sábado, 27 de marzo de 2010

Internet para (casi) todo (Sesenta mil satanases 06)

Nunca he comprendido por qué para hacerse un análisis de sangre hay que acudir a las ocho de la mañana. Si es por lo de ir en ayunas, les aseguro, señores doctores, que no me cuesta ningún trabajo esperar a las diez de la mañana para tomarme el café y la tostada. La gente no se desmaya por la impresión de la sangre, o del dolor cuando no te encuentran la vena y la enfermera te banderillea como a un Vitorino, sino que se desvanece de puro sueño. Siento decirlo, pero madrugar es cosa de alemanes y domingueros.
Otro de los misterios que albergan los de las batas blancas es cómo pueden despachar a un paciente en dos minutos (a ti) cuando con otro (el que iba delante de ti) se ha tirado más de veinte minutos. Quizá sea sólo lo que se conoce como el síndrome del carril rápido -en un atasco los coches del carril en el que no estás tú siempre avanzan más-, pero fastidia verse plantado de pronto en el pasillo, con una receta de paracetamol en la mano, cuando apenas te has quitado el primer botón de la camisa. Los médicos ya no auscultan. Ahora miran (que no leen) tu historial en el ordenador, te preguntan si fumas, miran un momento a los ojos para ver si en realidad lo que quieres es una baja, vuelven al monitor, te sueltan lo de que tienes un virus y te mandan el analgésico milagroso y que no fumes. Así, podrían pasar consulta por internet, y así al menos me ahorraba la siempre odiada sala de espera.
Son tantos los trámites que se pueden hacer por ordenador que a veces hasta sorprende encontrar a alguien vivo detrás de un mostrador cuando necesitas un papel. De hecho, a veces hay documentos necesarios que sólo puedes hacerlos vía internet, para desesperación de quienes no tienen el adsl entre sus adquisiciones. ¿Cómorl? ¿Que de verdad existe gente sin internet? Pues se ve que sí. Al menos tendrán ordenador y le robarán el wifi al vecino. Ni por esas... Hasta sin móvil he visto yo a alguno de estos.
Las empresas, públicas y privadas, fomentan el uso de la red para acelerar las gestiones, para ello, entre otros planes, ofrecen a los empleados que tienen de cara al público cursillos de malos modos, grosería avanzada, o desatención. En alguna oferta formativa sindical he llegado yo a ver cursillos tales como Almuerzo Intensivo I y II, Cómo Negarse a hacer Fotocopias o Técnicas Shaolin Aplicadas al Escaqueo. En las oficinas públicas pueden ustedes admirar a verdaderos maestros en tales artes.
Y todo por nuestro bien, para ahorrarnos tiempo y dinero e instalarnos en la realidad digital que nos rodea. Basta de analfabetismo funcional, hay que aprender los mecanismos sociales del siglo XXI, empezando por abrirse unas cuentas en facebook, en twenti, en gmail y en hazteoir, para acabar por comprar las bragas y los guíscanos por internet en lugar de en Los Invasores, que hay mucha gente y siempre se descuida un monedero. Mucho más cómodo desde casa, o desde el móvil. Más barato, pues oiga, depende.Eso sí, no se le ocurra usar la banda ancha para hacer el Mal. O lo que es lo mismo, nada de descargas ilegales ni de compartir archivos vía emule o similares. Si ignora usted este aviso, y encima fuma y es obeso, acaba en La Torrecica fijo. Internet es algo más que bajarse películas y fácil acceso al porno. No tenemos muy claro qué -todavía andamos investigando el tema-, pero seguro que algo hay.Ante tanta imposición informática comienzan a surgir los llamados objetores tecnológicos. ¿Rebeldes sin causa? Los primeros, y más llamativos, lo he encontrado en el sector de la enseñanza. Son quienes rechazan la dictadura del bit, los que se echan las manos a la cabeza cuando ven el presupuesto de Educación empleado en miles de portátiles para los alumnos que quedarán desfasados en menos de un curso, pizarras digitales, tizas láser y libros virtuales. A un paso de convertir las aulas en una permanente sesión de messenger entre uno y otros, estos maestros se declaran afectados por el síndrome de Frankenstein -por el que, por cierto, no pueden cogerse la baja, aún-. ¿Tiene sentido, en un entorno digital, abogar por los Cuadernillos Rubio? ¿El lápiz de grafito ante el de plástico? Supongo que lo importante son los contenidos y no el continente, aunque de los peligros de que la máquina desplace al hombre, en este caso al educador, son de sobra conocidos gracias a documentales como Curso de 1999.
Por supuesto, todavía quedan cosas que no pueden hacerse por ordenador. O que preferimos no hacerlo. El problema radica cuando pierdes esa opción. No es que me gustase hacer cola cuando iba a pedir una vida laboral, conocer gente, o ligar... Tampoco me encanta que un individuo me tome por tonto en el banco, o me ignore en Correos, pero así al menos, en persona, puedo explicarle mi disconformidad con su actitud con palabras más o menos educadas. Ahora sólo puedo ciscarme en la madre que parió a Telefónica cuando se cae la red, y no es lo mismo.


El Pueblo -de vuelta al domingo- (28-03-2010)

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