Juntos, pero no revueltos hasta ahora, han dejado en nuestras retinas secuencias espectaculares, mil veces imitadas después. Por ello es de imaginar que esta película va a suponer un punto y aparte en el género (Stallone amenaza con convertirla en trilogía "y ya sabemos lo que le gusta a Sly hacer partes y partes de sus filmes" -Lundgren dixit-). Si promete lo mismo que John Rambo -ya está en marcha la quinta parte de la saga del veterano de Vietnam, por cierto- estaremos ante una cinta histórica.


Sylvester Stallone es el padre de todo esto, no en vano es el creador del héroe musculoso, sudoroso, que mata a todos los malos, es herido en un hombro, torturado, implacable, pero honrado y legal. Un director, guionista, productor y actor (como Eastwood) que empezó con pequeños papeles en la Serie B o directamente Z (La carrera de la muerte del año 2000), pero que alcanzó su sueño de fama y gloria con dos roles icónicos: Rocky y Rambo. Suya es esa gran obra maestra del género de tiros y palos como es Cobra, también imitada hasta la saciedad. Demolition Man, Juez Dredd... La lista de greatest hits de la explosión es interminable.
Arnold Schwarzenegger, el gobernador de California de apellido impronunciable (al menos hasta que a Miki Nadal le dio por llamarle El Chuache, en El Informal), es quien más y mejor cine de acción nos ha dado hasta la fecha. Soltó la espada de Conan para convertirse en la máquina de guerra perfecta en Terminator, y ya no dejó de apretar el gatillo, no hasta que se metió en política. Danko, Calor Rojo, Commando, Desafío Total... Se rió de sí mismo en El Último Gran Héroe, y suponemos que en cuanto acabe el mandato volverá a darnos alegrías. Aquellos que decían de él que era un madelman, recordarles que mató a un predator con sus propias manos.


Dolph Lundgren, el ruso de Estocolmo, famoso entre los de mi quinta por hacer de He-Man en Masters del Universo, pero también por encarnar a los tipos duros que repartían estopa en filmes como Red Scorpion, rodar en Hong Kong, la meca ochentera del cine de tiroteos y artes marciales, matar a Apolo y casi cargarse a Rocky. Lundgren posee la complexión arquetípica del culturista y cierta socarronería a lo Bruce Willis. Hizo pareja con Van Damme en la imprescindible Soldado Universal, película que ambos recientemente han retomado para hacer la segunda, tercera o cuarta parte (no está muy claro). Señalar que Dolph nunca ha dejado de trabajar y que fue el primer Frank Castle que se llevó al cine, con mejores resultados en cuanto a calidad que las dos versiones más modernas de Punisher de estos últimos años.
Y ya que hablamos de la gran esperanza belga, Jean-Claude Van Damme, señalar que este rey de los videoclubs renunció a The Expendables porque quería darle un giro a su carrera, pero si hubiera un Paseo de la Fama del Cine de Acción, su nombre sería el primero de la lista. Como su primo Lundgren, cogió el relevo de los anteriores machangos en los 90 y lo ha tocado todo, desde hacer de malo en subproductos de artes marciales, cine typical Hong Kong, batirse el cobre en EEUU, apariciones en películas independientes... Famoso por abrirse de piernas a lo espagat y por enseñar el culo en casi todas sus cintas; sus títulos forman casi un género en sí mismos: Retroceder nunca, rendirse jamás, Contacto sangriento, Kickboxer, Doble Impacto, Sin escape (ganar o morir), Blanco Humano (de John Woo), el clásico de la ciencia-ficción leñera Timecop: Policía en el tiempo y así hasta JCVD, obra maestra donde las haya donde se ríe de sí mismo, de su vida y sus papeles.

También tenemos en este cuadro de honor a Bruce Willis, que pasó de ser un detective graciosillo y edulcorado en la serie Luz de luna a partirse la cara en camiseta de tirantes y sin zapatos en la madre de todos los tiroteos La jungla de cristal. Willis tiene una sólida carrera y el prestigio que sus compañeros de armas no han conseguido, quizá por saber compaginar proyectos o por pura suerte. El caso es que cualquier película con Willis gana un punto en calidad (hasta las comedias románticas o cosas como The Kid). John McClaine ya forma parte de nuestro imaginario, y aunque nuestro calvo de oro salvó al mundo en Armageddom, lo cierto es que nunca olvidaremos a nuestro poli de Nueva York en sus distintas aventuras (y hasta en la jungla apócrifa que es El último boy scout).

Con Willis coincidió en Sin City Mickey Rourke, tan desastroso en su vida como en su filmografía. Aunque no entra dentro de la clase de héroe al que estamos acostumbrados -demasiados demonios interiores-, lo cierto es que últimamente está dejando buenos títulos, como la mencionada cinta del binomio Miller-Rodríguez. En general, ha sido más dado a hacer de malo en películas de narcotraficantes.

Otro que tal baila es Stevel Seagal, ahora sin coleta y gordo como si a los cincuenta años hubiera descubierto el tocino. Sigue repartiendo estopa, pero ahora a cámara lenta. No hay que olvidar sus grandes éxitos como Difícil de matar, En tierra peligrosa, Buscando justicia, o su mejor papel en ese sursum corda de las hostias que es Alerta Máxima. Ahora se dedica a hacer de policía para un reality en un pueblo del medio oeste. Stallone lo ha recuperado para su filme, por lo menos para que dé algún consejillo ecológico, y quizá, reparta alguna tollina.
Echamos de menos al todopoderoso Chuck Norris y su no menos omnipotente patada voladora. Desde que se hizo ranger de Texas está desaparecido de las pantallas. Norris se partió la cara con Bruce Lee, y protagonizó obras maestras de la Cannon como Los valientes visten de negro, Fueza 7, Invasion USA y la inolvidable (porque no dejan de repetirla en las televisiones) saga de Braddock, desaparecido en combate.

En el cast de The Expendables también encontramos a Jet Li, posiblemente el mejor artista marcial después de Lee, y con permiso del inconmensurable Jackie Chan, aunque últimamente se ha prodigado poco en producciones americanas. Desde su aparición en la última parte de Arma letal, el bueno de Li estaba llamado a llenar el hueco que el GRAN Chow Yun-Fat, por edad, había dejado libre, pero no ha sido del todo así. Y es que es muy difícil superar el dúo John Woo-Chow Yun-Fat. De hecho, merecen un artículo aparte. Sólo señalar que, gracias a estos dos, desde A Better Tomorrow, el cine de acción jamás volvió a ser el mismo.

Y luego está Jason Statham, el action hero del siglo XXI. Insuperable combinación de todos los anteriores. Lo descubrimos gracias a Guy Ritchie hace diez años y no ha dejado de sorprendernos. Con carisma, físico y esa belleza ruda que atrae a las féminas, lo mismo lucha a lo kung fu que conduce un mercedes a toda pastilla, que dispara cien balas por segundo. Sus personajes de las sagas Transporter y Crank se nos han quedado pegados en la retina y nos garantiza que tendremos películas de acción para rato.

Disparos, explosiones, lo justico de diálogo, cuerpos hiperanabolizados, y decenas de muertos saltando por los aires han sido, y son las constantes de una cinematografía que ha hecho las delicias de mayores y pequeños durante casi tres décadas. En conclusión, el género de acción no ha muerto, aunque tengan que venir unos cincuentones a resucitarlo.