domingo, 19 de mayo de 2013

Posapocalípticos

Vivimos tiempos posapocalípticos. No se nota mucho porque el apocalipsis fue más discreto de lo que todos preveíamos. Nada de ríos teñidos de sangre, monstruos venidos de otras dimensiones o resurrección de los muertos (si no contamos los que han surgido en la literatura, cine y televisión). Sólo una leve declinación del sistema, lo justo para ir haciendo caer una a una las piezas de este dominó gigante que es nuestra civilización occidental. En realidad, aún estamos inmersos en esa caída, por eso no nos damos apenas cuenta. Nos han arrojado desde el rascacielos más alto del mundo (el Burj Khalifa, en Dubai, 828 metros) y estamos tan distraídos contemplando las vistas que no somos conscientes de que nos precipitamos hacia un cambio de estado -de sólido a líquido, por espizcación-.
Lo cierto es que no nos prepararon para esto. Toda la vida hemos soñado con un armagedón nuclear que borraría de un plumazo a media humanidad y nos condenaría, de un día para otro, a unos a vivir en cuevas como mutantes y a otros como salvajes de la autopista. O con un virus letal que nos empujaría a llevar una existencia como zombis la mar de hambrienta. O con la rebelión de las máquinas, una invasión extraterrestre, el derretimiento súbito de los polos, o la caída de un meteorito, que destruiría nuestros monumentos más apreciados y que nos sometería como esclavos o nos dejarían el planeta como un erial donde malvivir.
Y no. Estamos tan acostumbrados a la velocidad vertiginosa de estos tiempos modernos que hemos atribuido nuestra ansiedad acelerada al fin del mundo. Y cuando ha llegado, tranquilo y sin hacer ruido, sin oír ni una mala trompeta que la anunciase, ni una voz en nuestros adentros, como le pasaba a Luis Ciges en Así en el cielo como en la tierra, nos hemos quedado igual.
Ah, qué ignorantes somos. ¿Acaso sabían los romanos que estaban en plena caída? Cuando leemos en los libros de Historia, si queda aún alguien que lo haga, los relevos de una civilización a otra parecen tan súbitos e instantáneos como saltar de una línea a otra. De Creta a la Unión Europea en una sucesión de fascículos, donde cada civilización experimenta su ascenso, auge y caída y da paso a la siguiente, en un interpretado proceso natural e inevitable, cuasi mecánico. Leemos esta información y asumimos sin más, desde nuestra perspectiva, que los que vivieron la etapa final lo sabían, y se sentaban a esperar, con una botella de espirituoso en la mano, a que llegasen los bárbaros y los pasasen a cuchillo por decadentes.
En realidad estaban como nosotros, tan tranquilos en sus casas. Jodidos, porque ya no se vivía tan bien como antes, pero distraídos con las tontunas de alrededor. El apocalipsis es lo que tiene, que no avisa, ni se nota hasta que ya es demasiado tarde. Pero claro, si no fuera así, si hubiera remedio para el fin del mundo, menuda castaña de apocalipsis.
El caso es que estamos ya en tiempos posapocalípticos, en ese impass extraño en donde uno no sabe muy bien ni qué hacer ni qué esperar. Pero eso es porque nos puede el ansia y las prisas y queremos ver lo que está por venir. Pero eso no sucederá, porque nos pilla aún muy muy lejos. No nos queda otra que tirar para adelante y seguir viviendo, y luchando por un futuro mejor. Nunca llegará, pero eso no significa que haya que resignarse, que una cosa es el posapocalipsis y otra el conformismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

Reto Fanzine 2023

 Bueno, pues parecía que no pero al final sí, así que... Queda convocada la 19 edición de nuestro Reto Fanzine para el VIERNES 29 de diciemb...