Hay que ver cómo se afanan las instituciones públicas, los medios de comunicación y los políticos que quieren ir de culturetas, por salir en la foto el día del libro, rodeados de unos falsos -y fallidos- fastos.
Siempre que se acercan estas fechas sucede lo mismo: se programan charlas, conferencias, mesas redondas, exposiciones y demás propaganda prolectura, hay que joderse, como si el resto del año no existieran los libros.
Así, reunidos en amor y compañía, comenzarán con la retahila de siempre, que si no se lee en este país -sobre todo los jóvenes-, que apenas se venden libros -la culpa es del danbraum-, que menos mal que quedamos cuatro intelectuales para salvaguardar la cultura...
Y la gente pica, porque las librerías se llenan de personas que nunca habían estado allí -salvo, quizá, para comprar los libros del colegio a sus chiquillos- buscando bucays, sombrasdelviento o lo que sea que esté de moda. O sea, se vende más de lo que ya se vendía bien.
Eso sí, se demuestra que la publicidad-propaganda funciona; lástima que ésta siempre vaya mal enfocada, o enfocada al Mal.
En los colegios e institutos pasa tres cuartos de lo mismo. De repente, algún maestro se acuerda de que hay biblioteca en el centro, y si es lo bastante enrollado, saca unos cuantos libros y los enseña a la muchachada -mirad, ¡los hay hasta con dibujicos de elfos!-, aunque luego, les obliguen a leer, examen inclusive, La Celestina o El Quijote. Gracias maestros y profesores por inculcar el amor a la lectura a un chaval de 12 años mediante la lectura obligada y controlada mediante cuestionario del cándido castellano antiguo de Cervantes (¡ese centenario, neng!).

Anda y que os den, amiguitos.