Emilio el Moro se lanzó como cabecera de compañía a las américas, más tarde formó parte de varios montajes de Juanito Valderrama y de Juanita Reina. Compartió escenario con otras figuras como Pepe Marchena, el Príncipe Gitano o Estrellita Castro. Pero no sólo se ocupó de la copla, cuando los sesenta se le echaron encima, con todo el movimiento yeyé, Emilio se adaptó a los nuevos tiempos, y como muestra decir que se atrevió hasta con un Yellow Submarine que ríase usted de los nuevos flamencos.
Su discografía es enorme, abarcando más de tres décadas. Es para el fan todo un reto el conseguir reunirlos todos, ya sean singles, Lps y recopilatorios. Cuenta en su haber casi cuatrocientos temas y otras tantas grabaciones. Y escucharlos es toda experiencia, un viaje al pasado que deja en mantillas las mil temporadas del Cuéntame. Por desgracia, en
En 1984, Carlos Cano le rindió un póstumo y merecido homenaje con su tema Las murgas de Emilio el Moro. Más recientemente, la discográfica de Gomaespuma editó un recopilario de sus primeros temas Antológicamente (flamenco pa tos) (2002), y ya existen en el mercado varios cedés que reúnen lo mejor de su obra, aunque no siempre con la calidad que merece este cronista de su tiempo.
Hoy día es peligroso reivindicar a Emilio el Moro, puesto que un gran porcentaje de sus canciones son del todo políticamente incorrectas, hasta tal punto que pincharlas en la radio supondría ahora una avalancha de denuncias de grupúsculos feminazis. Si hace poco veíamos con estupor, y vergüenza ajena, cómo un “experto” tachaba al Capitán Trueno de machista, con Emilio el Moro poco menos que se organizarían piras incendiarias de sus discos. Es lo que tiene sacar las cosas de contexto (histórico) y ser un poquito gilipollas.
La influencia del melillense pronto se dejó notar, por ejemplo, en un mítico y efímero grupo, los Beatles de Cádiz, comparsa gaditana carnavalera venida a más, que cuenta con su propio vinilo, inencontrable. Más actualmente, descubrimos su impronta en bandas como No me pises que llevo chanclas, o los Mojinos Escozíos, si bien, en comparación, nuestros modernos músicos adolecen de una importante falta de imaginación a la hora de componer las letras, a las que por cierto, Emilio no podía cambiar el título, ni registrar como suyas, por aquello de los derechos de autor. La sombra de Emilio es más alargada de lo que parece, como bien demuestra mi buen amigo Walter Heiss en su ensayo sobre el cantaor, donde encuentra más vestigios emilianos en artistas tan dispares como Josele Santiago, Manolo Kabezabolo, o el grupo Engendro, todos ellos discípulos aventajados en el arte de trastocar letras para decir otra cosa. Mención aparte merece el escatológico y psicotrónico Chato de Huévar, quien ha cogido el testigo del Moro y lo ha llevado a su terreno repleto de klínex usados, cascos de cerveza y chustas de porro, siendo tan malo que es irremediablemente bueno.
Si usted es de los que piensan que esto de la copla es cosa de franquistas, tiene menos miras que las escopetas de la feria y cree que las canciones deben de carecer de sentido del humor, absténgase de unirse a los admiradores de este sencillo artista que entretuvo a todo un país con una chilaba y una guitarra.
El Pueblo de Albacete, 5 de diciembre de 2010
Bonitas palabras para un artista inigualable.
ResponderEliminarYa tenemos web homenaje a Emilio "El Moro"
www.emilioelmoro.es
Visitala y rindele homenaje a tu manera.
Hola, estoy preparando una biografía para la web que acaba de anunciar Federico,
ResponderEliminarhttp://www.emilioelmoro.es/
Estoy de acuerdo punto por punto con lo que expones, excepto la parte de los grupos modernos, cuya andadura desconozco y no opino.
Saludos
Vicente Baños