sábado, 8 de mayo de 2010

Toxicidad en prosa (Sesenta mil satanases 11)

Hacer un listado de libros tóxicos es relativamente sencillo, sería más complicado escribir sobre textos malos, porque se editan a cientos todos los días y sus títulos se olvidan conforme pasas la última página. Los malos son matas que no han echado, qué le vamos a hacer. Pero los libros tóxicos, malos de necesidad, los que duelen, y cómo, al bolsillo y aún más al ánimo, se quedan —como las ex— clavados en nuestro cerebro para siempre. Son aquellos en los que hemos depositado algún tipo de expectativa y luego nos hemos encontrado con que son más nocivos que un colacao de lejía. Y para colmo, las más de las veces nos encontramos ante la incomprensión de los demás, que ven en estos montones de hojarasca las obras maestras que han revolucionado su vida. Pues peor para ellos.
En el primer puesto de este modesto ránking personal encontramos la saga Canción de Hielo y Fuego, de George RR Martin. Publicadas en España a partir de 2002, sus hasta ahora cuatro tochos infumables han adquirido en los círculos de los amantes de la fantasía épica la condición de literatura de culto. Pues bien, esta novela río lo es, pero de aguas fecales. Los frikis que se quedaron con más ganas de elfos y espadas tras la trilogía de Peter Jackson disfrutarán más de estos libros que de una personalidad propia, pero las gentes normales sólo tropezaremos con un coñazo eterno, donde las intrigas palaciegas y las vicisitudes de los personajes son una mezcla de Dinastía y los folletines decimonónicos de Eugenio Sue o Dickens. Si a Oliver Twist le pones una espada y un lobo gigante al lado ya tienes un nuevo capítulo de esta historia sin fondo. Si quieres algo bueno de verdad en este sentido, recurre a la Saga de Gerald de Rivia.
En segundo lugar, la trilogía del desastre de la Torre Oscura, (Los Lobos del Calla, La Canción de Susanah y La Torre Oscura) del maestro Stephen King. Aunque los tres son el final de una serie de siete libros, lo cierto es que los fans, que tanto temimos por la salud del de Maine cuando le pilló la furgoneta -y tanto padecimos con la posibilidad de que tan magna obra quedase inconclusa-, cuando leímos el final lamentamos que la hostia no hubiera sido un poco más fuerte. Porque es para matarlo. Tropecientas mil páginas hechas a desgana y a destajo, para más inri a partir de la guía recopilatoria que le hizo un negro (literiario), para sacarnos los cuartos y acordarnos de la señora King (madre). Aunque el de Maine ha hecho amagos por redimirse a posteriori, lo cierto es que el trauma de la furgoneta se deja notar demasiado en sus historias. A lo mejor con otro viaje lo enmendábamos…
Si los libros de autoayuda ya son de por sí despreciables, Es fácil dejar de fumar si sabes cómo se ha coronado como el rey de la bazofia para débiles mentales. Dicen que ha salvado vidas y pulmones, puedo creerlo porque hay gente que necesita continuamente lo que tienen que hacer, decir y pensar, pero un homo sapiens sapiens no alienado no encontrará en estas páginas más que los típicos consejos de perogrullo, apelaciones a tu fuerza de voluntad y lavados de cerebro al más puro estilo sectario. Encuentra tu ex fumador interior, podía haberse titulado. Si quieres dejar de fumar, yo te diré cómo: no fumes.
Los eventos históricos son una buena ocasión para sacar tajada. Y si no que le pregunten a Pérez Reverte. El antiguo reportero más dicharachero de Barrio Sésamo se casca unas novelas de encargo por efeméride que da gusto, embolsándose una buena cifra a costa de políticos con ínfulas culturales. Ahí tienen la del Dos de Mayo, ahora esa de Cádiz, pero antes fue Cabo Trafalgar. Lo único bueno que tiene este libro es que es corto, pero es lo único. Tirando de lenguaje barriobajero, entresacado del Diccionario Chelí de Ramoncín, más unas pinceladas de su sapiencia náutica, logra trazar un episodio nacional en donde ingleses, franceses y españoles de dos cojones se parten la cara en el mar sin que el lector se entere de nada. Aquello es como el guión de un capítulo de Física o Química que transcurriera en el mar (“Cabano, tron, que nos cañonean los guiris y eso no mola nada”).
Y para terminar, el éxito de la temporada. Crepúsculo, una historia de vampiros más sobada que el reposacabezas de un autobús de Alsa, sólo apta para las hijas de Zapatero y criaturas afines, que encima se ha convertido en saga literaria y cinematográfica. Los monstruos de siempre, pero ahora transubstanciados en adolescentes depresivos de tez fosforescente, con el mismo interés literario que el prospecto del paracetamol. No se dejen engañar, los libros estos son iguales a los de la sección Romanticismo de la estantería del Carrefour, esos de letras doradas y portadas con hombres de torso desnudo junto a un caballo blanco, pero con licántropos y nosferatus luchando por el amor de una niña de la generación ipod.
En resumen, con libros como estos hay que tener cuidado. Algunos son tan perniciosos que hasta me han dado ganas de encender la tele.


El Pueblo de Albacete (9 de mayo de 2010)

3 comentarios:

  1. Como te jode la envidia, chaval. El Reverte se fuma un puro con lo que tú pienses. Por cierto, acabo de leer El Aasedio y es casi perfecta, salvo alguna trampilla y truco que otro. 740 páginas de disfrute total. ¿Escritor dices que eres? Acabáramos.

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  2. Amigo Anónimo:
    Como eres el autor de "Las Mil y Una Noches", "El Lazarillo de Tormes", el "Cantar de Mío Cid", y todo un sinfín de obras maestras, tu opinión debería ser muy respetable. Y tienes razón, el señor Pérez-Reverte se fuma un puro con lo que piense el señor García Rodenas, con lo que piense Alan Moore, con lo que piense cualquiera, vamos. Y hace muy bien, porque le va bien en su burra.
    Pero a mí me parece que la opinión de Juan García Rodenas está expresada como lector, más que como escritor. Es de las pocas personas (de los pocos autores, de hecho) que conozco que, como buen catacaldos, le echa un vistazo a las novedades de moda y a todos esos bestselleracos, o lo que es lo mismo, se rasca el bolsillo para aumentar las arcas de los editores (y de algunos autores). Y así, se gana su derecho a defenestrarlos si le parecen un tostón o, como dice él, "perniciosos".
    De ahí que no entiendo por qué hablas de envidia, o entras al trapo cuestionando su condición de escritor, que está probada porque tiene un buen puñado de libros publicados. ¿Has leído alguna de sus obras, al menos?
    (Oye, Anónimo, ¿no serás Pérez-Reverte? Es que, ahora que lo pienso, la verdad es que él sí que entra al trapo cuando cuestionan la calidad de sus obras...)
    En fin... Te recomiendo un foro de literatura que seguro que te encantará, pues se creó para gente como tú, encantada de compartir sus pensamientos de forma discreta, de ese modo tan bello que consiste en tirar la piedra y esconder la mano: se llama albaceteliterario.com (el foro)... aunque me parece que ya no existe.

    Alberto López Aroca

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  3. Es tremendo: Si te metes con algún becerro de oro, es que les tienes envidia, así de sencillo, y quieres ser igual de becerro con tal de ser de oro.

    La verdad es que no es fácil ir a golpear lo intocable, porque, ya que los golpes no llegan, todo queda en desahogo. Sin embargo, ver como alguien que sí conoce y valora la literatura popular, como el autor de este Blog, ejerce su derecho a defensa de la misma frente a las oleadas de danielsteeladas (o revertadas, madremía) que nos invaden me encanta. Un saludo.

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