jueves, 2 de junio de 2016

Quemando rueda con Tomás Trastornao

Después de casi dos meses de su salida al mercado, acabo de caer en la cuenta de que no he dicho nada de Tomás Trastornao. Han sido muchos meses de curro, muy intensos, pero el resultado ha merecido la pena. Esta novela es la síntesis pura de lo que toda buena historia posapocalíptica debería ser: acción, destrucción y depravación. La idea de Peralta y la docena larga de manos que han tecleado la historia (las mías incluidas), sumado a una edición muy a la altura de las circunstancias, han (hemos) logrado darle forma -un forma cojonuda- a lo que, en origen, no era más que un relato descerebrado de un pseudo Mad Max ibérico al rebufo de Fury Road.
El divertimento sigue ahí, lo empapa todo, porque de eso se trataba, de pasarlo bien, tanto al escribirlo como al leerlo, pero no es esta su única virtud. Para mí, que siempre he querido escribir una historia así -tal y como comento en su prólogo- y que nunca he dejado de leer cuanta novela posapocalíptica ha caído en mis manos, creo que, así, a ojo, Tomás pasa por encima de la presuntuosidad aburrida de The Road, se mea en los discursos filosóficos existencialistas de Metro 2033, nos ahorra los kilómetros de tinta de descripciones sin fuste de El canto del cisne, se caga en el final de Apocalipsis, es más siniestramente realista que Hijos de los hombres y más desoladora que El cartero.
Por supuesto que tiene defectos, pero te aseguro que vas a estar tan metido en el Benemérita que te van a dar igual. Lo único de lo que estarás pendiente es de lo que pasará en la página siguiente. Y al final, te aseguro que en tu cara se reflejará esa sonrisa boba que se te queda cuando has pasado un buen rato, que no es poco en estos tiempos.
Salud, gasofa y plomo!

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