viernes, 4 de junio de 2010

Mi Borges lava más blanco (Sesenta mil satanases 15)

Seguro que cualquier lector que se precie de serlo se ha topado alguna vez con Borges donde no debía. Me refiero a una cita, un ejemplo, un borgismo, algo borgiano. El maestro argentino se ha convertido en santo y seña de literatos intelectualoides de bufanda y las gafas de pasta; empleado hasta la saciedad en una suerte de borgexplotation para parecer más culto, listo o qué sé yo. En cierto modo, y en ciertos círculos, Borges es como el famoso retrato del Che, ambos iconos han sufrido la perversión de los tiempos modernos y la incultura general.
Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899-Ginebra, 1986) fue un maestro de las letras universales, creador de falsificaciones y magnificaciones, manipulador de lo absurdo y lo sacrosanto, descubridor de cotidianos mundos de ficción. “La escritura no es nada más que un sueño dirigido", escribió, y fiel a esta premisa fue forjando universos evocadores y poéticos, sobre todo en su prosa, en sus cuentos de articulación esotérico-científica, y en su llamativa obra poética.
Como tantos otros, hoy día forma parte de la mercadotecnia cultural de la civilización occidental, ocupando además, el estante elitista de la intelectualidad, reservado por y para una minoría selecta que sacraliza a los autores y los asimila a su personae para reforzar su propia identidad, y su estatus, dentro de su superior círculo de existencia.
La palabra, el verbo, es una parte congénita del Hombre y evoluciona con éste. Pero la oligarquía intelectual se ha apropiado de su valor y lo ha hecho ajeno a los demás, esgrime a los “clásicos” para marcar su territorio, al tiempo que aspira a convertirse en uno de ellos. Borges, por supuesto, también empleó estos mecanismos de autodefensa ante la selección natural del tiempo, buscando incorporarse a la memoria colectiva de la cultura para perpetuarse como referente.
Hay en los textos de Borges un ansia manifiesta por alcanzar dicho estado de inmortalidad literaria, al hacer que sus personajes se enfrenten a conceptos, busquen la victoria epistemológica sobre la materia, en pos de una vana reflexión metafísica manida ya desde los orígenes del ser humano por religiones y cultos. La amargura fatalista que destilan algunos de sus versos (“Moriré y, conmigo, el peso del universo intolerable. Borraré las pirámides, los medallones, los continentes y las caras”) entronca con otros de profunda emotividad. Es, por cierto, en sus estrofas austeras, sin alardes métricos ni experimentos estéticos, donde beben los eruditos e imitadores que arañan el fondo del plato de la existencia para dotar a sus líneas (versadas o prosadas) de esa presunta metafísica experiencia que las hagan universales.
Borges abandonó pronto su regionalismo porteño inicial al verle las orejas al lobo, al comprender que la especulación narrativa fantástica servía más y con mejor fidelidad al artefacto mental del inconsciente colectivo. Borges se alza -y lo alzan- como demiurgo de la palabra, cuando en verdad el autor no es más que un catalizador del lenguaje. Es innegable que hasta para sentarse hay que saber, pero no es menos cierto que levantar olimpos y llenarlos de falsos dioses es insano. Los literatos contemporáneos le deben a Borges no sólo un magistral ejemplo de cómo manipular significantes y significados hasta dotar al conjunto de una capacidad reflexiva vital y compleja, de cómo la representación simbólica puede afectar a la psique, de cómo construir una rica imaginería, de cómo profundizar en el pasado, presente y devenir del hombre, su cultura y su pensamiento. También cómo enquistar la expresión cultural, cómo innovar y destruir los mitos de los sistemas pasados para quedarse igual, o un poco más arriba. En definitiva, a avanzar verticalmente sobre los cadáveres de los que treparon antes, y pasar a engrosar las enciclopedias y revistas culturales.

El Pueblo de Albacete, 6 de junio de 2010
sobre un artículo de Cizalla 2005

3 comentarios:

  1. Como te jode la envidia, chaval. El Borges se fuma un puro con lo que tú pienses. Por cierto, acabo de leer El Aaleph y es casi perfecta, salvo alguna trampilla y truco que otro. 208 páginas de disfrute total. ¿Escritor dices que eres? Acabáramos

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  2. Ja, ja, ja... Qué grande el "nuevo anónimo"...

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  3. Con buena polla bien se Borges.
    No soy Side Show Bob y el Reto Fancine de este año removerá las conciencias literarias de la provincia de Albacete.
    La Gallinarrrlllll,
    Barcacolaarrrrrllll
    Y, por supuesto, 24 cervezas más...

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