lunes, 5 de julio de 2010

Músicas pa todo y pa todos (Sesenta mil satanases 19)

Cuando te adentras en los misterios de la psique humana, uno de los aspectos que más llama la atención es qué define los gustos musicales de cada cual.Qué lleva a una persona a decantarse por uno u otro estilo musical, y por qué. Dentro del axioma psicológico del dime qué escuchas y te diré quien eres, la aplicación más práctica que se me ocurre en esto de definir, o al menos esbozar, al otro a través de sus discos favoritos es en el campo del ligoteo.
Es inevitable, siempre que se conoce, o hay interés en conocer, a alguien se saca el tema de la música. Si volvemos al asunto del cortejo, la banda sonora del local ayuda mucho a este propósito, aunque no hay que confundir el conocimiento, o el bailoteo, de ciertos temas con que éstos estén realmente dentro de la discografía favorita de la otra, ya que cuando una está de fiesta, y el alcohol ayuda mucho, se danza cualquier cosa.
La música forma parte de la cultura, de las tradiciones, de los momentos vividos, y por supuesto, de la personalidad. Los expertos de la Universidad escocesa de Heriot-Watt han establecido que los aficionados a la música clásica y el jazz son creativos, quienes se decantan más por el pop son más trabajadores, y los heavys son amables, creativos y con una gran autoestima. Del bakalao y el reggaeton no han dicho nada, pero ya se ve que hay que coger estos resultados con pinzas de depilar; por la misma regla de tres, cualquier día podríamos ver cómo la UCLM se pone a investigar la relación entre la personalidad y las tapas de las Tascas, y así concluir que quien se pide rabo frito es más creativo que quien prefiere caracoles.
Centrándonos de nuevo en la cuestión, creo que hay dos momentos indiscutibles donde la música que escuchamos nos marca para siempre. El primero, claro está, es la infancia. Nuestra mente de preescolar es una esponja que lo absorbe todo, pero sobre todo música, como demuestra el hecho pedagógico de que casi todo lo que se enseña a los críos se hace a través de canciones –véase el éxito de los Cantajuegos-. La industria lo sabe de sobra y por eso bombardea a nuestros mocosos con series, películas y productos de todo tipo basados en la música y en las canciones repetitivas (y quizá aquí, en ese mecanismo mental prepúber extendido a nuestra sociedad cada día más infantilizada, radique también el éxito de cosas como OT o La Oreja de Van Gaal).
Es muy importante, señores padres, que sus vástagos escuchen en casa música de la buena, y no me refiero sólo a Mozart (por cierto, se ha demostrado que no existe el tan cacareado “efecto”), sino a gente como la Creedence o Camarón. Eclecticismo sonoro, pero de forma natural. El otro momento importante, ya lo habrán adivinado, es la adolescencia. Un periodo de ruptura y rebeldía no podría existir sin un debido acompañamiento musical que encauce la búsqueda de uno mismo y de la personalidad propia. Es la hora del heavy, del punk, del techno… Llega el ruido, la distorsión, las letras guarras, el perreo grosero… O todo lo contrario, el pop meloso, los cansautores, la cosa étnica, baladas de amor… Es cuando se descubre que existen miles de músicas, casi una para cada uno. Aquí quienes influyen en el gusto son los amigos. En mis tiempos, eran los colegas, los compañeros de clase, quienes gracias al constante flujo de cassettes, te mostraban el vasto universo sonoro que existía más allá de los 40 principales. Ahora supongo que serán los mismos, mediante intercambios de myspaces, spotifies y demás inventos, tienen a su disposición –lega e ilegal- toda la producción del mundo. Y lo mejor es que no tienes por qué alinearte a los gustos de los demás, sino que por pura gana de llevar la contraria, puedes lanzarte en dirección contraria. Serás el raro del grupo, sí, pero en el fondo eso te encanta.
Lo bueno que tiene la música, o mejor dicho, los buenos melómanos, es que no son fundamentalistas. Dos personas con gustos diferentes pueden charlar y defender sus posiciones enfrentadas sin la violencia de los forofos del fútbol, la política o la religión. Es más, estoy convencido de que, en algún momento, podrán encontrar un punto en común. Y es que nadie, por mucho que digan los expertos, escucha sólo un estilo de música. Poseer cierta cultura musical es imprescindible, pues, para manejarse entre personas, e imprescindible para tratar de llegar al corazón, o la ingle, de un individuo o individua.
Cuidar el detalle musical hasta el punto de saber elegir el tono de llamada del móvil es tan necesario como disponer de unas buenas gigas de álbumes, porque aunque parezca mentira, todavía funciona aquello de “en mi casa/coche tengo unos discos que a lo mejor te gustaría escuchar”.


El Pueblo de Albacete, 04 de julio de 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

Reto Fanzine 2023

 Bueno, pues parecía que no pero al final sí, así que... Queda convocada la 19 edición de nuestro Reto Fanzine para el VIERNES 29 de diciemb...