lunes, 14 de septiembre de 2009

Los Pilares de mi tierra (I): El almuerzo

Disculpen nutricionistas, sibaritas y gurmés gafapastas, pero la pieza clave de la alimentación hispana se compone de cuatro elementos perfectamente conjugados sin los cuales nuestro modus vivendi se vería apocado a la anarquía y la barbarie. A saber: pan, lomo, tomate y mayonesa. Los cuatro unidos, cual mosqueteros, conforman el PADRE de todos los bocadillos. Y al igual que en otras culturas tienen alimentos asociados a rituales propios que forman parte del acervo tradicional e idiosincrasia personal, otro tanto sucede en nuestro país con el bocadillo de lomo con tomate y mayonesa, pues es en el almuerzo, y no en otro momento del día, cuando este manjar de dioses cumple su verdadera función social y nutricional.
El almuerzo, para los no iniciados, es la segunda comida del día, entre el desayuno y la comida, propio de los trabajadores de verdad, de los de a pie de obra, que necesitan recobrar fuerzas a media mañana tras el madrugón y ante la lejana perspectiva de la comida. Sólo aquel que se ha deslomado en el campo o en una zanja valora en su auténtica dimensión el almuerzo, ese momento de reunión en el bar, alrededor de la bebida, con una leve conversación mientras se descansa el culo en la silla por primera vez en horas. Los funcionarios jamás podrían entender esta sensación, por ello son más de desayunar café, tostada y zumo y aguantar el tipo hasta la hora de las cañas. Están en otra dimensión, un universo paralelo exclusivo que poco o nada tiene que ver con el que estamos refiriendo aquí.
La composición básica del almuerzo, un almuerzo español de verdad, se estructura en cerveza o vino con casera, bocadillo de lomo con mayonesa y tomate, cortado o carajillo, y chupito de orujo para rematar. Aunque las normativas laborales no ven con buenos ojos eso de que los trabajadores ingieran alcohol durante su jornada, lo cierto es que éste no tiene más función que reactivar el flujo sanguíneo, sobre todo en invierno, para recuperar el tono. De todas formas, poco puede afectar una mahou y un chupito a quien descarga sacos de cemento durante diez horas seguidas. Para esos casos, existe -y se permite- la sustitución de la bebida inicial por una sin o cocacola y el orujo por un carajillo.
Y aunque la amplia carta de bocadillos de un bar del polígono es casi infinita, sin lugar a dudas, es nuestro lomo con tomate y mayonesa la estrella del menú. Entre sus magníficas cualidades cabe destacar la rapidez de su preparación, que evita las largas esperas y la posibilidad de llegar tarde al tajo; sus completas propiedades nutritivas, su amplia capacidad de maridaje (que es como llaman ahora los modernos a la bebida pa'bajarlo), su fácil digestión y capacidad para saciar el hambre más canina, resaltar asimismo que apenas mancha -aunque unas gotas de mayonesa en el mono tampoco van a afearlo más- y, por supuesto, su sabor, esa conjugación de sabores mágicos que explota en nuestro paladar, aportando una sensación de tranquilidad similar al estado de trance que experimentan sólo los más avezados yoguis. Por último, subrayar una de las principales virtudes de este manjar y es su bajo precio, necesariamente asequible al bolsillo del currante. Un almuerzo completo jamás debería costar más de 4 euros, por mucha crisis que haya; entre esas rebanadas de pan se asientan los cimientos del progreso, el desarrollo económico y la libertad.
Aunque ya se sabe que cada cual tiene su librillo, el perfecto bocadillo de lomo debería contener entre tres y seis buenas tajás; dos son apenas un montado, y así deberíais señalárselo al camarero, junto con la indicación de que se lo meta por vía rectal. El modelo más extendido es el de tres, si bien lo recomendable serían cuatro. El lomo, hecho a la plancha, ha de servirse caliente, pues el tomate y la mayonesa ya se encargarán de enfriarlo y dotar al bocadillo de esa extraña conjugación de temperaturas. El pan ha de ser ancho, del día, sin llegar a estar separadas la parte (o tapa) de arriba de la de abajo; norma ésta aplicable a todos los bocadillos y que por sistema incumplen todos aquellos manazas que no saben diferenciar media barra de un sandwich. El bocadillo, como los libros, y valga el juego de palabras en este caso, tiene lomo (a derechas o a izquierdas, según el cocinero sea diestro o zurdo), y será este lomo nuestro punto de apoyo en la mano.
Llegados al tomate, está claro que no hay nada mejor que unas buenas rodajas de tomate natural (y ya si es de Liétor o Valdeganga, de paja, oiga), o en su defecto, éste rayado. Lamentablemente, y a buen seguro por culpa de los antes mencionados trabajadores a sueldo del Estado y sus tostadas de tomate, se ha extendido el uso de tomate rayado de bote que, por muy fresco que esté, no es lo mismo. Otro tanto sucede con la mayonesa, que por cosas de salud es de esa sin huevo, pero en este caso la diferencia en el sabor es casi indistinguible (lo cierto es que ya he olvidado a qué sabe la mayonesa casera de verdad) y encima tenemos la tranquilidad de saber que no vamos a irnos de cabeza al váter con las cagaleras de la muerte.

Bocadillo de lomo con tomate y mayonesa, gracias por existir.

2 comentarios:

  1. Siiiiiiii,ese pedazo bocadillo de lomo con mayonesa-no con la mierda de sucedáneo ese que te ponen ahora,huevina o no sé como coño se llama-y su tomate en rodajicas.
    Y un buen tercio,que la caña de la foto se me queda corta jejejjejejjeee.

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  2. Alabado sea el hacedor por estas maravillas gastronómicas.

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