lunes, 6 de septiembre de 2010

Elogio del surrealismo hispano en el Lejano Oeste (Sesenta mil satanases, 27)

Quisiera terminar esta insospechada trilogía de artículos dedicada al Far West hispano con la que quizás sea la película más injustamente menospreciada de la historia de la cinematografía española de todos tiempos: Al Este del Oeste. Que a nadie sorprenda la mención de esta cinta perpetrada por Mariano Ozores y encabezada por Fernando Esteso como una de las más grandes producciones de humor que se han filmado en nuestro país, a la vez que un magistral homenaje a todas las películas del oeste, tal y como hiciera su prima hermana Sillas de montar calientes, del genio cómico Mel Brooks.
Al Este del Oeste posee ese espíritu gamberro y transgresor del que ahora hacen gala los nuevos cómicos españoles, y más en concreto nuestros paisanos chanantes/muchachada/coconuts. Con un guión plagado de guiños al western clásico protagonizado por John Wayne, combinado con el ambiente sucio y polvoriento de los italianos Trinidad, y aderezado con los potorros al aire del tardodestape patrio, observamos con total desvergüenza una trama clásica de dos bandas rivales de forajidos que mantienen bajo el yugo del terror a todo un pueblo de honrados, pero cobardes, ciudadanos, que aguardan al pistolero salvador. Mismamente Infierno de cobardes, sí señor. A este lugar arriban los protagonistas, Esteso, un vagabundo que quiere adquirir un rancho, y Antonio Ozores, vendedor ambulante de un remedio para todo destinado al fracaso, la Cola-coca. Todo ello rodado en el genuino desierto de Almería, más americano que los americanos, y con una pléyade de secundarios que brillan con luz propia entre chistes verdes y coñas marineras. Los enredos, equívocos y el cachondearse de todos los clichés del oeste están servidos. Los alardes de puntería, el póker, la pelea en el saloon, la chica raptada y hasta el duelo final… Todo está aquí, convertido en espertento valleinclaniano. Mariano Ozores se burla con gran cariño desde el primer momento del género, desde la misma canción en espanglish de los títulos, que imita el estilo de ciertas superproducciones setenteras del palo de Johnny Guitar o Pat Garret... Ozores emplea el mismo recurso que Brooks, o José Luis Cuerda en Amanece que no es poco, para crear humor, esto es, descontextualizar el texto y emplear la metalingüística, convirtiendo, de repente, lo que era una burla de trazo grueso y despelote en un auténtico cine de autor, del mismo tipo que luego alabaríamos con gusto en el caso del cineasta manchego, como ejercicio de surrealismo, pero que en Ozores ha pasado sin pena ni gloria por los libros de texto (que no por las estanterías de los videoclubs). Un indio interpretado por Juanito Navarro, que se llama Black&Decker, y que dice ser navajo porque su abuelo era de Albacete ejemplifica a la perfección lo que quiero decir: surrealismo puro con genuina vocación de hacer reír.
Me resulta incompresible cómo lo que en una película es digno de elogio, en la otra es reprobable, cuando ambas son la misma cara de monedas distintas. Ambas destilan una dulce locura que nos arranca la sonrisa, con poéticas distintas pero con idéntico mensaje. Vista sin complejos, como ha de verse una comedia, la película resulta fresca y divertida. Inocente, a pesar de las guasas pseudoeróticas, muy del gusto de una España que pretendía sacudirse la caspa franquista como era la de los ochenta. De obligada exhibición en filmotecas, Al Este del Oeste representa pura spanish movie, imitada a posterioridad con desiguales resultados una década después en Aquí llega Condemor, donde es Chiquito de la Calzada, ese pecador que ha aportado más al lenguaje hispano que tres Vargas Llosa juntos, quien lleva la voz cantante y la vis cómica de un guión sin vocación revisionista del género, cosa que sí ocurre en la obra de Ozores y Esteso.
También Chiquito no es un actor, no al menos uno de la talla de Esteso, grande entre los grandes, de nuevo despreciado por esos creadores de genio fatuo que renegaron de su legado cinematográfico para creerse la “Nube Vaga” de la península ibérica. Esteso estaba destinado a coger el testigo de Alfredo Landa, de José Luis López Vázquez, pero se le cerraron las puertas por hacernos reír junto a unas chicas en cueros. Si le hubieran dejado hacernos llorar, como sí pasó con su colega Pajares -o el mismo Landa-, pronunciaríamos su nombre con la misma devoción que hablamos ahora de Marlon Brando o Tony Leblanc.
La película, víctima de su época, necesitaría de una explicación previa para las generaciones futuras que desconocen el chiste de la Casera, el de los vaqueros, o el de Solchaga. También, como en cualquier homenaje, hay que tener conocimientos previos de los homenajeados, por lo que habría que incluirla como guinda en un ciclo de western. Pero aún siendo vista desde la más completa ignorancia, creo que se disfruta, porque es graciosa, más que cualquier cosa rodada hoy en día.
Quizás ahora que vuelve a ponerse de moda ese humor cafre y multireferencial que nos venden en series como Padre de familia o Loquesea Movie, sea el momento de revisitar este clásico y reírnos de nosotros mismos, que buena falta nos hace.


*El vídeo se intuye más que verse, pero es que no lo he encontrado de más calidad.


El Pueblo de Albacete, 5 de septiembre de 2010

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