lunes, 16 de agosto de 2010

Cuando El Coyote dominaba el mundo (Sesenta mil satanases 25)

Los que llevamos tiempo en esto de desenterrar cadáveres para trazar el árbol genealógico de la literatura, sabemos que la crítica y el público no siempre andan por la misma senda, más bien van a la gresca, sobre todo, porque quienes se dedican a opinar sobre el trabajo ajeno pecan demasiado de snobismo, por aquello de diferenciarse del vulgo. Y si bien suele pasar, más de lo debido, que los libros favoritos de la gente carecen de una calidad aceptable, tampoco hay que colgar de la mesana a cualquiera que huela a best-seller. No tiene nada de malo querer forrarse vendiendo libros, y si quien lo consigue es un tonto a las tres, con más suerte que horas de trabajo a las espaldas, pues como en la lotería, habrá que envidiarle y seguir jugando.
Resulta más molesto, en cambio, cuando en España los expertos rechazan y hasta ignoran una obra que es buena y es comercial –lo que quiere decir que se vende-, sólo porque se trata de las mal llamadas novelas de género. Terror, policiaco, fantástico o del oeste…, géneros malditos para los doctos patrios que las etiquetan como de segunda división, y las relegan al estante del fondo o a la sección de literatura juvenil.
No hay más que ojear una revista literaria para cerciorarnos de que, entre poemas -¿alguien compra poesía?-, y estudios borgianos, jamás veremos reseñas sobre libros de ciencia ficción o fantasía heroica, y mucho menos de autores españoles. Ya puedes recibir premios a espuertas, incluso a nivel internacional, que quedarás relegado a una nota al pie en una enciclopedia, a los cajones de los libreros de saldo y a los blogs de los cuatro frikis que te recordarán de la infancia. Aunque hayas ganado millones, estarás fuera del Olimpo de los autores “buenos”.
A mí no deja de sorprenderme el caso de José Mallorquí. El creador del personaje pulp español por antonomasia, El Coyote, hoy en día no parece más que merecidamente reconocido en internet. Fuera de las webs de algunos fans, y de algún artículo reivindicativo, Mallorquí no existe.
José Mallorquí nació en Barcelona en 1913 y falleció en Madrid en 1972. Fue traductor de obras de Agatha Christie y de pulps norteamericanos, como la histórica revista “Weird Tales”, de cuya versión española llegó a hacerse cargo (aunque nunca llegara a publicarse en España, sí en México y Argentina). Escritor de oficio, tocó todos los palos, desde novelas de misterio, hasta futuristas pasando por el western que es el género en el que cosechó más éxitos y donde, en 1943, creara al inmortal Cesar de Echagüe y su alter ego enmascarado.
El fenómeno Coyote, que nada tiene que envidiar a Doc Savage y The Shadow, supremas majestades en esto del pulp, jamás se ha vuelto a repetir en nuestro país hasta la fecha. En nuestra realidad del siglo XXI somos incapaces de asimilar el logro de Mallorquí, cuyas novelas eran, a finales de los años 40, la obra en lengua hispana más traducida internacionalmente después de Cervantes, o que las historias del Coyote llegase al cómic, al teatro, a la radio en forma de serial, y finalmente, al cine. Ríanse de los vampiros reflectantes de Crepúsculo o el mago cuatro ojos de Harry Potter, que encima pueden contarse sus andanzas literarias con los dedos de las manos. Sólo nuestro amigo Coyote aguantó 192 títulos, hasta 1953. Luego está todo lo demás.
Pero es que encima sus novelas están bien. Buenas historias plagadas de acción, humor, intriga… Hay de todo en el serial de El Coyote. Y están muy bien escritas. La historia del Coyote es la de California después de la anexión a EEUU, de don César, de su familia, y de sus innumerables secundarios que le rodean, a lo largo de los años. Vemos cómo crecen los escenarios y los personajes, como sufren, como, a veces, los matan y los vengan, y otras se mueren y los reemplazan.
Su virtud fue su condena, y es que el carácter de edición popular y barata de sus libros, y la maldición de la literatura de género, a la larga ha sido la losa que le ha negado un lugar junto a Delibes, Cela o Francisco González Ledesma aka Silver Kane, este último, heredero del mismo palo, pero con más suerte gracias al boom en los 80 de la novela negra barcelo-española.
A pesar de todo, los seguidores del Coyote, como los de Conan o Tintín, lo son para siempre, y vemos su influencia en las películas, en los libros y en las series que han venido después. Sin el Coyote no habría Águila Roja, ni capitán Alatriste, ni la Trilogía del Dólar de Leone… El Coyote, para nosotros, siempre cabalga de nuevo.


El Pueblo de Albacete, 15 de agosto de 2010

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