domingo, 22 de enero de 2012

Softcombat

Excalibur, Conan, Los señores del acero, Los inmortales… Grandes títulos con algo en común: espadas. La fascinación de un chiquillo por estas armas es inevitable. Cuando mides menos de un metro juegas con un palo, o con una tizona de plástico, y te enfrentas al caballero negro, al dragón, a los orcos. Luego creces y esta afición queda relegada a las consignas del mundo real, pero en tu interior sabes que queda latente un guerrero que pugna por salir. Pero claro, nadie con edad para votar juega con un palo, y mucho menos con una espada de plástico. Los adultos no jugamos con juguetes.
¿Entonces? ¿Cómo satisfacemos esa necesidad intrínseca? ¿Nos liberamos de la frustración o la asumimos como parte del proceso de la madurez? No. ¿Entonces qué?
Entonces está el softcombat.
En plan académico, o wikipédico, se define el softcombat como una actividad, juego, o deporte, en el que dos o más personas se enfrentan entre sí usando simulaciones inofensivas e indoloras de armas blancas, normalmente de gran tamaño, como espadas, hachas, lanzas, y escudos, fabricadas en látex y gomaespuma.
En versión corta es pelearse con espadas de coña.
La cosa parece que surge de la necesidad de los jugadores de rol en vivo de desarrollar un sistema de combate para sus partidas lo más auténtico, y real, posible, pero ha desembocado en toda una modalidad cuasi deportiva perfectamente organizada en asociaciones, federaciones y con todo tipo de campeonatos y mundiales. No hay salón del manga que se precie sin su correspondiente exhibición de softcombat. Combinando el modelismo —que es algo de adultos—, con reglas —lo que lo iguala a un deporte—, con algo de recreación histórica —lo que te aleja de la frikez pura y dura—, el softcombat trasciende del mero duelo de espaditas entre flipados de Juego de Tronos o de Rurouni Kenshin para convertirse en algo tan serio y respetable como la práctica del ajedrez.
A día de hoy no existe una reglamentación unificada para el softcombat, pero las asociaciones de jugadores andan trabajando en este sentido, empleando como base la taxonomía clásica de los juegos de rol para clasificar el tipo de armas (a una mano, a dos…), los niveles de los jugadores, o las tablas de daño. Tampoco existe un modelo único de armas, pero dado que la mayoría son de fabricación casera, y van de la cutrez más absoluta de la cinta americana, a los diseños ultracurrados de látex endurecido y pintado; del espadón a dos manos a las gigantescas catanas de Bleach; sí existe una serie de pautas para garantizar que el combate sea lo suficientemente “soft”. Según internet, las espadas estándar de una mano suelen tener medidas comprendidas entre los 80 y 100 centímetros de filo, con 20 centímetros de pomo. Por seguridad, la punta de la espada de softcombat no ha de tener ningún elemento rígido en la punta de su acolchado, a fin de permitir que la estocada de acometida sea segura.
Los jugadores se suelen ordenar en niveles, que se obtienen mediante puntos de experiencia, ganados, habitualmente, mediante retos o duelos, con presencia de un árbitro. Es una experiencia lo más próxima a la esgrima real —hay asociaciones que lo denominan “esgrima acolchada”—. A la hora de esgrimir una espada de gomaespuma hay que tener claro dónde puedes golpear y dónde no. Son válidas barriga, pecho, brazos y antebrazos, piernas, hombros y espalda. En caso de recibir un golpe válido en alguna extremidad, dejas de usarla. Cuando el jugador pierde dos brazos o dos piernas se le considera muerto.
Sintiéndolo mucho por los hijos de Cimmeria, no son válidos el culo, los pies, la entrepierna y el cuello. Si se recibe un golpe en alguna de estas partes, el que ha sido atacado deberá confirmar que ha sido no válido.
La cabeza es intocable. Los genitales también. Uno muere cuando recibe un determinado número de impactos o simplemente cuando es alcanzado en las zonas predeterminadas.
Existe una película americana, una comedieta grosero-simpática, intitulada en el reino Mal ejemplo (2008), protagonizada por Paul Rudd, el gilipollas de American Pie, y el crío gafotas de Supersalidos, donde todas las tramas se resuelven al final en la batalla de softcombat más grande jamás filmada, que no tiene nada que envidiarle a la carga Rohirrin de El Señor de los Anillos o al final de Alatriste.
Y ahora permitan que, mientras suena The Power of Thy Sword de Manowar, vaya ajustarle las cuentas a un Águila Roja. Quién necesita mujeres teniendo cinta americana.


El Pueblo de Albacete, 22 de enero de 2012

1 comentario:

  1. Jajajajaja qué bueno el montaje de Coñan con Manowar, joer no lo había visto, seguro que Basil Poledouris tampoco, pero si se hubiera dado el caso creo que se habría plateado meterlos en algún fragmento al hacer la banda sonora.

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