Te lo bajas y lo pasas al ebook por bluetooth (cuando se lo instalen a los aparatos) o por usb.

Lo de registrarse tampoco gusta. Como bien me señaló el señor ALA al respecto “una cosa es hacerte una cuenta en Amazon, pues tienes que dar una dirección física y tal para el correo, y otra es que tú tengas tu Paypal y unos cabrones quieran conocer información de ti más allá de dicha cuenta”.

Pero el verdadero problema radica en los precios. Los editores, no sólo los españoles, que andan en la parra con este tema, pretenden cobrar los libros digitales al 50% de la edición impresa, más o menos. Estamos hablando de alrededor de 15 euros. ¿Usted pagará esta cantidad? Usted no quiere pagar nada, en realidad, pero por esta cifra se lo compra en papel que da más prestancia y caché. Vamos, no jodan. Por mucho DRM y códigos encriptadores y formatos absurdos que editores y distribuidores instalen, los textos acabarán por ahí colgados de forma gratuita, así que pónganle un precio ridículo, que dé vergüenza no pagar. 1 Euro 1 libro. Es mejor ganar poco que nada, se lo digo yo. Y además, piensen en lo que se ahorran respecto al formato impreso. El mercado discográfico sigue sin verlo claro, tampoco el audiovisual, pero el tema está ahí. La gente quiere cosas gratis (joder, si hasta pirateamos el wifi del vecino!), y quizá el negocio esté no en ofrecer contenidos a cero euros no, pero casi. Que las editoriales se hundirán. Pues ea, señores. También cayó la minería de carbón, las persianas de madera, la colchonería de lana o la construcción. Es lo que tiene la evolución. La industria debe renovarse o perecer.

Pero es más, piensen que el autor puede tratar directamente con el lector. Ya no es que se salte al distribuidor, sino que hasta el editor, como lo conocemos, las va a pasar canutas, y los negocios de autoedición, tipo lulu, bubok y tal, condenados a la extinción en cuanto el ebook se generalice. A poco que uno sepa algo de maquetación, o salga el programa que lo haga por ti, zasca!

Respecto a formatos, repito que los exclusivistas están condenados a muerte. Si lo que buscan es que los ebooks se parezcan,o más posible a un libro, y que el lector tradicional se pase al digital, no puede admitirse que no puedas intercambiar lo que legalmente has comprado. Los libros se prestan, se regalan. De nuevo el miedo a la piratería justifica estas mierdas, pero, señores editores, la “piratería” existirá siempre, aprendan a convivir con ella de una vez y se ahorrarán disgustos y hasta perras.

Parece que se imponen el pdf y, sobre todo, el epub como el equivalente al MP3 en la música. El primero ya saben lo que es. Es fácil, accesible, barato (apenas hay que maquetar, por ejemplo).. Su principal inconveniente es su rigidez. Los ebooks funcionan mejor con texto “elástico”, es decir, texto que pueda agrandarse, encogerse, rotar, sin que pierda la estructura del párrafo. DE esta necesidad surge el epub, un formato que en realidad es un archivo comprimido (como el de comic CBR) donde el texto viene, por decirlo de alguna manera, en formato “página web”. Es el formato preferido por los rivales de Kindle. Ocupa poco pero la edición necesita algo más de miga. Hasta donde yo he visto, con una buena definición de los estilos de texto en word y guardando como html o xml está medio camino hecho. Ya hay programas que convierten un texto a casi cualquier formato, y con el tiempo los habrá más y mejores.

¿Son estos formatos los definitivos, los más adecuados? ¿Lo es el MP3? Estamos como siempre, triunfará el que primero sea más sencillo y gratuito. O el que usen los chismes de 50 euros, ese que debería venderse en breve en las citadas tiendas de electrodomésticos (o en las librerías, por qué no).

Por último, la nostalgia del papel. He creído vislumbrar en los editores, que se juegan aquí los garbanzos, un cierto movimiento antidigital invocando al sentimentalismo respecto a la edición impresa. Cierto es que un libro en papel se disfruta con los cinco sentidos, pero eso no quita para que también lo haga uno digital.

Los ebooks no están aquí para luchar contra el libro clásico, sino para complementarlo, igual, el referente es constante por evidente, que el MP3 no ha eliminado el cd ni el vinilo. Mis discos favoritos los tengo en estos últimos formatos, pero eso no quita para que guarde alguna discografía completa en un pendrive.

Las ventajas del papel digital respecto al impreso es la comodidad (puedo leer un libro de a kilo de Stephen King al peso de una novela de bolsillo y donde quiera). La inmediatez, a la hora de adquirir las novedades -quiero un libro y lo quiero ya-, y de consulta, si quiero contrastar datos en la Espasa en el autobús. La posibilidad de adquirir textos descatalogados, rarezas que ni se plantean salir impresas pueden estar al alcance de cualquiera.Las editoriales deberian ponerse las pilas e ir diseñando un catálogo amplio, accesible, y barato, que rebose información del texto y del autor, para atraer al cliente.

El ahorro de espacio, en estos tiempos de casas de protección oficial de 30 metros cuadrados, es importante. Disponer de una biblioteca virtual en el bolsillo es un avance agradecido. Las librerías ni te cuento.

Imagine que su hijo va la colegio con uno de estos chismes. O a la universidad. Todos los libros de texto, los apuntes, la bibliografía, lista para consultar e imprimible.

Las posibilidades son infinitas.

Hay mucho por solucionar, pero se está trabajando en ello. He leído acerca de 2018 como fecha de implantación "universal" del ebook. Puede que sea antes, lo que está claro es que esto no es futuro, sino presente, y hay que estar atento.